viernes, 12 de diciembre de 2008

4º Capítulo/ Recuerdos agridulces...


Puntual, a las dos y media, entro por la puerta de Dar Hadaya Ilahe tal como quedé con Aïcha. He caminado más de dos horas por la playa, hasta las ruinas del castillo portugués, ida y vuelta, hasta ahora. Estoy felizmente hambriento. Aïcha me está preparando un par de peces a la brasa al estilo bereber. No hay recalentamientos que valgan para estas delicias. No se le puede hacer esperar al placer, sea el que sea.

Mientras Aïcha hace la grillada voy a revisar mi correo, a lo peor Lou tiene nuevas noticias, quién sabe. Las de esta mañana no podían ser más inquietantes. Que Iris y Rodrigo tuvieran negocios en común no me extraña, al fin al cabo ambos eran de un modo u otro “socios” de los negocios de Don Pedro Emilio: Rodrigo uno de sus más serviles peones en sus “tapaderas artísticas”, Iris su testaferro más eficaz, con importantes contactos financieros internacionales y sobre todo políticos. Cuántos hombres habrá pillado esa mujer tan guapa como liberal con sus famosas “llaves de judo testicular” que decía Saskia… Nunca me gustó el tipo de “amistad más que fraternal” que mantenían, pero no podía hacer otra cosa que dejarles hacer. Habían pasado juntas media vida, primero en el Liceo Francés en Madrid, luego dos años en un internado en Francia tras la muerte de la madre de Saskia. Cómo interferir en esa historia de complicidades y confidencias femeninas tan especial. Pero su relación nunca había sido simétrica: Saskia era mucho más dependiente de Iris que viceversa, además envidiaba su desahogada economía, su estilo de vida ––aunque decía estar en las antípodas––, su difusa vida social. Definitivamente quien mejor la conocía era Iris, mucho más y más íntimamente que todos nosotros, los demás, juntos. Que Rodrigo e Iris estuvieran liados ––no sé si antes o después de la muerte de Saskia–– hasta cierto punto me parece una lógica derivación de su amistad. Desde luego una perversa derivación si ya lo estaban cuando aún vivía; aunque no me extrañaría que lo supiera e incluso propiciara y pactara con Iris ese rollo sentimental ––Saskia era capaz de esto y mucho más, especialmente en el amor. Pero lo que más me ha inquietado ha sido esa conexión que Lou ha soltado así a la brava, supongo que por pura intuición, entre Iris, el supuesto accidente de Saskia en Ibiza y el ucraniano escapado que han identificado como uno de los asaltantes de mi casa. Eso sí que me ha golpeado en medio del alma. Sobre todo porque Lou desconoce gran parte de los datos más que circunstanciales que tienen que ver con su muerte. Por ejemplo que fue Iris quien le aconsejó se fuese a Ibiza unos días; quien le consiguió la casa en donde se alojaba cerca de San Carlos, propiedad de uno de sus amigos más “peligrosos”, un italiano no sé cómo se llama con intereses en clubes, discotecas y discobares por toda la isla. El italiano no estaba en Ibiza entonces e Iris se las arregló para proporcionarle las claves de acceso, las llaves de casa y las del coche con el que tuvo el “accidente”… No creo que mucha gente conociera que estaba en Ibiza. Iris, por supuesto. Imagino que también el italiano. Y Rodrigo… sólo si Iris se lo dijo ––aunque en el funeral no paraba de repetir que no sabía nada; que se llevó una sorpresa mayúscula no sólo cuando le anunciaron el accidente sino que lo hubiera sufrido en Ibiza; creía que estaba en Alicante o en Orihuela por asuntos de su familia. Y es probable que lo supiera también su último amante, fuera quien fuera ––aunque los últimos días que pasamos juntos en mayo, los de nuestra definitiva ruptura, Saskia me juró y perjuró que no había “nadie”, y por supuesto que Don Pedro Emilio no era ese nadie. ¡Pero estás loco! Si supieras… ––cortó a su manera, inescrutable…

Aïcha grita: ¡El pescado está listo, Monsieur Pablo!… Una vez más me salva el gong de su voz; qué a tiempo esta mujer. Menos mal que con su llamada a rebato por unos peces a la brasa puedo interrumpir aunque sólo momentáneamente mis cavilaciones. No debo obsesionarme con esta vía que ha abierto Lou bajo mi línea de flotación aun sin querer… ¿Estaré volviéndome loco? ¿Lo estaba ya entonces? ¿Porqué me enviaste aquel SMS el día de antes, Saskia? ––cierro el laptop, no hay nuevos mensajes, con una andanada de éstas al día basta… Por favor, Lou, racióname, le trasmito telepáticamente, suplicando…

Aïcha me ha preparado un par de peces de casi dos palmos cada uno. Son de estas costas, fresquísimos. Los hace a su manera, con hierbas, sobre todo romero, tomillo y té, y a la brasa de raíces de las que arrastra el mar, ya secas y saladas. Los hace a la brasa, pero parece que están hechos al vapor; están deliciosos, no hay palabras para describir su textura, su sabor… Mientras Aïcha entra y sale con el vino, el pan, tazones con olivas de varios tipos, voy dando cuenta del pescado sin dejar de pensar en los hechos ciertos, al menos los que he deducido de la información que poseo, un trágico puzzle del que tengo al menos una o dos piezas que los demás desconocen, y luego esas “extrañas” coincidencias… Primero: estoy prácticamente seguro que Saskia fue asesinada; también pudiera ser que se hubiera suicidado, o puesto al borde de un accidente incontrolable, pero esta opción me parece más remota, casi la desecho por tortuosa e impropia de su carácter. Si hubiera querido suicidarse lo habría hecho con premeditada teatralidad, ritualmente, maquillada como una diosa hindú o una geisha, cos su mejor vestido, acompañada de su música, sus fetiches, habría redactado una carta de despedida o un manifiesto acusatorio que sin duda serían joyas literarias memorables… Era una exhibicionista y no iba a dejarlo de ser en su muerte, muy al contrario… No cabía en su cabeza ––es una frase hecha––, en su sensibilidad, un suicidio por una carretera local en Ibiza cayendo por un abismo de veinte metros, medio abrasada tras el impacto y el incendio del coche… Un suicidio así era impensable para Saskia.

––Monsieur Pablo, ¿quiere que le prepare otra cosa además del pescado? ¿Una ensalada de pepino, zanahoria, pimientos rojos tomate y cebolla?
––De acuerdo, Aïcha, necesito fibra… póngale una chorradita de aceite de argán, por favor… Ah, y tráigame las pastillas pequeñas de la diabetes…

Decididamente no se suicidó… Y tampoco fue un accidente… Su hermano Rafael me dio los resultados de la autopsia. Estaba hasta arriba de speed líquido y coca entre otras sustancias. Y eso era imposible en Saskia, las aborrecía… Si hubiera sido alcohol o cannabis no digo que no se hubiera pasado… ¿pero speed y coca? ¡Imposible! Hacía años había sido una “pastillera” de anfetas, éxtasis, lo que encontrara o le dieran… pero al final tuvo malas historias, alucinaciones, fobias, de las que tardó mucho tiempo en salir. Entonces conoció a Rodrigo que era como un monje, él le ayudó a salir de todo eso; también le hizo bien alejarse de ese mundo, los viajes que hicieron juntos o ella sola. Luego su interés por las filosofías orientales, sus proyectos artísticos, su literatura espiritual… Las únicas adicciones de Saskia eran el amor y el sexo creativo, hasta límites imprecisos, la sensualidad y la belleza, su portentosa imaginación irracional… y como residuales, el buen vino y algún porro de vez en cuando… Quien le metió en el cuerpo esas sustancias no la conocía, en absoluto…

––¿Le preparo una naranja con canela y miel?
––Perfecto, Aïcha… nada mejor para finalizar esta deliciosa comida…

¿Pero quiénes lo hicieron? O mejor dicho, ¿quién o quiénes planearon y encargaron este accidente “a la carta”? ¿Rodrigo? No creo… ¿Por celos? Pero si éste hombre parece un témpano de hielo y con sangre de horchata… Si hubiera sido celoso ya habría explotado decenas de veces antes de mí, conmigo y después de mí… Además Saskia nunca le dejó, nunca se separó de él, aunque pasaran largas temporadas distantes o en mi caso tuviera que “compartirme” sí o sí… ¿Iris? ¿Con qué motivo? ¿Celos? ¿Para quedarse a Rodrigo? Esta opción me resulta todavía más increíble. Pero si parecía un juguete al capricho de Iris… Si lo sabré yo, que al principio jugó a mi favor y luego a mi contra, y así nos fue… ¿Para qué deshacerse de ella, si no le hubiera costado ni una hora convencerle que le dejara vía libre con Rodrigo? ¿Y esas exclusividades sentimentales? Desde luego no eran propias ni de Saskia ni de Iris… ¿Entonces?

––Por favor, Aïcha, tráigame la botella de vodka que está en el congelador…
––Oui, Monsieur Pablo… ¿Estará bueno? Está en el frigorífico desde febrero, cuando vino por última vez la señorita Saskia… Perdón, no quise molestarle con mi recuerdo ––Aïcha baja la mirada como avergonzada por haber nombrado otra vez a Saskia; prosigue… Pero no sé nada de bebidas alcohólicas, si se estropean o no con el tiempo… No quiero que le siente mal…
––No se preocupe, Aïcha ––y le dedico la mirada más tierna que puedo inventar en este momento… No se preocupe, mujer, ni por recordarme a Saskia ni que la recordemos ambos la última vez en Dar Hadaya Ilahe… Aquí pasamos días inolvidables; tuvimos días muy felices en nuestra vida… Gracias por recordarla con cariño… Por favor, traiga tres vasos para la vodka, uno para ella, que está aquí con nosotros, en nuestro recuerdo, otro para usted ––yo sé qué le pido algo muy fuerte, pero también es algo muy especial lo que le ofrezco, Aïcha–– y otro para mí que espero cauterice mis heridas de dentro… Por favor Aïcha, acompáñenos… ––Y mientras Aïcha vuelve a la cocina no sólo obediente sino con lágrimas en los ojos a ocultar temporalmente su tristeza y dejarme a solas un rato con la mía, me atrevo a encararme con mi último sospechoso, todavía sin rostro cierto, pero cuyas facciones se parecen demasiado a Don Pedro Emilio…

Él es mi principal sospechoso, incluso el único si fuera verdad que era su amante, aunque me lo negara… Tendría motivos: celos, soberbia, exclusividad… A lo peor Saskia conocía algunas claves decisivas de sus chanchullos y negocios oscuros, podría ser una incómoda testigo de cargo… o le estaba haciendo chantaje ––sí, creo que Saskia podría llegar a hacer algo así si los riesgos merecieran la pena y los beneficios de su traición le hubieran dado un respiro económico unos cuantos años, le solucionaran la vida suficientemente… Y aunque el hijo de puta del Señor Pedro Emilio Piedra de los cojones llevaba ya unos meses en prisión cuando la “mataron” y su imperio empezaba a desmoronarse como castillo de naipes agusanados, es tanto su poder, el control que ejerce sobre sus asuntos, tantos esbirros a sus órdenes, que no me extrañaría hubiera utilizado una banda de asesinos a sueldo ucranianos o de donde coño fueran para quitarse de encima a mi querida Saskia, sí, mi querida Saskia a pesar de todo, cabrón, aunque te la follaras de vez en cuando a cambio de unas migajas como las que arrojabas a tus perros de caza para que te lamieran el culo, a tus caballos de raza para que te besaran la mano, a tus alimañas… Te voy a hundir definitivamente, hijo de puta, tú sabes que puedo hacerlo, conozco algunos de tus secretos más escondidos, por eso me buscas, me buscan tus verdugos a sueldo… Te voy a hundir más de lo que estás y vas a pagar su muerte; sobre todo vas a pagar la muerte de Saskia… Y si me matas, mi libro será tu muerte…

––Monsieur Pablo, bebo alcohol por primera vez en mi vida por la señorita Saskia, no por usted… ––Aïcha interrumpe mis rabiosos pensamientos además de con sus palabras con la acción misma de llenar totalmente con vodka nuestros vasos; ni me di cuenta que había vuelto de la cocina y estaba sentada a mi lado… ––por defenderle arriesgaría la vida, la daría si así pudiera salvarle, Pablo ––Aïcha me llama Pablo, así, a secas, sin su peculiar “Monsieur” por delante, por primera vez desde hace cinco años que nos conocemos… ––Pero este pecado a mis creencias que cometo lo hago sólo por la señorita Saskia. Le ofrezco un poco de mi muerte, así lo pienso, para que reviva en nuestros recuerdos, alivie su angustia, Pablo, y también la mía desde ayer, con su sonrisa… ––nos miramos fijamente, emocionados, atragantados por nuestra saliva y por las lágrimas hacia dentro. Reflejados en nuestros respectivos ojos vidriados chocamos los vasos con el de Saskia ausente... ––no, ausente ya no; mejor agua viva, es decir vodka, absolutamente vodka…

Aïcha bebe su vaso de un trago, como yo… El aguardiente le quema la boca, la lengua, la garganta, su rostro no ofrece dudas; es como beber infierno… Entonces me mira fijamente, una mirada berbiquí que me trepana los ojos y medio cerebro hasta el centro geográfico de mis pensamientos más profundos. Me mira con rabia contenida, lo suficientemente expresiva como para que entienda que se siente incómoda, que ha traspasado una frontera dolorosa… En su más perfecto francés me dice: ––Ahora me va a explicar por qué está seguro que mataron a la señorita Saskia… por qué no fue un accidente… No me interesa saber nada sobre las causas ni sobre los asesinos… sólo quiero saber por qué usted se siente culpable de su muerte… ––touché, Aícha… me has malherido en pleno páncreas de los sentimientos; ¡bingo, acertaste! Me siento culpable, más que amenazado; ésa es la fuente permanente de mi amargura…

––De acuerdo, Aïcha, lo que me propone es justo; se lo debo… No sólo se lo debo, necesito compartirlo con alguien… Cuánto pesa un secreto como éste, cómo duele el silencio forzado sin el bálsamo de las palabras… Le voy a dar lo que me pide. Es mi secreto más personal, quiero decir que me afecta personalmente, tiene que ver exclusivamente conmigo una vez desaparecida Saskia, me toca llevar su carga a solas aunque ahora me apoye momentáneamente en ti ––y le tuteo por primera vez… y no me cuesta bajar voluntariamente las barreras de los prohombres personales que impongo para evitar indeseables malentendidos; si sabré yo de palabras… ––El día antes de morir recibí un SMS de Saskia, me llegó por la noche, en plena actuación de no recuerdo qué grupo gnaoua. Me lo había enviado a media mañana pero ya sabes que la compañía telefónica marroquí a veces tarda hasta días en remitirlos… Lo guardo en la memoria del teléfono como una reliquia, lo recuerdo palabra por palabras como si lo estuviera leyendo ahora; decía: “Perdiste entre los dedos bellos momentos de amor y vida. Soy toda agua, fuente que mana, cántaro. Cuando te encuentres me reencontrarás”… Me extrañó recibirlo después de nuestro adiós definitivo, así se lo planteé en mayo. Pensé que era una más de sus estrategias melancólicas. Eran frases típicamente suyas: sugerentes, insinuantes, misteriosas, poéticas, puros aforismos sentimentales… Lo guardé; no le respondí ni pensaba hacerlo… Al día siguiente, cuando su hermano Rafael me llamó para darme la noticia, lo primero que pensé, y todavía no sé explicar por qué, es que se había suicidado, que su mensaje era como una macabra despedida con el que me hacía en parte culpable de su decisión. En eso fui pensando todo el viaje de madrugada a Casablanca con Khalid. Estaba conmocionado por su muerte casi segura ––Rafael me había dicho que había sido un accidente de coche y que aun medio quemada mantenía ciertas constantes vitales; pero lo que más me atormentaba es que se hubiera suicidado por algo que tuviera que ver con el final de nuestra loca historia, a lo peor la última gota amarga que rebosó el vaso de su paciencia existencial… Llegué a Madrid sonámbulo y obsesivo, recordando, vaciándome de recuerdos. Por fortuna pude tomar el primer avión que salía a Ibiza, había un único billete, recién habían anulado su reserva ––era veinticuatro de junio, San Juan. Llegué a la isla a primeras horas de la tarde, hacía un calor húmedo insoportable, ni una pizca de brisa ni siquiera en las pistas del aeropuerto. Inmediatamente me dirigí al hospital que me indicó su hermano. Allí estaban Rafael, Rodrigo e Iris, abatidos, abrazados los tres. Hacía poco más de una hora que habían desconectado los aparatos que la mantenían artificialmente con vida. En realidad estaba prácticamente muerta al incendiarse el coche y abrasar casi todo su cuerpo. Como te dije ayer, no la quise ver. Preferí recordarla como la última vez: ambos tristes por nuestro fracaso, pero todavía vivos, ojalá deudores del Destino… Rodrigo y yo nos abrazamos, entendí que era un abrazo cómplice por nuestro extraño amor compartido. Nos hablamos con los ojos, nos dijimos todo. Punto. Sin rencor… Iris me abrazó tiernamente, como nunca hubiera imaginado, y me dijo al oído unas palabras que de inmediato me hicieron llorar: “Saskia te quiso mucho, a lo peor demasiado”… Tan desconsolado estaba que Rafael me sacó a la calle de la cintura, a caminar alrededor del hospital y decirnos palabras. Ya sabes lo bien que sientan las palabras en esos momentos, decirlas, escucharlas. Un silencio de muerte es puro veneno. Lo primero que le pregunté es si se había suicidado… Rafael me miró extrañado y exclamó un “¡noooooo!” tan largo como convincente… Había muerto en un accidente con un coche, no se conocían bien las causas, se había despeñado por un precipicio e incendiado el coche por el golpe… ––“¿Estás loco, Pablo? Ha sido sólo un fatal accidente… ¿Por qué iba a suicidarse Saskia? ¿Tú sabes algo más?” ––Callé, no le hablé del SMS, tampoco acerca de mis suposiciones durante mi insomnio desde el día anterior… Rafael supo cuidarme aquellos primeros minutos, aquellas horas hasta la mañana siguiente que me fui a mi casa en Mallorca. Saskia y Rafael se habían distanciado hacía años por no sé qué motivos, nunca me lo supo explicar. Algo muy importante debió pasar entre los hermanos para que temblara ese gran amor que se tuvieron ––también “más que fraternal”, pues Saskia había tenido que hacer de madre de Rafael cuando aquella murió, el chico apenas tenía 12 años y su padre era una ruina de hombre. Tampoco supe discernir nunca quién estaba más dolido de los dos. Siempre me he llevado muy bien con Rafael desde que Saskia me lo presentó al poco de iniciar “lo nuestro”. Rafael es un gay muy guapo, como su hermana, y muy juerguista, le gusta provocarme, jugar conmigo, lo que le fastidiaba a Saskia. No me gustaba verles así de distantes, incluso propicié algunas situaciones divertidas para ver si se descongelaba la situación… Rafael no soporta a Rodrigo, tan frío, tan distante, tan “fracasado”, dice… Así que no era extraño que mantuviera conmigo una confianza a veces excesiva, desde luego muy superior a la que tenía con su hermana entonces y no digamos con Rodrigo… ––Te cuento todo esto, Aícha, porque es necesario, no me voy por las ramas ni un milímetro, créeme––… La incineración y el funeral en Madrid se demoraron cinco días por la autopsia que tuvieron que hacerle y unos estudios complementarios que ordenó el juez antes de quemar finalmente sus restos. Los resultados definitivos los comunicaron un mes después, a finales de julio. Rafael me llamó para darme cuenta de ellos. Se los había proporcionado el juez, al igual que a Rodrigo, ya que era el único familiar directo de Saskia ––su padre había fallecido en enero pasado… ¿Recuerda Aícha que vinimos juntos por última vez a Essaouira unas semanas después de la muerte del padre de Saskia para intentar superar su depresión entonces?... Bueno, sigo… Los resultados de la autopsia… Lo primero que me dice Rafael es que estaba embarazada de casi dos meses… ––Qué cara ha puesto Aïcha al oír mi confesión; los ojos le saltan de las órbitas y dibuja una mueca grotesca con sus labios y barbilla, de estupefacción, de sorpresa mayúscula, de absoluta incredulidad a mis palabras… ––Sí, Aïcha, Saskia estaba embarazada…
––Perdón, Pablo… ¿Estaba embarazada de un hijo vuestro? ––acierta a preguntarme con exquisita precaución. Intuye que la respuesta está en la pregunta, por eso su signo de interrogación verbal es prácticamente imperceptible… Un silencio de tres segundos puede ser un cataclismo de emociones; lo fuimos aliviando mientras tanto con los ojos. Cuando le contesté ya sabía mi respuesta.
––Sí, Aïcha, eso creo… aunque el secreto se lo llevó prendido a la tumba. Pienso que éste era el motivo por el cual se fue a Ibiza, para estar sola, para decidir…Es posible que se lo dijera a su amiga Iris, ella le organizó el viaje. Se lo pregunté poco tiempo después; mejor dicho, le pregunté si le había contado algún secreto que nos perteneciera y creyera que debía conocer… Tan enigmática como siempre me contestó que si Saskia no me había contado nada, ella tampoco debía hacerlo… añadiendo unas palabras que insistentemente me golpean desde entonces: “No obstante, el secreto que quieres saber no te salvará la vida si tú mismo la pones en peligro”… ¡Cabrona de Iris, jodida manipuladora! ––exclamo en castellano que por supuesto Aïcha no entiende…
––Pablo, imagino que usted está seguro de ser el padre… ––interrumpe Aïcha, expectante…
––No tengo esa completa seguridad, Aïcha. Si hubiera un tercero desconocido… De su marido es casi imposible, ellos tenían cierta incompatibilidad; Digamos que los espermatozoides de Rodrigo eran masacrados nada más aparecer por las defensas femeninas de Saskia. Intentaron durante años tener niños y no habían podido aun con los tratamientos que se aplicaron. Eso afectó mucho más a Saskia que a Rodrigo. Se distanciaron. Entonces aparecí yo en su vida…
––Sí, entiendo… ¿Pero en qué basa su seguridad? ¿Había un tercero?
––No sé, Aïcha… Ella decía que no, pero yo intuyo que sí… De lo único que estoy seguro es de aquello que sólo yo conozco, el resto son sólo datos concurrentes, complementarios. Te cuento… Hicimos el amor por última vez el día 14 de mayo, mi cumpleaños. Sabíamos que era la última vez; bueno, es un decir… siempre dejamos una pizca de esperanza a salvo para que el Destino haga de las suyas, quién sabe cómo y cuándo podía haber una nueva oportunidad para un amor como el nuestro… Aquella noche nos regalamos todo, Aïcha, todo lo que uno puede regalarse en el amor… Desde que nos conocimos hacíamos el amor libremente, a nuestra manera, sin precauciones. Saskia no tomaba anticonceptivos ni usaba DIU, tampoco usábamos preservativos. No es el momento de dar más explicaciones. Sólo quiero decirte que llevábamos un cierto control, aunque al igual que pasábamos semanas juntos había otras que nos amábamos a distancia. Era muy distraída para sus cosas, especialmente para sus ciclos fértiles. Yo era quien llevaba sus cuentas. No te rías, es verdad. Siempre ciclos cortos, de 26 días, como mucho 27. En mi agenda marcaba los días de su regla. Yo era quien deducía sus días fértiles aproximadamente. Nunca tuvimos un error de cálculo, y mira que hilábamos fino algunas veces… Pues bien, luego que Rafael me dijera que Saskia estaba embarazada busqué en mi agenda cuando había apuntado por última vez su regla. Había sido poco antes de venir a Essaouira, el 9 de febrero. Así que anoté sus ciclos desde entonces y resultó que el día 14 de mayo estaba en medio de su periodo fértil. No tomamos ninguna precaución aquel día; tampoco hizo sus acostumbradas duchas vaginales luego de hacernos el amor durante toda la noche hasta el amanecer. Así que si estaba embarazada le habrían faltado sus reglas del 24-25 de mayo y del 19-20 de junio, aproximadamente. ¡Coinciden las fechas, Aïcha! Es casi seguro que Saskia se hiciera una prueba de embarazo entonces al no venirle la regla y al darle positivo decidiera refugiarse sola para decidir qué hacer. Por eso se fue a Ibiza tan de repente. El 21 de junio ya estaba en la isla; el 22 me envía su mensaje por teléfono, ¿recuerdas?: “Perdiste entre los dedos bellos momentos de amor y vida. Soy toda agua, fuente que mana, cántaro. Cuando te encuentres me reencontrarás”… Con esos datos interpreté de nuevo sus palabras que por supuesto no eran de suicidio, sino al contrario, de vida… Un cántaro de agua, lleno de vida, rebosante de amor y vida como siempre había deseado; embarazada bajo la forma de un cántaro. Me decía con su estilo poético que había sido un gilipollas, había perdido esos primeros momentos de revelación del misterio de la vida, cuando el amor fructifica en un nuevo ser que asegura el milagro de la creación natural una vez más, esas palabras que se dicen los enamorados cuando se anuncian un hijo. Había derrochado ese caudal de agua viva entre mis dedos por tantas estupideces que hasta entonces me parecían decisivas y no eran más que impaciencia, exclusividad, celos… Sí, todo eso que aborrecía y creía estar inmunizado… ¿Entiendes mi relativa seguridad de que esperara un hijo nuestro?
––Sí, es muy probable… Ese mensaje dice muchas cosas que las mujeres sabemos interpretar mejor que un hombre. Pero sigo sin entender por qué el que estuviera embarazada significa que ha sido asesinada… Faltan más datos, ¿no?
––Claro, Aïcha… La autopsia dio otras pruebas más significativas para la investigación. Encontraron en sus restos una gran cantidad de drogas muy fuertes. Así que dedujeron que su accidente había sido a causa de un excesivo consumo de drogas, que había perdido el control. Saskia había consumido drogas, pastillas, hace años, antes de conocerla, pero desde entonces las aborrecía; no tengo dudas de que le obligaron a tomarlas antes de despeñarle por el precipicio de esa carretera infestada de curvas. También tenía antecedentes policiales por consumo, incluso por tráfico, pues la habían cogido con una bolsa de éxtasis en una fiesta que organizo hace muchos años en Tarifa cuando vivía con un novio músico y frecuentaba esos ambientes. No le costó mucho al Juez decidir que ésa era la principal causa. Además en Ibiza… era fácil hacer tal suposición…
––Ahora sí que me has convencido, Pablo. Una mujer recién embarazada que ha escrito el mensaje que te envió un día antes no va a drogarse sin más, y menos aún si no consumía drogas desde hace años. Tampoco creo que se suicidara. ¿Entonces quién crees que la mató, por qué? ––Aïcha me hace esa pregunta implorando con los ojos tanto como con las palabras. Reconozco su impaciencia…
––No lo sé, aunque tengo mis sospechas más o menos fundadas. Si había un tercero, éste es mi principal sospechoso. Quizás por los mismos motivos que yo reconozco ahora como causas de nuestra ruptura: exclusividad, celos, impaciencia… o por otros que no me atrevo a contarte por ahora. O porque le hubiera comunicado su embarazo y decidiera romper con él… No quiero pensar que aquel hijo fuera de ese tercero asesino, por favor, dios, no… ––y cierro mis ojos abatiendo la cabeza hasta pegar mi frente a la dura tabla de raíz de thuya… La levanto de nuevo y mirando fijamente a Aïcha lleno mi vaso de vodka hasta el borde y lo bebo de un trago largo e inacabable, sin fondo…
––No puedo decirte que comparto tu dolor, Pablo. Mi dolor es otro, diferente… Sólo quiero decirte que no temas más de lo prudente por tu vida aquí en Essaouira. Somos muchos para defenderte, incluso los fantasmas de esta ciudad, de esta casa… Los asesinos de Saskia no podrán hacerte daño en esta ciudad, mientras estés entre gente que te quiere y cuida en silencio… ––y Aïcha me golpea con cariño la mano queriendo trasmitirme seguridad con este gesto tan natural como desacostumbrado entre nosotros. Tendremos que aprendernos de nuevo, pienso…
––Una última pregunta, Pablo… perdóname, es la última, luego iré a casa con mi hijo, me necesita… ¿Su marido y su amiga, no dijeron nada a la policía? Ellos también sabían que no se drogaba… ¿No sospecharon como tú? ¿No sospechas de ellos?
––Sé qué quieres decirme, Aïcha. Sí, he sospechado de ellos… Además ahora mantienen una relación sentimental; me lo dijo ayer una amiga que investiga asuntos relacionados… en fin, algunas cosas turbias… otras historias que puede que tengan que ver… Pero no creo que fueran ellos. No sé como explicártelo. Son aspectos sentimentales que seguramente no entenderías… ––y Aïcha me mira con cierto malestar. ¿O acaso no ha entendido esta historia tan ajena a sus creencias y costumbres y tan distante a su vida normal, cotidiana, en una ciudad de provincias marroquí? Debería disculparme…
––Lo siento, Aïcha, no quise decir… No necesitaban matar a Saskia para vivir juntos… salvo que hubiera otros motivos aparentemente complementarios que en realidad fueran los principales… No creo que los hubiera… pero si fuera así, hoy por hoy no tengo ni la más remota idea de qué se trata. Hay muchos aspectos de esta historia terrible que desconozco o que a lo peor todavía no he sido consciente aunque tenga las pruebas ante mis ojos: en los escritos de Saskia, en sus mensajes, en la crónica de nuestro tiempo juntos que casi puedo recordar día tras día con la ayuda de mis apuntes, mis cuadernos, los textos y documentos que guardo en mi ordenador. Por eso he empezado a escribir una novela, Aïcha, un relato de misterio más o menos autobiográfico a partir del cual espero desenrollar la madeja de nuestra historia, pero no sólo lo que tiene que ver con la muerte de Saskia sino mucho más… desde luego las causas y los culpables de su asesinato, pero también otros crímenes y delitos, otras complicidades también culpables… Esta historia seguramente es mucho más tremenda y peligrosa, Aïcha, de lo que suponemos. Para no ponerte más en peligro administraré la información que te dé, seré cauto. No lo tomes a mal. Ojalá sepa solucionar los enigmas, desvelarlos literariamente, llegar hasta el punto final. Una novela es el mejor lugar en donde se me ocurre guardar mis secretos, tramados, tejidos en y con palabras. Una novela, Aïcha, es un laberinto: Y no hay mejor señuelo, mejor trampa, al tiempo que refugio inexpugnable, que un laberinto construido con palabras. Mis secretos atraen la atención de mis enemigos, eso busco, aunque aparentemente me oculte aquí en Essaouira, en Dar Hadaya Ilahe, en la novela. Sólo podré desenmascararles si les atraigo al centro del laberinto. Sólo así podré destruirles, tambien salvarme… En una novela uno puede escribir casi todo que no se atreve a decir o escribir de otro modo. Respiro absoluta libertad cuando escribo, Aïcha. Cuando escribo no tengo miedo. Ser libre es no tener miedo…
––No tengas miedo, Pablo… escribe. Seremos tus lectores. Nosotros sabemos leer, lo experimentamos sobrenaturalmente en nuestro libro sagrado, el Corán. Tú sabes que “al-Quran” significa leer, mejor dicho recitar… Escribe, sé libre, y nosotros aprenderemos libertad en tu libro. Te creo… Creo todo lo que he leído en tus labios.
––Gracias, Aïcha… Que me leas en mis labios o que otros lean mis literaturas me da la energía suficiente para seguir viviendo, es decir escribiendo. En realidad uno escribe para los demás, por los demás, para que nos lean. Esa es la principal diferencia entre un escritor y alguien que simplemente escribe. También uno vive por y para los demás. Queremos que nos quieran. Eso y no otra cosa significa decir “Te quiero”, es decir “quiero que me quieras”… Sobrevivir para uno solo no es lo mismo que vivir para alguien, con alguien… Me siento solo, Aïcha, y eso me da miedo…
––Escriba pues… Relate encuentros maravillosos, mágicos, tras los cuales todo es posible. Escriba sobre el amor, la alquimia del amor… Escriba sus recuerdos o sus deseos, es lo mismo. El amor cambia el valor de las cosas, Monsieur Pablo, transforma la realidad en sueño, los sueños se hacen realidad en su presencia… ––No me sorprende que Aïcha haya recuperado su costumbre de anteponer el “monsieur” a mi nombre. Al fin al cabo hemos concluido el tiempo de las confesiones, el duelo por Saskia. La vodka hace milagros. Vodka significa “agua bendita”…
––Escribiré encuentros, Aïcha, qué mejor… Luego saldré a pasear un rato. Hassan el yerbatero no estaba en su pharmacie esta mañana. Aziz, su hermano, me ha dicho que me espera después de la oración de la tarde, al ponerse el sol. Estoy impaciente por hablar con Hassan, que me saque de ciertas dudas. Estoy intranquilo por las cosas que me cuentan de él y su gente…
––Hasta mañana, Monsieur Pablo… Mañana será su fiesta, Navidad… Le prepararé un couscous para cenar. Ojalá encuentre alguien para compartirlo. Sólo tiene que desearlo… ––y nos damos tres besos en las mejillas deseando de corazón que mañana todo sea posible…


Desde el racionalismo del s. XVIII una de las mayores ilusiones de los científicos ha sido descubrir y llegar a poseer un perfecto conocimiento del conjunto de determinismos del universo. Pero con el paso del tiempo, una vez establecidos los conceptos de relatividad e incertidumbre, han debido renunciar a este conocimiento tan deseado. Frente a una compleja realidad indescifrable nuestra actitud más coherente y eficaz ha sido la de limitarnos a enumerar y cuantificar sus probabilidades, sus posibilidades. Así pues, gran parte de los esfuerzos de la ciencia han ido encaminados a describir la realidad por medio de sus probabilidades.

Al mirar hacia el universo vemos un mundo que cambia constante y permanentemente. Nuestro conocimiento es limitado; toda información, parcial; el porvenir, incierto… Aunque podamos enumerar una lista de acontecimientos posibles, no tenemos la facultad de anunciar con absoluta certeza un acontecimiento que vaya a suceder. Sin embargo la observación de los fenómenos cambiantes de este universo en expansión nos revela que algunas secuencias se repiten siempre, o se producen en ciertas condiciones, permitiéndonos simular teóricamente algunos procesos por medio del ensamblaje de evidencias sucesivas. Estas aproximaciones no son más que modelos explicativos, apenas una discontinua crónica de los acontecimientos, pero infunden una cierta confianza en nuestro sistema de conocimiento.

A pesar de la imperfección y precariedad de los datos que disponemos, hemos intentado legislar una auténtica ley de las probabilidades en la que pudiéramos creer, mantener un supuesto rigor científico que tranquilizara nuestra conciencia. Esta ley sólo puede fundamentarse en evidencias de una realidad que puede medirse, calcularse, definirse. Definir la realidad es describir las relaciones de causa y efecto por fórmulas, más seductoras cuanto más simples y sencillas. La ecuación diseñada por Albert Einstein que expresa la relación entre masa y energía (E=mc2) y soporta la Teoría Especial de la Relatividad es el ejemplo más afortunado entre todas estas fórmulas que nos fascinan por su aparente frivolidad y brevedad sígnica.

Descubrir en el caos que nos rodea, y nos incluimos, cadenas causales que de alguna forma podemos representar con esta simplicidad algebraica constituye realmente una victoria de nuestra imaginación, más sorprendente si cabe si nos permite prever, elegir, con antelación. Cualquier trampa y jugada de ventaja ante el determinismo del universo satisface nuestro espíritu, nos divierte aunque sea por poco tiempo. En la ley de los grandes números, el azar toma todas las apariencias de un determinismo. Si todo está previsto desde el instante inicial, si toda transformación está rigurosamente canalizada y todo fluye inexorablemente hacia un futuro ya determinado, el tiempo sería una dimensión superflua… Sin embargo la experiencia y nuestro instinto de supervivencia nos dictan la presunta seguridad de que el tiempo es la materia primera y esencial de un universo siempre en proceso, en perpetuo cambio y transformación —construyéndose y deconstruyéndose casi por entero—, en donde todavía hay esperanza. A pesar de las apariencias, a pesar de su arriesgada previsibilidad, el azar sigue siendo un capricho de Dios o el Destino, para el caso da igual…

El azar es el conjunto de factores que intervienen o parecen intervenir en la modificación de un sistema. Para el filósofo A. Cournet el azar es el encuentro de dos series causales independientes. Las causas de estos dos procesos que se encuentran son independientes y autónomas entre sí. Sólo el azar, su fatal encuentro, las esclaviza y determina para siempre. Decir siempre es como decir nunca o todo o nada… o “jamás te olvidaré”… Son las deliciosas coqueterías de los enamorados para los que un instante adquiere la dignidad e indeterminada duración de la eternidad. Dos líneas perdidas en el vacío del universo se encuentran en un punto y dejan de ir a su libre albedrío, es decir dejan de existir autónomos e independientes. Ahora interactúan, se pertenecen…

Los amantes crean hermosas esfericidades con sus cuerpos. Dicen que los puntos son esféricos, al menos se les representa así. Todo punto es el centro de un espacio sagrado. Todo centro es el centro del universo. El amor es el centro del centro del universo. Todo, o nada, gira a su alrededor… es lo mismo. Cada amor es un agujero negro que todo lo atrae y succiona. El Amor es el agujero de todos los agujeros del universo…

Hay situaciones que no podemos ni debemos provocar con urgencia e insensatez, pero tampoco retrasar indefinidamente, no sea que la vida haga de las suyas. Los encuentros necesarios, como los desencuentros inevitables, poseen siempre su tiempo y espacio únicos —irresistibles, irrenunciables, irrepetibles. La justificación del azar sólo es un recurso afortunado que ahorra las palabras y nos permite seguir creyendo en las virtudes terapéuticas del placebo de la libertad. Hay que dejar de tener miedo al destino: nos hace más frágiles, más humanos, sosiega nuestra impaciencia, reconforta nuestra angustia mientras tanto. El destino nos elige; el destino compensa nuestra lealtad con sus regalos inesperados…

El signo de nuestra aparición y encuentro es también el signo de nuestra desaparición y desencuentro, muerte y distanciamiento… Hay cosas que a uno le ocurren sin haberlas querido, y sin embargo ocurren. Es este vértigo de las personas y las cosas apareciendo y desapareciendo con una velocidad que hace inútiles nuestros pobres intentos de comprensión racional lo que nos inquieta y seduce a la vez. Siempre estamos inventando causas para conjurar nuestra manifiesta incapacidad para sentir el natural discurrir del universo… La intuición —en la creación artística, en los afectos, en los más terribles presagios— y la imaginación son quienes imantan las cosas y nos revelan configuraciones inseparables, las que dan esperanza a aquellos objetos y seres erráticos que vagaban por la indeterminación del espacio sin saberse ni entenderse. Su encuentro o desencuentro dependen de su misma vocación de contigüidad, de su humilde condición de acontecimiento natural del proceso de seducción generalizado en el universo…

Un hombre y una mujer se encuentran en el centro sagrado del universo. Son cuerpos y almas vagamundos que han soportado en silencio o con escándalo la tensión entre su soledad interior y el vacío-lleno que les rodea, cuerpos y almas a la deriva en la nada. Su encuentro es un asirse a la esperanza. Sus miradas son un alivio a su ceguera e invisibilidad. Sus cuerpos se reclaman los olores, las pieles, las caricias, el sudor, el calor de las mejillas, la humedad de los besos, el escándalo de los gemidos, todos los líquidos retenidos en sus órganos y vísceras. Se regalan en el sacrificio de un abrazo inextricable. Su destino se manifiesta espléndido en el milagro de las metamorfosis de sus cuerpos y en el destierro de todo razonamiento lógico al abandonarse a su placer. El misterio del encuentro de un hombre y una mujer está en el poder insuperable de su deseo. Un hombre y una mujer se aman a pesar de sus circunstancias, de los demás, de la amenaza del olvido. Un hombre y una mujer se separan a pesar del poder narcótico de sus recuerdos…

¿Recuerdas, Saskia, qué día nos encontramos, dónde, cómo, qué palabras nos leímos en los labios por primera vez? Tengo tan presente nuestro más antiguo pasado que no acierto a escribir su tiempo gramatical más acertado. Antes y ahora se funden, desaprensivos, aquí en Dar Hadaya Ilahe, la Casa Regalo de Dios… Que magia la de la escritura que nos hace dueños del tiempo “kronos” y libera de sus servidumbres. Revivir horas felices en la literatura, a través de las palabras, recitarlas como una oración… Qué poder saber leer como escribir…


Tras nuestro encuentro en Víctor Hugo esquina Gran Vía nos tomamos de la mano con absoluta naturalidad, como si lo lleváramos haciendo años, desde siempre, y nuestros dedos no necesitaran ni aprenderse ni consultar en su memoria digital como se acoplaban y entrometían unos con los otros antes de su ausencia de siglos. Pensándolo ahora, no era fácil que nuestras manos se tomaran así de primeras: su dedo meñique entre mis dedos índice y anular formando como un broche de seguridad, forzando a la vez nuestros pulgares a cruzarse más estrechamente como pestillos curvos que ensamblaran en un todo irrompible palmas, dedos entrelazados y yemas digitándose… El tacto, las manos, las finas terminaciones nerviosas en las yemas de los dedos, seguro que disponen de una memoria de reserva propia de indeterminada capacidad para atesorar tanto las caricias, cada una en su carpeta original, como los tormentos de la distancia ––estos en un único basurero sin fondo ni siquiera ordenados por sus fechas––, además de una ilimitada teoría de archivos independientes para guardar diferenciadas las de orígenes diversos, de recuerdos con distinto nombre, las fórmulas de cada sudor y su distinto pH… Al igual que no existen dos huellas dactilares iguales tampoco hay dos caricias de distintas manos que puedan confundirse, ni dos besos (incluso de las mismas bocas)… ––otras sensaciones y sentimientos no digo que sean comunes, pero pueden parecerse tanto unos a otros que a lo peor alguna vez nos confundimos. Tampoco sugiero que haya que probar para saber si sí o no… pero estoy casi seguro que aun podríamos confundir a nuestros amantes a ojos ciegas e inmóviles al hacernos el amor o mejor dicho al follarnos, pero juraría que nunca confundiremos sus besos, sus caricias más íntimas y personales, sus recorridos, sus entretiempos… ¿O no?

Saskia me llevó de la mano en volandas por las calles traseras de La Gran Vía: cruzamos La Reina, Infantas, seguimos por Barbieri hasta la Plaza de Chueca, a esta hora atestada de gente en las terrazas. Todas las mesas estaban ocupadas; hace calor, la atmósfera presagia tormenta, todo el mundo se demora sentado a la fresca, es un decir… Por suerte una pareja se levantó muy cerca de donde esperábamos y nos sentamos al fin. No es de los mejores sitios pero tampoco estamos en condiciones de elegir. No he cenado, ella tampoco, así que necesitamos reponer fuerzas; a lo mejor la noche será larga, pienso. Estamos en la terraza de la Cafetería Verdoy, al ladito de Sacha’s Disco, un magnífico lugar para contemplar el espectáculo de vanidades que desfila por la plaza sin cesar: rockeros de todas las edades, gays en camisetas de tirantes y minishorts de cuero, punkies de salón, lesbianas de todas condiciones, desde ninfas glamorosas hasta camioneras de perilla afilada, y una dispar fauna de patéticos “rodrígueces” a la búsqueda y captura de extranjeras extraviadas… Nos pedimos un par de pepitos de ternera, una ensalada y un par de jarras de cerveza bien frías, por favor…

La cocina trabaja a destajo y los pepitos llegan relativamente tempranos, apenas tenemos tiempo para relatarnos las peripecias de nuestro encuentro: que si aquel fin de semana tenía una fiesta familiar y le era imposible ir a Estambul, no podía faltar hoy domingo a una comida de aniversario; que mientras me escribía el otro día y luego de ver mi fotografía no pudo por menos decidir sobre la marcha encontrarnos hoy aunque fuera en Madrid por unas horas, al fin al cabo “me lo había ganado” con mi insistencia y mis hermosas cartas ––me confiesa que se “pierde” por las palabras de quien no sólo sabe expresar sus sentimientos poéticamente sino además lo hace con la rara habilidad de parecer que las dice al oído, que por eso me preguntaba cómo sabía mi voz… que intuía que yo trabajaba en asuntos relacionados con el arte, ella también se siente muy próxima a este mundo ––a nadie que no tenga una sensibilidad artística se le ocurre llamar a su perro “Paul Klee”, por ejemplo, me dice sonriendo como cuando la vi por primera vez en la TV… También me comenta que tenemos amigos comunes, que cuando leyó mi nombre recordó cosas que le habían contado de mí unos buenos amigos “artistas”, sin más detalles por ahora, y que entonces había ojeado y leído por encima mi libro sobre Marina Abramovic a la que admiraba como mujer y artista, etc…

Embobado, escucho a Saskia a un palmo y medio, mirándole a los ojos, a los labios, qué pestañeo. Apenas acierto a decirle que este encuentro es un milagro, por lo menos, dadas las circunstancias de nuestro punto de partida televisivo, que fue una extrema casualidad (por no decir un maravilloso regalo del Destino y se asuste) que me despertara aquella madrugada con la televisión encendida precisamente en ese canal y en el programa de Sánchez Dragó que no veía nunca por diversos motivos ––no le dije por cautela que es un personaje que detesto tanto por su literatura como por su carácter exhibicionista y egocéntrico, aunque comparto su pasión por la lectura y devoción por los libros… También le dije que por sus cartas “intuia” que nos veríamos “antes” que en verano en Mallorca…

Los pepitos nos ahorraron muchas palabras innecesarias ––cuántas palabras podemos ahorrarnos con sólo tener la boca ocupada, ¿no?, con un pepito de ternera, por ejemplo, o un beso… Cenamos en un pis pas y nos pedimos otro par de cañas. Percibía vagamente que sucedían muchas cosas a nuestro alrededor pero estaba en mi gloria particular con Saskia, tenía ojos sólo para ella, el único espectáculo que me interesaba era disfrutar para mí solo la dulzura de sus miradas, la acidulada frescura de su sonrisa, sus palabras en sonido estereofónico, las sutiles caricias que nos regalábamos al coger a la vez el mismo tenedor, al retirar levemente la fuente de la ensalada, el erotismo de cruzar y descruzar nuestras piernas rozándonos ligeramente y con tal pretexto pedirnos perdón de inmediato mientras yo posaba con ingenua confianza mi mano en su muslo y ella en mi rodilla… Esta segunda caña la consumimos mucho más despacio contándonos anécdotas de Mallorca, de Japón, de Estambul; como para comprobar en qué cosas coincidíamos, qué paisajes nos conmovían del mismo modo, como compartíamos nuestras risas, si eran corales o desacompasadas; en suma, conocer y experimentar nuestros respectivos sentidos del humor ––qué importante es el humor en el amor, y no digo si nos divierten las mismas tonterías o nos hacen reír las mismas palabras o compartimos el inmenso placer de inventarlas a medias y reírlas duplicadas… Creo que ambos pasamos esta primera prueba con un notable muy alto: fuimos naturales hasta casi el nudismo, nos dábamos la palabra y nos interrumpíamos lo justo, como bailando, cambiando el paso a nuestra medida, a nuestro ritmo, aprendiéndonos sin prisas, pero también ambiciosos, ensayando de vez en cuando alguna figura extravagante, alguna palabra altisonante… En eso estábamos cuando me dijo que estaba casada hacía siete años y su marido se llamaba Rodrigo.

Pedimos la tercera caña, ahora para pasar el bocado nada fácil de contarnos lo suficiente de nuestras respectivas vidas sentimentales. Es mejor decir estas cosas de una vez que no ir dejándolas para más adelante, no vaya a ser que más adelante nos dé vértigo y tengamos que utilizar el socorrido paracaídas de las medias verdades o la indeseable tabla de salvación de las mentiras de conveniencia. Saskia estaba casada y yo divorciado apenas hacía un año, aunque separado bastante más. Yo tenía un hijo, Andros, de casi veinte años, que estudiaba y vivía el Londres. Saskia había querido tener hijos hace tiempo pero ahora ––entonces–– no se sentía con fuerza ni motivación para intentarlo de nuevo. Su padre vivía, recién le había ayudado en una mudanza que intuía por sus comentarios traumática; su madre había fallecido cuando tenía dieciséis años. Mis padres habían muerto: mi madre cuando yo todavía era niño, no la recuerdo; y mi padre hacía tres, de un infarto en pleno sueño, como hemos deseado todos alguna vez… Saskia tenía un hermano menor, Rafael, con el que no se llevaba ni bien ni mal; a lo mejor nos lo encontramos esta noche, ésta es su zona, me dijo, insinuando que era gay con fina ironía… Yo no tengo hermanos ni hermanastros, sólo primos y amigos ––y amantes y ex amantes, pero no se lo dije entonces porque era innecesario y además una estúpida coquetería de la que por cierto no me sentía especialmente orgulloso hacía un tiempo…

Pasaba la una de la madrugada cuando dimos por terminadas las cervezas y la primera sesión de confidencias protocolarias. No sé cómo expresar la volatilidad de aquellas dos horas durante las que apenas dejamos de acariciarnos en y con nuestras manos, caricias-poema, arabescos táctiles sin repetir ni una sola vez sus trayectos, sus figuras, sus demoras ––qué arte el de nuestros dedos tejedores, la de maravillas que dibujaron y tramaron aquella noche de julio. Me dejé llevar por Saskia fuera de Chueca, ella era mi anfitriona. Nos habíamos encontrado esa noche por su voluntad, a ella le correspondía pues oficiar la ceremonia de la primera noche, dictar su encantamiento, hacerlo a su manera. Salimos por Gravina y cruzamos Hortaleza de camino a Fuencarral y Malasaña. Ni un mal paso, ni un tropiezo, paseábamos acompasados; nos hacíamos gracias y reíamos como colegiales, qué adolescentes pensaría alguno. Sólo recuerdo de aquel camino que andamos y desandamos algún tramo, como si hubiera perdido la orientación ––me daba igual, hacía rato que mi brújula estaba permanentemente imantada a su cuello y no me importaban otros puntos cardinales que no fueran los que delimitaban precisamente su rostro. Saskia era muy guapa; me parecía un sueño pasear de madrugada por Madrid de la mano de Brooke Shields.

Por fin encontramos el sitio que buscaba; cómo no, puro ambiente chill out. Sofisticada decoración hindú a base de telas y más telas: coloridos brocados bordados en oro, transparentes sedas multicolores cayendo naturales desde el cielo raso por las paredes, espejos de latón, ghanesas, shivas, saktis por todos lados, grandes divanes, docenas de cojines de todos los tamaños y formatos, rosas, celestes, azafranes… luces indirectas, tenues, cálidas… música house, fusiones… olor a sándalo, a patchouli, palo de rosa, … pétalos de flores esparcidos sobre las mesas bajas… Y afortunadamente sólo un par de parejas en todo el local, abstraídos en lo suyo, entusiasmados en su particular ensimismamiento, y una camarera-sacerdotisa de vientre desnudo tan sensual y hermosa como una estrella de película de Bollywood; vamos, un templo para los amadores del tantra y devotos del kitsch oriental. Aunque parezca más que curioso nunca supe el nombre de aquel lugar ni volvimos allí nunca más. Fue nuestro limbo particular antes de entrar al paraíso, es suficiente. El umbral del umbral…

Recostados hombro con hombro, celosos de nuestra manos y sus familiaridades, cada vez más largos en nuestro diwan, ajenos a nuestro derredor, nos fuimos regalando otras confidencias el resto de la noche hasta que cerraron. Que si ella trabajaba a temporadas en un “chollo” que había inventado: diseñar regalos de navidad especiales para empresas o para gente caprichosa; ediciones exclusivas de sus haikus caligrafiados, encuadernaciones exquisitas de libros en blanco en papel de Amalfi, grabados minúsculos en el interior de marcos excesivos de maderas orientales, calendarios y agendas con santorales conmemorativos sólo de artistas y poetas, acuarelas monocromas ceñidas por cintas de seda de Tailandia, delicatessen visuales como ésas. Aprovechaba las amistades de su padre y se servía de las habilidades de Rodrigo, su marido. Rodrigo Martínez de Cordova había sido un artista con cierto nombre en la movida madrileña a principios de los ochenta. Luego había desaparecido como tantos otros. Entonces montó un taller de grabado y litografías, trabajaba editando obras de otros artistas, él apenas hacía ilustraciones originales, publicaba de vez en cuando sus dibujos en alguna revista de moda. Se conocieron en el 96. Ella quería salir definitivamente de una historia que le había hecho mucho daño. Rodrigo estaba convaleciente de un divorcio traumático. Se encontraron por necesidad, les fue bien durante un tiempo: viajaron juntos, compartían aficiones, semejantes tropismos por el arte, aunque Saskia fuera una amateur y Rodrigo un profesional venido a menos… Me confesó que todo empezó a venirse abajo cuando sintió la ineludible llamada de la naturaleza a ser madre… Sucedieron muchas cosas que algún día me contará, me dice mirándome a los ojos a menos de un palmo de distancia ya como implorando que tengamos futuro, por favor. Quiere mucho a Rodrigo, a su manera. No ha pensado separarse de él, aunque tampoco le gustaría vivir siempre juntos del modo que lo han hecho los últimos meses. Terminar su novela fue una especie de sacrificio dedicado a un futuro mejor, al menos diferente. Mantienen un pacto de libertad “bajo fianza” que no les va mal. Rodrigo está volcado en su trabajo, en sus ediciones para una compañía de inversiones en el mundo del arte bastante conocida ––que por cierto a mí me da mucho que pensar, recelo de su excesivo “amor al arte” hace tiempo–– y también ayudando a Saskia en su negocio a tiempo parcial. Saskia dice que está aprendiendo a vivir ligera, sin demasiado peso a la espalda, a vivir día a día desembarazada de ligaduras e impedimentas. Dedica su tiempo libre, que es relativamente mucho, a imaginar otros proyectos creativos personales fuera del mundo del grabado y los regalos “especiales”: video performances poéticas, simbolistas, acciones “terapéuticas” en la calle, anónimas, graffiti-haiku en muros cualquiera, en cualquier parte… La dejo hablar sin meter baza voluntariamente, quiero aprenderla, saber de ella; de mí estoy harto de leerme y escribirme, de hablar y escucharme a todas horas.
––¿Qué fuiste hacer a Japón, a Estambul? Espero que no sea un secreto profesional… ––me pregunta a bocajarro.
––No sé si sabes que hace años trabajo con Yoko Ono, produzco muchas de sus exposiciones. Hemos hecho más de una docena juntos, creo… Hace un par de años la Japan Society de New York organizó una gran exposición antológica de toda su obra, desde la conceptual y fluxus de los años 60' hasta ahora. Ha estado itinerando desde entonces por museos americanos. El año próximo se presentará en Japón y Yoko ha querido que fuera a ver el espacio del nuevo museo de arte contemporáneo en Tokio para empezar a pensar en su instalación allí… Y a Estambul porque me han invitado los organizadores de su Bienal; quieren que colabore en una de sus secciones pero no hemos llegado a ningún acuerdo. Pagan poco y exigen mucho. Este año es imposible, estoy cargado de exposiciones ajenas a Yoko. Llevo entre manos cinco que deben itinerar todavía: una en Moscú, que presentaré luego en Praga o Karlovy Vary y Barcelona; una muy grande sobre arte español que ha estado en Berlín y en octubre inauguraré en New York; otra sobre las tauromaquias de Picasso que después de Milán itinerará por Italia… y algunas más menores que también he de ocuparme de ellas aunque no me exijan tanto. Ah, y un proyecto con Rebecca Horn que no sé si saldrá…
––Te envidio, Pablo… Tus viajes a cualquier parte con el arte. Eso sí que es verdadero arte de vivir, una vida creativa… Me gustan tus mujeres artistas, Yoko, Marina, Rebecca… son fuertes. ¿Cómo lo haces? ¿Las enamoras con tus palabras también en serbocroata, inglés, alemán, japonés? ––me dice chispeante y pícara.
––Nooooo… ––río abiertamente. Ellas me enamoran con sus obras y su imaginación, yo soy su chevalier servant
––Pues ojalá te enamores de mis cosas como yo de tus palabras… Sólo deseo que alguna vez en un futuro próximo me presentes como haces con ellas, me escribas palabras que me pertenezcan sólo a mí…
––Así sea, así será… inch’Allah… ––y con estas palabras mágicas abolimos la distancia de menos de un palmo que separaba nuestros labios. Un beso largo y sutil, de labios apenas rozándose, dándose tiempo para rezumar sabrosos, de humedades que manan poco a poco, las lenguas desperezándose primero perezosas, luego curiosas, al final caníbales, entrometiéndose por todos los vacíos que encontraban a su alrededor una vez superada la barrera marfil de los dientes, sus ferocidades… Al igual que nuestras pieles, nuestras salivas tenían la misma temperatura, y sabían a mandarina. ¡Qué milagro! Un largo beso, el primero, sellando nuestro compromiso con el arte de amar, por amor al amor, por amor al arte…
––¿Te vas a dejar enamorar? ––le pregunté provocador una vez recuperamos nuestra distancia más larga…
––¿Acaso me preguntaste antes de comenzar a hacerlo? ––me contestó retadora… Tú haz bien tu trabajo que yo haré el mío. Es una cuestión de confianza, mon amour
––Pues entonces juguemos con confianza… Play it by trust

Y unos minutos después estábamos en la calle abrazados por la cintura sin cuidado, desandando el camino hasta el parking donde había dejado su coche. Nos prometimos encontrarnos en Mallorca a finales de agosto. Saskia tiene una amiga, Bettina, ––fotografa, que conozco bien–– y se alojarà en su casa cerca de Deià, frente a Llucal.lcari. Ha posado para Bettina alguna vez, para sus albumes más sensuales, también en su serie de mujeres crucificadas, aunque la suya no ha sido editada finalmente. Mientras tanto nos escribiremos, nos hablaremos por teléfono, como casi todos los enamorados exiliados de sus cuerpos alguna vez. Cuarenta y cinco días son una nadería, nos convencemos sin mucho esfuerzo. Desde el umbral toda distancia y todo tiempo son insignificantes… Una prueba más: la ausencia de nuestros labios y nuestras manos, y ya…

Recuerdo que Petter el Araña dice en su autobiografía: “Cuanto más tienen que decirse dos personas, más despacio andan”… Tanto teníamos que decirnos que ni siquiera empleábamos las palabras, las voces. Todo nos lo decíamos digitándonos caricias… inmóviles. Llegamos lentamente por fin a nuestro destino aquella noche. No sé a qué hora de la madrugada nos despedimos abrazados. No nos dimos un beso, por supuesto… Hubiera sido imposible superar el primero; a ambos nos gustaba el regusto de nuestros besos.
––Bona nit, Saskia…
––Bon dia, Pau…
––Te inventaré en Venecia…
––Te esperaré mientras tanto, mi Odiseo…


Son más de las siete en Essaouira. Anocheció hace más de una hora sin darme cuenta. Vuelvo a la realidad de la noche en Dar Hadaya Ilahe tras mi viaje astral de ida y vuelta a los archivos Akhasa en donde guardamos como intactos nuestros recuerdos más preciosos. Leeré a Petter el Araña una vez más, transferiré sus palabras a mi cuaderno y de allí, reelaborados, transformados con mis acentos, los pasaré como nuevos a mi novela… Ya ves, sigo al pie de la letra tu consejo, tus acciones: “Desembalé el ordenador portátil, me senté junto al escritorio y me puse a escribir la historia de mi vida”… ¿Qué sucederá mañana?

Mañana… Primero tengo que ver a Hassan. Espero que me perdone no haber acudido a la cita que nos preparó Aziz... Mañana es Navidad. Paz a los hombres de buena voluntad… Qué solo me he quedado, Dios…

Foto: Desierto de Essaouira

jueves, 27 de noviembre de 2008

3º Capítulo/ Cartas marcadas...


02.06.2003 05.13 AM

Hola, Saskia… Bon dia o lo que sea cuando me leas…

Sé que estoy cometiendo un acto arriesgado, desde luego nada frecuente y dios quiera que tampoco estúpido, de dirigirme a ti aun sin saber quién eres ni por qué estabas esta noche en un programa de TV, esa tertulia literaria que dirige Sánchez Dragó. Te escribo todavía sonámbulo con la perversa intención de intentar explicarme —al tiempo que te explico en detalle— qué hago yo aquí a estas horas de mi madrugada escribiendo a una hermosa desconocida que cautivó mi mirada, toda mi atención, nada más despertar tras una copiosa y pesada cena que me ha dejado aletargado como una serpiente durante horas en el sillón del cuarto de estar. El acontecimiento fue así…

Esta tarde fue preciosa, de domingo, me la merecía. La pasé en casa escribiendo sobre mis cosas… De vez en cuando salía al jardín y me mecía en la hamaca o jugaba con Klee, mi amigo de cuatro patas, a estirar del otro extremo de la manguera de regar. Olíamos la madreselva, las hojas de salvia, recorría los maceteros buscando nuevos brotes de primavera. Dejé pasar las horas entre libros y hierbas. Mientras tanto florecían algunas palabras afortunadas, recuerdos agridulces, sensaciones… Fui indolente y feliz. Así toda una tarde deliciosamente solitaria…

También me regalé músicas diversas, de las que me gustan y acompañan normalmente cuando estoy en casa: La Belle y la Bête de Philip Glass, bandas originales de películas, un tipo de música que me encanta —Vanaprastham, In the Mood for Love—, y un potpurrí de grabaciones variopintas: un sentimental álbum de Nana Caymmi —Eu me lembro de você—, la grabación original de Alf Leila Wa Leila de Om Kalsoum, The Road To Ensenada de Lyle Lovett, el corrosivo Berlin de Lou Reed, y algunas cosas raras de DJ’s de New York, de la calle Orchand para más señas —te lo puedo decir así de corrido porque todavía están las cajas de CD’s sobre la mesa y no me cuesta mucho escribir estos títulos, nada más; por favor no malinterpretes esta aparente pedantería musical, tan heterogénea.

Cuando cayó la tarde Klee me recordó, lamiéndose, que era su hora de cenar: le llené su plato de bolas de pienso, la fuente de agua, y luego esperé que hiciera su meadita al lado del limonero, su árbol preferido… Y ya… La tarde estaba bien gastada, lista para añadir al catálogo de tardes mansas, otra más, por suerte —hoy me la merecía, te dije.

Entonces tuve ganas de cenar y prepararme algo especial. No es que tuviera mucha hambre —había picoteado cositas de vez en cuando— pero me apeteció hacer algo más consistente que la ensalada de tomate, apio, huevo duro y anchoas que me había compuesto y comido a media mañana. Así que busqué en la despensa, en el frigo, y fui tomando cosas de aquí y allá, preparando sartenes. En un santiamén me vi con la repisa llena: media bandeja de champiñones, un frasco con surtido variado de hongos y setas, una docena de pimientos de Padrón y media de espárragos trigueros, un par de cebollas francesas, otro de tomates en rama, albahaca fresca, una ramita de perejil, un diente de ajo, el aceite, la sal, la harina, el aceto balsámico, taquitos de jamón serrano para freír, y una cola de salmón fresquísimo que había comprado el sábado en el Corte Inglés; ah, y unas cerezas picota, un pan chapata y una cerveza sin alcohol para refrescarme mientras cocinaba. Apenas tardé en preparar todo poco más de media hora: una zarzuela de hongos y setas a la albahaca y el salmón acompañado por los pimientos y los espárragos, a la plancha; y me lo comí en otro tanto —aunque al final perdoné las picotas—… Por supuesto me abrí una botella de buen vino, Anima Negra 2000… Decirte que todo estaba sabroso y me supo a gloria sería una vanidad, pero es cierto… Klee dormía hace rato en su mantita junto a mí y yo me quedé dormido en el sillón al rato mientras veía las noticias de deportes en la 2: apenas recuerdo que Alonso fue quinto en Mónaco… Me quedé dormido como un bendito. No soñé o no lo recuerdo. Hace tiempo que no sueño o no recuerdo mis sueños, Saskia.

Al despertar, te vi por primera vez en mi vida. Todavía creo que eres un ángel, una angélica aparición.

Imagíname, por favor, atolondrado y derrotado tras la pesada digestión, con la lengua seca e hinchada por el vino, intentando reconocer quiénes estaban en la televisión nada más despertar de madrugada. Ah, sí, el Sánchez Dragó… ¿Y esa hermosa mujer de camiseta hindú rosa? ¡Qué ojos, dios! ¡Qué maravilla de sonrisa, luz de ángel!... ¿Y la demás gente?... —no conozco a nadie, qué más da—... Por dios, que enfoquen a esa mujer, sus ojos, su sonrisa —exigía con palabras altisonantes aunque estaba solo en mi casa y por supuesto el realizador no me podía oír… Que hable, que me hable otra vez… Ay, cielos, ¿quién es esa mujer y de qué habla? ¿Por qué está allí con el Dragó? ¿Por qué sonríe de tal modo mirando de reojo a la cámara, abatiendo sus pestañas? Qué prodigio, parece que me sonríe sólo a mí —me convencía con facilidad… ¿Sólo eres un sueño rosa, mi ángel de madrugada? Desde entonces, asombrado y todavía sonámbulo, te presiento y deseo como un ángel, Saskia —me gustó tu nombre raro nada más escucharlo… Entiendo a los profetas y a los geniales soñadores que reivindican siempre la aparición de un ángel como fuente de sus creaciones sobrenaturales. Profetizo que leeré en tus labios a un palmo de distancia, Saskia, o más cerca, y crearé mis obras maestras a tu sombra, o con tu recuerdo. Así sea, así será…

Apenas pude entrever la dirección de correo electrónico que apareció impresa bajo tu busto. La tomé como un regalo del destino, o mejor aún, algo que “me” regalabas para convocar no sé qué maravillas por venir… Qué dirección tan enrevesada la tuya, Saskia, y qué sopor el mío, entonces, y terribles los efectos colaterales de despertar así de pronto… Incluso ahora mismo que te escribo no estoy seguro de la totalidad de tus señas y me entra el miedo de que me haya confundido y esta confesión de madrugada no te llegue nunca a laverdaddesatya@hotmail.com...Voy a tener que escribir tres o cuatro direcciones parecidas a ver si tengo suerte y en una de ellas me lees, ojalá. Pero si aconteció el milagro de encontrarte al despertar —pensemos en las escasas probabilidades entre millones de posibilidades en nuestra contra— por qué no va a producirse otro milagro ahora más fácil y chico: que esta carta llegue a tus ojos, que me leas y sepas de mí, mi entusiasmo nada más verte. Lo deseo tanto, Saskia. Ahora depende de nuestra voluntad, querer o no querer, ésa es la cuestión…

Entre las cosas que (me) dijiste entendí que habías escrito una novela, la recién terminaste. Te confieso mi devoción por la escritura…Yo también escribo una novela, estoy en ello hace más de tres años y no veo como proseguir y acabar de una vez —me parece una tarea heroica. Comencé otros relatos largos antes, pero tampoco supe darles fin ni desarrollarlos más de unos capítulos —aunque sus historias te las podría contar de viva voz hasta en sus más mínimos detalles… El personaje femenino principal de mi última novela se llama Silvia y el masculino Bruno Llanes. Cuando imagino físicamente a Silvia lo hago pensando en Brooke Shields que por cierto os parecéis muchísimo; también tu voz me recuerda a mi Silvia inventada —imagina pues mi sorpresa al encontrarte frente a mis ojos, escuchándote.

De tu novela, recuerdo que decías que su personaje principal es una joven que diseña y crea jardines japoneses. Que nació en Mallorca pero aprendió su arte en Japón y recorre el mundo de isla en isla construyendo jardines originales, uno en cada una, como si fueran islas reinventadas en medio de islas reales… Nombraste islas del Mediterráneo que conozco muy bien y son algunos de mis lugares favoritos: Mallorca —en donde vivo—, Formentera, la microisla de Tabarca, Cerdeña, Sicilia, Stromboli, Santorini, Serifos… Y hablabas de tus viajes por Japón, en la India, la común condición existencial de viajeras de tu personaje y tú misma; y que tienes algo que ver con el arte, que a veces escribes sobre arte… Ah, si yo te contara —que te contaré si me das una oportunidad, admirada desconocida Saskia.

Yo también soy un viajero, por vocación, placer, y también gracias a mi trabajo. Me gustan las islas es decir poco; me gusta vivir en ellas, ser su náufrago. Por eso vivo en Mallorca, aquí vuelvo de vez en cuando, aquí tengo mi casa, desde ella te escribo esta madrugada del 2 de junio de 2003 (02.06.2003), fecha que investigaré y todos sus arcanos astrológicos, no lo dudes.

Recién llegué a la isla el sábado y el miércoles viajo de nuevo; estaré así, yendo y viniendo, este mes y casi todo julio. Te señalo mis etapas por si nos cruzamos en el camino y tienes curiosidad de conocerme. Primero a Moscú, sólo por unos días —estaré alojado en el Savoy, cerca del Bolshoi. Volveré el sábado a la isla. El martes siguiente viajaré a Roma, tres días; me encontrarás en el Grand Hotel Gianicolo, muy cerca de San Pietro in Montorio —qué maravilla, Saskia, las vistas de Roma desde la Academia de España. Creo que luego iré a Venecia —se inaugura la Bienal esa semana—, pero todavía no es seguro que vaya a la apertura ni dónde me aloje —en el Lido, supongo, pues mis hoteles favoritos ya están reservados en su totalidad para esas fechas… Lo que es seguro es que el día 18 voy a Tokio; estaré una semana justa; por supuesto me alojaré en el Yamanoue. Y de vuelta a Mallorca me quedaré un par de semanas en casa si es posible sin salir si no es para llevar a Klee de paseo… A mediados de julio debo estar en Estambul unos días pero todavía no sé las fechas ni dónde me puedes encontrar —ojalá me reserven en el Pera Palas, mi preferido.

Por favor, te ruego no interpretes esta agenda viajera como un acto de coquetería o vanidad, de prepotente pedantería. Como viajera sabes que no es de turismo lo que te estoy escribiendo. Las ciudades de las que te hablo forman parte más o menos sustancial de mi biografía viajera, por trabajo o por placer, que para mi caso es lo mismo. No soy turista, por supuesto; los aborrezco… Te dedico mi agenda, Saskia, para que puedas seguirme con tu imaginación si te apetece y dejarte caer en la tentación de pensarme mientras tanto. O me escribes algún correo si tienes curiosidad por conocerme, saber de mí, seguir leyéndome… No sé qué pasará por tu cabeza cuando me leas; si habré sabido llamar tu atención o no, parecido demasiado descarado o un loco obsesionado por tu sonrisa, confundido por tu milagrosa aparición, extraviado entre tus palabras… A lo mejor te apetece escribirme porque sí.

Saskia, son casi las cinco de la mañana... Aprovecharé que estoy desvelado para seguir escribiendo mis cosas hasta el amanecer. Esta noche te la dedico a ti por entero, Saskia. Una Rosa es una Rosa es una Rosa escribiré en Roma, haré graffiti por ti. En cada palabra que escriba, en todos mis puntos suspensivos, hilvanaré tu sonrisa angelical, mi luciérnaga.

Bona nit; es decir bon dia…

Pablo-Pau

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10.06.2003 11.28 AM

Hola, Saskia Rose
Llegué el domingo de noche de media luna. Esperaba encontrar letras tuyas de respuesta. Nada de nada. Ojalá mi carta no te haya incomodado; ni que fuera tan sosa que no mereciera al menos un saludo, aun breve… Saskia, sigo deseando una mirada tuya, aun compasiva…—y hasta una sonrisa, por qué no

En un par de horas salgo otra vez de paseo por el mundo. Me demoraré por ahí no sé cuántos días. Todavía no he decidido si ir o no a Venecia después de Roma.

Me hubiera gustado llevarme algo de ti en mi mochila, para qué ocultarlo…

Estoy un poco melancólico, te confieso, Saskia… Te reclamo en esta preciosa tarde de verano. Me despido reivindicativo, toro bravo…

Pau (impaciente)

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10.06.2003 00.08 PM

Por fin terminé de leer todos vuestros mensajes, casi quinientos en total. Nunca imaginé que tanta gente siguiera el programa literario de Sánchez Dragó a esas horas ni que respondierais con tanto entusiasmo a mi llamada de intercambiarnos ideas y experiencias sobre la escritura, ni mucho menos tanto interés por mi primera novela. ¡Muchas gracias por tantas palabras de ánimo!

Soy novata e ingenua en informática, así que no sabía —ni fui precavida— que el buzón de Hotmail se iba a saturar con tal cantidad de mensajes. La de problemas que me ha dado vuestro entusiasmo. Menos mal que también he recibido consejos sobre mi idea de “regalaros” la novela enviándola por correo electrónico. Así que me he dejado asesorar profesionalmente y hemos decidido abrir una sencilla página web y “colgar” el texto original en PDF y que se sirva libremente quien lo desee. Aprovecharé para escribir otro texto mío de presentación, con mis pensamientos originales, algunas experiencias que deseo comunicar y ya veremos qué más.

Entre vuestros mensajes he encontrado de todo, la mayoría “bueno y bonito”, pero ningún comentario desagradable o malintencionado, lo que os agradezco. Algunos me habéis comentado que se me veía segura y elocuente, pero que apenas tuve tiempo para extenderme sobre el argumento de mi novela. Si supierais qué nervios tenía; era mi primera entrevista en TV… También el presentador imponía lo suyo, ya sabéis cómo es Sánchez Dragó de quisquilloso en sus preguntas. En fin, que agradezco nuevamente vuestros afectos y prometo responder a cada uno individualmente, aunque sólo sea con una palabra, eso sí “personalizada” y emocionada.

El dominio en donde alojaré mis páginas se llamará “laverdaddesatya”, es decir como el título de la novela:. Enviaré un aviso masivo y ya veremos cómo podemos celebrar juntos su inauguración, desde luego como un acto de amor literario…

Algunas editoriales me han contactado mostrando interés por La Verdad de Satya, desaconsejándome que la “regale” a través de la red. Piensan que esta edición libre en Internet restará interés comercial a mi novela… Creo que no están preparados para los tiempos que corren y para las nuevas vías de creación y difusión literaria que empezamos a disponer. ¿Qué hay más estimulante y gratificante para un autor novel que saberse leído por miles de lectores y mantener con ellos una más que entrañable?… Mantengo que mi primera novela será un regalo para quien la encuentre… Escribirla fue un acto heroico por muchos motivos; ofrecerla abiertamente en TV un acto de amor colectivo; depositarla a la vista y al deseo literario de todos un acto de generosidad mutua entre el autor y sus lectores… Soy libre y me siento libre, como Satya, mi heroína… la Verdad de Satya es su libertad.

Hasta muy pronto, cuando os anuncie “laverdaddesatya”. Tened paciencia, sed pacientes. La paciencia es la ciencia de la paz…

Saskia. Besos rosas.

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10.06.2003 01.02 PM

Hola, Pau-Pablo. Ten paciencia. Te escribiré en cuanto pueda. Me dices que sales de viaje otra vez. Llévate mis palabras contigo. Fuiste el primero que leí nada más despertar. Buen viaje. Beso rosa especial para ti. Saskia.

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10.06.2003 01.15 PM

Gracias Saskia. Son palabras suficientes. No sabes la voluntad y la paciencia que tengo, como el guerrero de Castaneda, además la llevo en mi nombre. Esperaré tu carta en silencio. Disfruta de las palabras. Besos. Pau

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18.06.2003 00.12 AM

Os anuncio que mi Web “laverdaddesatya” ya está abierta con sus puertas de par en par para que la visitéis, me conozcáis mejor y podáis llevaros de regalo La Verdad de Satya… Que la disfrutéis, amigos. Que la verdad nos haga libres… Gracias por compartir mi más especial acto de creación y amor libre literarios.

Gracias por vuestra paciencia y entusiasta interés.

Saskia Roca de Togores

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18.06.2003 07.13 PM

Hola Pau…

Te imagino ya en Tokio, un día después, descansando tras el viaje. Te escribo ahora esta pequeña nota para decirte que tu primera carta, que fue la primera que recibí y leí, me encantó y casi ruborizó (con un color más subido que el rosa de mi camiseta y maquillaje). Te sentí muy cerca, tan sincero como libre; tan sincero y libre como yo, además de romántico y apasionado… Presiento que algún día nos conoceremos. Cuando vaya a Mallorca este verano te aviso, nos vemos y charlamos… No quiero perder tu correspondencia. Escríbeme a éste correo personal saskiarocadetogores@yahoo.es y cuéntame de tus viajes.

Ahora estás en Japón. Lo que daría por estar de nuevo en ese país que me fascina y en el que he aprendido tanto, sobre todo a estar en el mundo con una sensibilidad digamos artística, profundamente conectada al arte y la naturaleza. Te envidio, te admiro, Pau-Pablo. Te seguiré por el mundo con mi imaginación y mi sonrisa más rosa, como tú dices… Muchos besos por ahora.

Saskia

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21.06.2003 09.13 PM

Hola Saskia… Te escribo de madrugada en Tokio. Estuvo lloviendo toda la tarde, cené pronto, me acosté; recién me he levantado para escribirte y hacer tiempo para ir a las cuatro al mercado de pescado de Tokio, el Tsukiji, uno de los espectáculos más fascinantes que pueden verse y que estoy seguro conoces.

Desde hace unos años cuando vengo a Tokio me alojo en el hotel Yamanoue, conocido como el Hilltop Hotel —porque se encuentra sobre una pequeña colina, ahora rodeado por una de las universidades de Tokio… De aquí salió Mishima con sus discípulos para hacerse el seppuko que consiste en abrirse en canal el vientre de izquierda a derecha y luego otra vez al centro y desde allí hacia arriba hasta el esternón, todo ello según un ritual preciso según las reglas del bushido, el código de los samurais. No sé si sabes que este dolorosísimo suicidio ha de hacerse sin mancharse de sangre las propias manos del suicida (lo que sería su deshonra) y con la intervención de alguien de su confianza, un compañero o kaishaku (caballero), que ha de cortar la cabeza al suicida por honor si ve que sufre “lo insufrible”; en el caso del suicidio ritual de Mishima, su compañero falló los tres primeros intentos de decapitación… que sólo pudo culminar otro amigo. Qué “jodido” narcisista y grandísimo escritor Mishima, y que vida y muerte tan sublimes (lo digo como categoría estética romántica); murió joven, es decir héroe, por su voluntad existencialista, su desmedida pasión por la belleza…

Habitar este hotel es un verdadero regalo para mi proverbial fetichismo existencial, mi búsqueda de sentidos simbólicos a lo que ordinariamente llamamos “vida corriente”. En realidad resulta excitante, estéticamente hablando, habitar de vez en cuando la habitación de Mishima en el Yamanoue, hacer el amor aquí, en donde parece ser acabó de escribir su última novela —La corrupción de un ángel— poco antes de suicidarse el 25 de noviembre de 1970.

Cerca del hotel hay tiendas que venden instrumentos musicales, sobre todo guitarras eléctricas de segunda mano —ayer estuve a punto de comprar una presunta guitarra de Eric Clapton, y no sé tocar ni las castañuelas, aunque de jovencito tocaba en un grupo aficionado “de oído” e incluso me atrevía con la rítmica de “La Casa del Sol Naciente” o algún solo al estilo de King Crimson… —lo que tiene uno que hacer de jovencito para enamorar a una colegiala de las Teresianas con rebeca azul y cortísima falda plisada; qué reclamos los de la primavera y los del amor… Por cierto, el primer libro de Mishima que compré —Sed de Amor— se lo regalé a una chica que me quería ligar un día de San Valentín; pensaba que el título de la novela era suficientemente explícito para que entendiera mis intenciones…Y vaya que las entendió. Cinco años después me casé con ella, es la madre de mi hijo, nos divorciamos de mutuo acuerdo, y yo me quedé el libro…

Bueno, volvamos al asunto “Japón”… Japón no es mi país ni cultura preferidos en Asia, pero sí mi primera experiencia en Oriente, algo así como el primer amor, la primera amante “prohibida”… De hecho mi primer viaje largo, especial, fue a Japón, en los ochenta… —ay, dios, cuánto tiempo. Estuve tres semanas; cuando llegué era septiembre, finales: los parques, los bosques, amarilleaban y luego anaranjeaban, por días, por horas, se hacían oro viejo antes incluso que el tiempo les reclamara su deuda con la vida... Además de Tokio, estuve entonces en Kamakura, en Nara, en Kyoto y en Osaka. En mi primera noche en Tokio estuve alojado en un hotel en Ginza, en una habitación absolutamente cool y “supertechno” en donde experimenté el trance de mi primer terremoto y la sorpresa de sentir cómo mi cama se movía aun sin querer —tampoco es que haya aprendido desde entonces a moverla queriendo; bueno, sí, un poco… Queriendo se puede mover hasta el universo a tu alrededor… Pues eso, que vaya susto… —nuestro primer terremoto, como otros primeros estremecimientos del cuerpo, son inolvidables… ¿no?

Me fascinó Kamakura, sus bosques, la bahía y por supuesto sus templos: el Buda Amida Nyorai —el Buda de la luz infinita, su sonrisa— en el templo de Kotokouin, que fue el primero que visité… y los demás templos budistas y sintho de la ciudad y sus alrededores… —en especial el templo dedicado al buda niño, no recuerdo su nombre, en donde precisamente estuve el 21 de septiembre, día del equinoccio de otoño, día para honrar los familiares y amigos muertos… Saskia, es posible que conozcas este templo; aun con todo imagina conmigo sus laderas con miles de figuritas de budas niños con vestiditos de colores y pañuelos de seda al cuello; una niebla de incienso entre sus veredas, bruma sagrada… y cientos de padres llevando sus ofrendas a estos buditas niños que representan sus propios hijos muertos recién nacidos, sus bebés, incluso los que nunca vieron la luz —una experiencia mística, de verdad… Qué maravilla ese olor a incienso impregnando el bosque, extendiéndose invisible con solo pestañear las hojas y el roce de mi silueta sobre sus troncos… Imagina ver despedirse la tarde frente a la bahía de Kamakura desde un bosque de bambúes gigantes, el cielo violeta perfecto, púrpura… La eterna belleza, es decir suspendida en el instante, sublime… de escalofrío, Saskia.

En Kamakura compré algunos de mis souvenirs más queridos: un juego de recipientes de laca color rojo cinabrio, mi primer rakú; y un par de antigüedades: una bandeja para el té de laca negra con incrustaciones de madreperla y una pipa para fumar opio de concha de tortuga, caña de bambú y latón dorado… He vuelto otras veces a Kamakura y he podido recorrer creo que todos sus templos y veredas sagradas: el Engaku-ji, el Hase Kannon, y el Toke-jui —ese templo que era utilizado por las mujeres que querían divorciarse de sus maridos—, el santuario Kamakura-gu… ¡Tantos lugares hermosos y santos!

Otro día te contaré mis experiencias en Nara y Kyoto, en el resto de Japón, las alternaremos con las tuyas; los dos, Sherezades a gusto… Acabo ya esta carta. Se me va a hacer tarde para llegar a tiempo al Tsukiji. Siempre que vengo a Tokio voy al menos una vez al Tsukiji aprovechando mis noches insomnes por el jet lag —estoy seguro que lo conoces, así que me ahorro más detalles sobre el mercado y su espectáculo.

De despedida te trascribo un fragmento que he escrito esta mañana en mi Moleskine: "quédate durmiendo, amor, volveré cuando despiertes; voy a intentar suicidarme nuevamente con fugu, el pescado venenoso… no temas, no me he muerto todavía y mira que lo he intentado… creo que estoy inmunizado a ese veneno y a la muerte heroica… ¿Serán tu amor y nuestras petit mort de cada día el antídoto perfecto, no?"... Lo he escrito en el Parque Koishikawa Korakuen, frente a uno de sus jardines repletos de Iris violetas. Recuerda, Saskia, estamos en plena floración de lirios en Japón; tanta belleza conmueve.

Por cierto, Saskia… ¿No serás “caballo de fuego” por fatalidad? No desearía tener ningún otro affaire amoroso con una mujer hinoe uma —“caballo de fuego” según el horóscopo chino-japonés, es decir nacida en 1966, lo que es casi un tabú en Oriente. Ya me enamoré una vez de una “yegua de fuego” y todavía me estoy recuperando de las heridas de sus dientes, de su fuego, cicatrizadas pero dolientes todos los días con excesiva humedad, como hoy por ejemplo…

Bon dia, Saskia… Besos-Pau

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22.06.2003 11.10 AM

Hola, Pablo-Pau… Sí, soy “caballo de fuego”. Nací el 6 de junio de 1966. Nunca se habían metido con mi horóscopo hasta ahora, solamente con mis fechas: 6.6.66. Tú sabrás qué hacer…

Me encantó tu carta desde Tokio. Me hiciste recordar tantas cosas, tantas sensaciones aún vivas. Disculpa que no te escriba tanto como tú quisieras y yo también, pero las ocupaciones cotidianas me abarcan demasiado tiempo, estos días están siendo una locura, ahora con la mudanza de la casa de mi padre, ayudándole a empaquetar una vida, mi infancia y adolescencia también. Tengo un problema con los objetos, el exceso de fetichismo me ha convertido en una iconoclasta, estoy tirando todo, no soporto las ataduras nostálgicas que se desprenden de los objetos. Si es que los hombres tienen alma, los objetos también. Debería estar prohibido regalar cosas que no sean consumibles, y si no lo son deberían tener fecha de caducidad. ¿Cómo te las apañas con tantos recuerdos? Yo decidí no crear más objetos por los apegos infinitamente extensibles a los que me avocaba. Una locura de sensaciones, de conexiones, de deseos, de necesidades. Mucho mejor guardar lo seleccionado en la mente y expresarlo con la palabra. Por cierto escribes muy bien, consigues que te sienta, que te conozca. Es un misterio no saber cómo eres físicamente, no tengo prisa, tampoco sé cual es tu dedicación, por la cual quizá viajes tanto y tan solo? Interpreté que a lo mejor tienes algo o mucho que ver con el arte ¿Se viaja tanto con el arte? O periodista o yo qué sé…

Sigue escribiéndome. Me hace bien.

Besos. Saskia.

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23.06.2003 01.10 PM

¡Lo intuía, Saskia! ¡Yegua de fuego! Tengo que reponerme del shock… A ver qué se me ocurre para engañar al Destino.

Son muy importantes los nombres, los títulos, las fechas, no se pueden dejar al azar… Por ejemplo es muy especial tener un hijo que haya nacido el 30 de marzo, fecha del nacimiento de Goya, o el primer encuentro de una mujer y un hombre el 18 de diciembre o 29 de junio, fechas que señalan la vida de Paul Klee, por ejemplo… En cuanto al nombre, mis favoritos empiezan por la partícula “mar” o la contienen: Mar, Marina, Margarita, Marta, María… —lo que es una suerte vivir en España y haber viajado tanto por Latinoamérica, que tantas mujeres tienen un “María” entre sus nombres aunque no lo utilicen. El problema viene ahora con las jovencitas que todas se llaman Raquel, Rebeca, Silvia o Paula a secas, y ya no te digo con nombres como Saskia, etc… que no sé cómo pegar el “mar” a tu nombre, querida. Con las demás nacionalidades, las demás lenguas, soy un promiscuo sentimental, lo confieso, me da igual cualquier nombre con tal que tenga alguna vocal entre sus consonantes…

Sí, tengo que ver algo o mucho con el arte, el arte de la vida, por supuesto. Mañana vuelvo a Europa, llegaré a la isla en dos días. Nos leemos y escribimos entonces.

Besos de mostaza. Pablo

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25.06.2003 00.25 AM

Querida Saskia. Regresé esta misma noche a la isla. Estoy cansado, fatigado por el viaje, los controles en los aeropuertos, las largas esperas. Llevo casi un mes vagamundeando por ahí… Hace calor en Mallorca, en casa; la tímida brisa de madrugada apenas abanica las hojas. Si extraño mi cama o me sofoca la noche intentaré dormir sobre la “hamaca/barca/media luna”, bajo la madreselva. En todo caso cerraré los ojos en un rato y ojalá sepa soñarte... Mañana espero/deseo escribirte un poco más largo… porque me gusta saber que me lees, rosa Saskia.

Me despido por unas horas, una nadería...

Bon dia ya… Pau

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26.06.2003 11.55 PM

Casi en la media noche te escribo, Saskia, en la isla grande. Estuve entretenido con cosas domésticas todo el día, hacía tanto tiempo. Estoy perezoso, desubicado, extranjero en mi casa… Saldré ahora a vaguear con Klee un rato por la playa y luego mi fiel amigo hará su cagadita de cada noche en la puerta de la Fundación Miró… Hace calor, demasiada. Voy medio desnudo; apenas llevo enredado en mi hombro un hilo de brisa y tu sonrisa adherida a mis pestañas… para qué más esta noche de calor y sofoco.
Aun recuerdo tu voz. Saskia, o la invento… no sé.

Calor, spleen en Mallorca... Debussy y Sonny Rollins... Me gusta escribirte, Saskia, para leerte mañana.

Besos que abanican… Pau

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27.06.2003 00.43 AM

Qué gusto pasear por la playa a estas horas, Pau... Ahora en Madrid también hace un calor sofocante, pero no hay mar ni playas por las que perderse ni hilos de brisa que enredarse en el cuerpo ni…

Aquí el ánimo también es melancólico, debe ser cosa de la temperatura, de la sequedad, de las alturas...

Cuando nos encontremos, que nos veremos este verano te prometo, tienes que contarme historias de tus viajes, anécdotas, me apasiona viajar, mi vida es un viaje a mi aire. En febrero y marzo pasados estuve en Japón, y el anterior en el norte de la India. Me fascinan esos países y su cultura. Yo fui una geisha en otro tiempo, seguro que sí…

Te deseo una buena noche, aire fresco… Besos de verano.

Saskia

PD: Se me olvidaba decirte que estaré unos días en la Sierra, temas familiares. No llevaré el ordenador portátil, así que no podré escribirte ni leer. No obstante escríbeme tú si quieres y apetece. Intentaré buscar un cyber-café para controlar los mensajes que me envían mis lectores y de paso leer los tuyos. Podrías leerme mientras tanto en mi novela, La Verdad de Satya. ¿La empezaste ya? ¿Qué te parece? Sigue…

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29.06.2003 11.43 PM

Te escribo de noche, como siempre, de espaldas al mar… Una leve brisa de seda, apenas un suspiro, se enreda al cuello mientras te escribo. Mi jardín huele hierbabuena y madreselva. Yo huelo a jazmín y canela.

Hoy fue un día de mar salada y velas blancas. Me duele el sol en los hombros, en la frente, en los pómulos. Me quema la piel de ir tan desnudo por la vida y esos mundos de dios. Es que los viajeros somos unos extravagantes nudistas exhibicionistas o qué sé yo, Saskia… Pues eso, que estuve en el mar en un barco de vela (ajeno) y me quemé demasiado. Ya ves, eso de pasear por el norte y bajo sus auroras boreales al final trae consecuencias lamentables. Nunca me acostumbraré al norte ni a sus cielos opacos.

Esta tarde te recordé, mujer, te imaginé. Encarando el puerto de Andraxt te imaginé sirena, vestida de mar azul prusia. Qué locos estos viajeros exhibicionistas y qué imaginación la suya, dirás... Era una tarde tan hermosa, Saskia, que quise invitarte a mis ojos para que fuera inolvidable. Bienvenida Saskia, la sirena de mis tardes de insolación, ángel de mis madrugadas...

Comenzaré a leer tu novela mañana. Pondré voz a tus palabras Saskia-Saskia, y colores y sabores: sonrisa rosa, voz limón, mirada de dulce de leche...

Me pides que te hable de mis viajes… Ya lo hago entre líneas, Saskia. Además estoy seguro que algún día —ojalá pronto— nos regalaremos cuentos a la luz de la luna o al atardecer, por ejemplo. Me gusta contar historias vividas, cuentos, y que me los cuenten cerca… ¿Recuerdas Memorias de África? ¿Te gustó? ¿Quieres disfrazarte de Sherezade en un Ryad del sur de Marruecos, en Mogador por ejemplo? ¿O disfrazarte cómo? ¿Dónde, cuándo? Tiempo habrá los próximos días, meses, años, para escribirnos y leernos.

Creo que van a adelantar mi viaje a Estambul, el miércoles me lo confirman. Pasaré los próximos días en la finca de unos amigos al otro lado de la isla, descansando y dejándome ganar por mis perezas. Dejaré que los días vengan de puntillas; a ver si aprendo de nuevo a dormir a las horas, cuando la mirada empieza a sentirse derrotada... Te escribiré siempre que pueda con la ilusión de dibujar sonrisas frescas en tu cara aniñada. Ah, por cierto, he impreso la foto que tenías “colgada” en tu página Web. ¿Es reciente? ¿Antes o después del programa de TV? Te noto cansada, tienes la mirada y la sonrisa cansada o preocupada. Me resulta extraña al compararla con mis recuerdos —de menos de un mes, ¡Tanto!

Bona nit, mi luciérnaga… Será bon dia cuando me leas…

Pau

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01.07.2003 11.20 PM

He vuelto antes de lo previsto a Madrid. Han cambiado los planes. Nos vamos unos días a Cádiz. Espero pasar también algún día en Tarifa, que me encanta. Nos escribimos y leemos pronto, querido Pau o Pablo o como quieras que te llames. Volveré a hacer más o menos vida normal cuando vuelva a Madrid el 10 de julio. Besos que se alejan. Saskia

PD: La foto es de la semana después del programa. Mi alma se trasluce en la cara. No fueron buenos días por otros motivos. Ya pasó.

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04.07.2003 02.39 AM

Querida Saskia: recién llego de la noche, de caminar por ahí. Disfruté el regalito de tu novela y la leí ayer de un tirón frente al mar que deseas.

Me gustó la novela, el mosaico que inventaste, un collage de deliciosos fragmentos. Tengo que volver a algunos párrafos, a algunas escenas para saborearte más y con más tiempo. Esa teoría del deseo me interesa, es genial. En la página 150 hay unos párrafos repetidos, mira a ver si los corriges…. Bien por los nombres y referencias de artistas, como los relacionas con las islas y con los proyectos de jardín de tu protagonista, pero esperaba más, muchos más que ilustraran esas secuencias y escenas. De todos modos tienes una gran habilidad para hacer visibles las escenas y los personajes, parecen videoclips; y sensibilidad para hacer aflorar sentimientos, emociones intensas, muy poéticas. Me gusta tu música, la que señalas de fondo Ah, y trabajas muy bien el lenguaje a pesar de lo que digan algunos comentarios en tu página. Por cierto, esa idea tuya sobre la inutilidad, ¿no tiene que ver con el concepto de indiferencia de Duchamp?

Bueno, también escribí esta mañana algo para ti, algo sobre los viajes... Te lo adjunto a esta cartita. Tiene que ver con Venezia y con el libro de Italo Calvino, Las Ciudades Invisibles. Espero que te guste. Lo escribí hace unos años pero lo he “reformado” hoy mismo. Me inspiras, Saskia.

El sábado viajo a Estambul por fin… Volveré la semana siguiente, quizás por Madrid. También estoy viendo la opción de irme a Venezia luego de Estambul. Ya veremos. Aunque necesito llevar en orden mi agenda no me gusta hacer planes, o los rehago sobre la marcha. ¿Quién puede asegurar qué será de nosotros mañana, la próxima semana? Vivamos el tiempo que nos merecemos como está escrito, por lo menos. ¿O no?

Besos sabor vodka con maracuyá…

PAUBLO
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11.07.2003 03.13 AM

Querida Saskia, siempre en mi recuerdo…

Te escribo en la habitación del hotel, mirando al Bósforo. El gran ventanal abierto, y el aire acondicionado a tope. Hace un calor insoportable esta noche. Mis asuntos van bien, aunque no con el resultado que hubiera deseado. No siempre se puede ganar. Volveré a España el domingo por la tarde. Me quedaré a dormir en Madrid y el lunes iré a Venezia para tres o cuatro días. Ya sabes, la Bienal que no pude estar en su inauguración.

Cualquiera te dirá que Estambul es una ciudad reclinada sobre el Mar de Mármara y el Cuerno de Oro. No sé si la conoces, y si es así, qué te voy a contar… Hermoso Mar de Mármara: tres veces Mar… Mar… Mar… Estambul es una de mis ciudades preferidas, de esas que se añoran y desean a distancia, a la que vuelvo siempre que puedo para estar por estar y dejar pasar los días sin otro motivo. Me gusta volver de vez en cuando, que no pase mucho tiempo para que no cambie demasiado. No quiero alojarme, y alojar a Estambul, únicamente en mi memoria…

Cuando vengo por mi cuenta, suelo alojarme en el Ayasofia Pansyons (cerca del Topkapi, en la callecita de las maravillas y casitas de madera) y otras veces en El Yesil Ev (Green House), muy cerquita del primero. Me gusta la decoración otomana tardía, tan decadente a la vez que sutil, las habitaciones tapizadas en seda o terciopelo adamascado, las maderas de limoncillo y palo de rosa, las incrustaciones de madre perla y nácar. En Estambul puedo dar rienda a mi cínico romanticismo, solo o acompañado, como quieras. En cada viaje a Estambul inauguro o invento amantes; o ellas me inventan a mí, que es lo mismo dada la voracidad de nuestra imaginación para derrotarnos sobre los cubrecamas y sábanas recreando nuevamente nuestros cuerpos. Estambul es una pura y permanente invención o una serie de deliciosas realidades y derrotas encadenadas con eslabones de seda, que para el caso es lo mismo —¿no se trata de renacer?

Es innecesario que te describa la redondez de las cúpulas y la agudeza de los alminares hacia el cielo, que te guíe en un recorrido turístico por Hagia Sophia, la Mezquita Azul y por casi todas las mezquitas de casi todos sus sultanes y los serrallos y la Biblioteca; hace tiempo que dejé de visitar monumentos en Estambul. Tampoco el Gran Bazar, el Kapali Çarci, es el lugar que más frecuento —prefiero otros bazares, otros zocos de mis otras ciudades: Kairuán, Marrakech, Jerusalén, El Cairo… Aun con todo, de vez en cuando, merodeo por algunos de sus rincones más auténticos y me detengo a manosear libros editados en Londres o Berlín, a acariciar sus encuadernaciones, o paso horas rebuscando antiguos platos y azulejos de Iznik y Ragges, encontrando figuritas de alabastro, de sardónice, de malaquita, de esas que uno no puede pasar de largo como si nada. Tengo la vida llena de libros, de encuadernaciones, de raras porcelanas y esculturitas en piedras preciosas. Colecciono recuerdos y los amontono a su capricho —a menudo los recuerdos se confunden entre ellos.

Prefiero perderme en el Bazar Egipcio, en el de las especias, y dejarme llevar por los olores y los colores del pimentón y el comino, por la canela y el curry, el jengibre, los tés y manzanillas, las legumbres, los granos de café… y las sonrisas de las mujeres y sus blancas ferocidades… y sus ojos tristes y profundos. Al salir del tumulto siempre hay un “lokanta” en el que reposar y comer cualquier plato del día: casi siempre verduras y hortalizas, ensaladas de tomates, berenjenas y garbanzos, aderezadas por la “tahina”, la crema de semillas de sésamo… y huevos o arroz, y cordero deshuesado con dátiles, ummm… y bebiendo “ayran” o té, y regalándome a los hojaldres y las delicias turcas… ummm… —qué delicioso simulacro de cuerpos devorándose, caníbales insumisos e insatisfechos.

Cuando estoy solo en la ciudad, muchas noches salgo a vagamundear sin rumbo por la Istiklal Caddesi hasta que no puedo más de tanto bullicio; luego voy a esconderme en alguna taberna subterránea a mirar. No sé que me pasa en Estambul —o en Venezia— cuando estoy solo. Parezco un caracol con su inmensa esfera de los recuerdos espirales a cuestas, tan refugiado y ensimismado que hasta me hago invisible frente a los cristales de los escaparates. Así que no me queda más remedio que mirar y hacer que me miren para saberme aquí y ahora y no en las demás ciudades de mis fechorías o a la cintura de los amores que fueron para siempre mientras duraron o a la sombra de sus lejanas estaturas. Me entretengo a mi manera tejiendo fantásticas telas de araña para atrapar al aire nuevos ojos verdes, negros, azules, avellanas con miel, de esos que andan por ahí buscando sonrisas desconocidas. Las aventuras más apasionadas nacen de miradas furtivas, da igual si descaradas o agazapadas tras un discreto velo de aparente indiferencia, que te convocan sin más garantía que su belleza a una cita urgente e inaplazable sólo apta para gente con corazón de verdad. Y es que en una mirada sabemos ya cómo se enredarán luego nuestras pestañas, cómo nos escalaremos temerarios y arrojaremos suicidas al pozo hondo del placer aquella noche, y si habrá o no después un último cigarrillo… Incluso adivinamos en un abrir y cerrar de ojos la partitura de sus gemidos y el guión de nuestras palabras de adiós o hasta luego sin mucha convicción ni esperanza. En Estambul —como en Venezia— ninguna mujer puede ser confundida con una puta ladrona aunque te haya robado el alma para siempre o dejado en la más completa ruina por un beso de esos que nunca aprenderemos a contar con palabras ni falta que hace. Quien ama tan locamente no tiene derecho a reclamar luego su alma o su fortuna o la exacta verificación de todas esas promesas que se dicen por decir cuando se finge estar enamorado.

Estoy seguro que si vienes a Estambul querrás ir a los baños turcos para hermosear tu piel y tu vientre, dejar pasar dulcemente el tiempo en el hammam… sin duda excitada, impaciente y nerviosa, deseando ya mismo las desconocidas caricias que te esperan aún no sabes dónde, si en su hotel, si en el tuyo o en una preciosa buhardilla con vistas al Bósforo en el barrio de Babek —ay, estas mujeres que parecen niñas; como si fuera la primera vez que tus muslos y tu espalda fueran a tensarse por el placer de un amor de una sola noche, de esos a primera vista que no duelen… Deja hacer a esas mujeres grandes del hamman, son maestras en los misterios del cuerpo y sus secretos más íntimos, deja que te descubran tus preciosos resortes escondidos que desconocías por unas liras… Seguro que entre la espuma y las manos de esas mujeres te sorprenderás lloriqueando entre risas, estremeciéndote no sólo con escalofríos… Amando tu cuerpo en sus manos aprenderás a regalarte derrochadora más tarde…

Ve tú a saber donde nos encontraremos por primera vez, frente a frente; si nos encontraremos en Estambul o dónde. Ya conoces como son los misterios del Destino y sus juegos de prestidigitación a los que nos tiene acostumbrados. Mira que pasó aquella madrugada no hace tanto en la que quise reconocerte todavía sonámbulo, y mira las palabras que nos hemos leído, y las que no nos hemos escrito por pudor todavía… Ojalá pueda guiarte por los laberintos de Agatha Christie en mi hotel preferido, en el Pera Palas. A lo mejor nos ayudamos por unos días, cómplices, a cometer un asesinato irresoluble, el de la soledad… Te prometo que no habrá armisticios ni treguas. Soy un conversador desalmado, un viajero despiadado, un amante de los de antes de la guerra… Soy Pau Bondia, el alquimista, el que cambia el valor de las palabras sólo con escribirlas. Pero eso tú ya lo sabes, lo vas descubriendo poco a poco mientras sueñas estar en Estambul sobre el tapiz volador de mi literatura… Qué te voy a decir que no haya descubierto en una mirada…

Ven pronto, cuando quieras… Besos húmedos y salados desde Estambul. Qué sofoco…

Pau / Pablo

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11.07.2003 02.13 PM

Mi querido Pablo, tengo tantas cosas que contarte. No sé cómo lo has hecho pero has logrado que piense en ti todo el tiempo, en lo que me escribes y vas filtrando sabiamente, con sensibilidad en tus cartas. Contigo tengo muchas conexiones, causalidades o sincronías, como quiera que se llame. El día después de que me escribieras sobre Venecia y me enviaras aquel texto tuyo sobre Las Ciudades Invisibles, me topé con una revista antigua —El Europeo— en la biblioteca de la casa donde estaba en Cádiz; la abro a voleo y me encuentro con un artículo sobre Venecia escrito por Félix de Azúa… Buscando en la misma biblioteca El Elogio de la Sombra, me encuentro el libro de Italo Calvino fuera de orden al lado del de Junichiro Tanizaki. ¡Increible! Pero lo más sorprendente fue lo que sucedió ayer y esta mañana al leer tu preciosa y sensual carta desde Estambul. Te explico:

Ayer vino a verme una de mis mejores amigas, Iris. Venía a proponerme nada más ni menos que fuera con ella a Estambul a pasar este fin de semana. Participa en una reunión financiera internacional allí y la organización la invita junto con un acompañante de su elección. ¡Imagínate, Pablo qué casualidad, qué magia! La última vez que estuve en Estambul también lo hice con Iris. Es una ciudad que nos fascina a ambas. Además la madre de Iris es turca, aunque educada en Francia, y siempre se ha sentido muy unida a esa ciudad. Le conté que alguien que conocía sólo por carta y a través de sus escritos estaba ahora allí. Con sólo contarle un poco de ti y leerle tu carta desde Tokio, Iris hizo todo lo posible para convencerme de que la acompañara sin excusas y nos encontráramos tú y yo por primera vez en esa sensual ciudad entre dos mundos, dos tiempos, en “tierra de nadie”. Piensa en el sobresalto que he sufrido al leer tu carta desde Estambul esta mañana. La he leído y releído tres veces, me ha hecho flaquear las piernas, incluso imaginar nuestro encuentro así por sorpresa y gracias al destino en Estambul. Pero no puede ser, Pablo —ya te contaré en otro momento y con más detalle por qué no es posible… Salgo en un rato a la Sierra a pasar el fin de semana, mi presencia allí hasta el domingo es inexcusable…

Sí he estado en el hammam que está al lado del hotel Pera Palas, ahora no recuerdo el nombre, — ¿Galatasaray?— y me he entregado indolente y emocionada a las manos de las matronas carnosas y decididas. Sin rechistar me han depurado de asquerosos rollitos de materia, y luego me han restregado sin piedad con jabón, por el cuerpo, por la cabeza, por los ojos, me han frotado, me han vapuleado, me han regado, me han sonreído con complicidad, me han vuelto a regar y luego me han dejado descansar al calor de la piedra de mármol. Sentí renacer, las aguas me fascinan, y los cuerpos desnudos desdibujados por el vapor, los movimientos lentos, los sonidos del silencio. Luego cené en el Pera, recorrí a hurtadillas sus pasillos y más tarde me tomé un té de manzana en una terracita con vistas al barco hundido en la costa del Marmara. Qué maravilla de ciudad, efectivamente de las más hermosas del mundo.

Pablo, por cada carta que me escribes se me ocurren diez para contestarte; pero a veces, ante el exceso, retorno a la filosofía del haiku.

Y como si fuera un haiku entiende estas palabras que voy a escribirte ahora. No lo había pensado al empezar esta carta. Es un impulso… Quiero que nos encontremos en Madrid este domingo. No pierdas el olor y los sabores de Estambul por el camino, Pablo, por favor…

Te dejo mi número de teléfono para que me envíes un mensaje cuando hayas llegado a tu hotel en Madrid el domingo. Te diré cuándo y dónde nos encontramos. No sé cuándo podré bajar de la Sierra.

Hasta ayer soñaba contigo; trenzaba mis palabras a las tuyas para confeccionar una especie de tapiz mágico con tu rostro y tu cuerpo todavía desconocidos. Te veía con varias caras, intentaba descifrarte. En tu carta desde Estambul escribes tu nombre: Pau Bondia; no es suficiente… He buscado en Google tu rostro, no tu curriculum. He encontrado una foto tuya frente al mar azul, tan azul como el de tu camisa. Estás de perfil y tienes rostro de marinero. Esa imagen sí es suficiente. Sé que miras lejos y profundo, me basta… ¿A qué sabe tu voz?

Nos vemos el domingo, querido Pablo, mi alquimista. No estoy nerviosa… ¿Y tú?

Besos de Saskia, originales.

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El domingo 13 de julio de 2003 llegué a Madrid a media tarde vía París. Ya en el hotel envié un sencillo mensaje a Saskia: “Estoy en tu territorio. Guíame”. Exactamente a las 9 de la noche recibo su mensaje de respuesta: “A las 10 en Chicote. Espérame si llego tarde. A qué sabe tu voz? Has cenado? Besos mientras tanto

Recordando emocionado aquel nuestro primer encuentro, no dejo de preguntarme todavía por qué Saskia me citó en Chicote a las 10 de la noche de un domingo de julio caluroso y tormentoso en el que probablemente se encontraría cerrado… Y así fue, estaba cerrado a cal y canto. La esperé cerca de media hora más deambulando por las aceras de la Gran Vía hasta que me llamó con su móvil.
—Soy Saskia, estoy llegando… —oí su dulce voz nuevamente, la echaba en falta desde hacía 42 días.
Chicote está cerrado, Saskia, estoy esperándote en la esquina próxima, en la Gran Vía.
—Qué pena… Dejaré el coche en un aparcamiento cerca. Estaré contigo en diez minutos, máximo. Ya pienso donde vamos ahora, no te preocupes. Me gusta tu voz, sabe a melocotón de terciopelo. Nos vemos, aguanta… —y cerró su comunicación dibujándome una sonrisa de regalo. Y eso que debería estar un poco mosqueado por el lugar de la cita, la hora, su imprevisión. Así era Saskia…

Nos encontramos por primera vez y nos dimos nuestro primer beso en las mejillas a las 11 de la noche de aquel primer domingo juntos, en Gran Vía esquina Víctor Hugo. Cualquiera que pasara por allí en ese momento podría confundirnos con dos miserables vestidos deportivamente haciendo la calle, o la esquina, sin saber muy bien quién era el cliente de quien. Lo que era evidente es que nos gustábamos, que queríamos explorarnos sin miedo ni cautelas de primeras, valientes; no sabíamos mentir con los ojos entonces. Y eso que apenas hacía un nanosegundo que nos habíamos medido por primera vez nuestras temperaturas con el tacto… Lo sorprendente era que teníamos la misma fiebre.


Esta mañana me he levantado temprano, a eso de las nueve. Tengo los ojos hinchados, enrojecidos, fotofobia. Forcé demasiado la vista al buscar y leer en la pantalla un montón de páginas de la correspondencia con Saskia. Afortunadamente guardé todo. Nos gustaba tanto escribir; poníamos alma y corazón, vísceras, en todas nuestras cartas y mensajes, así hasta el final. Espero que este material me sirva para descubrir alguna clave, alguna información, algo que se me escapó en el momento y puede ser útil ahora en mis investigaciones, para desenredar la madeja… El laptop es mi tesoro, mi memoria mineral como me gusta llamarle, mi Caja de Pandora, el guardián de los secretos y también el objeto de deseo de los que me persiguen. Menos mal que no lo encontraron los que saquearon mi casa. Suponían que los archivos estaban en el ordenador grande de mi despacho. No, todo está aquí. Essaouira, Dar Hadaya Ilahe, la habitación Paul Klee son ahora sus cajas fuerte, una dentro de la otra. Y Aicha y yo sus guardianes en primera línea… Qué bien que esta mañana haya hablado con Aicha para tranquilizarla; a lo peor me excedí ayer con las precauciones… No obstante le he dicho que esta tarde hablaremos más y le daré alguna información nueva, hasta donde pueda.

No he podido resistirme —al contrario, he tenido un cierto placer morboso— a pasar a papel mis primeras cartas con Saskia hasta que nos encontramos en Madrid. Creo que son muy importantes para entender nuestra historia, para construir la novela. Desde sus orígenes nuestro amor, nuestro proyecto vital estuvo impregnado de magia y un incontenible caudal de deseo y voluntad derrochados. Así fue hasta el final. Y cómo no lo iba hacer, si me lo debía… Ayer hablando con Ahmed el platero negué empecinadamente el poder de una mirada, las revelaciones que nos regalan las miradas si queremos ver y sabemos interpretarlas… Lo negué porque no quería que Ahmed conociera uno de mis secretos más íntimos, semejante a su poder de coleccionista de gemas, esa facultad de la que fui dotado de mirar lejos y profundo, como decía Saskia. De desear y al tiempo vislumbrar los deseos haciéndose realidad tarde o temprano —¿qué más da su tardanza si estás seguro que acontecerán? Así reconocí a Saskia, nada menos que en un programa de TV, mirándola a los ojos, interpretando su sonrisa, y unas semanas después iniciábamos un amor loco tan apasionado que… No sigo, por ahí… podría decirme o escribir cosas que me arrepentiré, seguro… Pues claro que creo absolutamente que la verdad aflora en los ojos, en una mirada. Esa verdad que nos hace libres, como no se cansaba en repetir Saskia, la gran mentirosa, la sacerdotisa del engaño y la impostura… Ah, y el poder de la palabra… Porque cuando no hay ojos todavía, ni tacto, ni olor… las palabras pueden suplir todas esas sensaciones, incluso amplificar sus poderes a través de la imaginación creativa… Tengo que escribir sobre eso en la novela, no todo tiene que ser diálogos y descripción de paisajes y ambientes, ¿no?

Voy a salir a la calle, es media mañana, pasaré a hablar con Hassan el yerbatero, a verificar si son ciertas las alarmas de Ahmed… Antes de abandonar la habitación compruebo si Lou ha enviado su correo con lo que me prometía ayer… Voy directo a su mensaje, dejando atrás el resto que ahora no me interesan. Hace menos de diez minutos que lo ha enviado… A ver…

Querido Pau
Noticias importantes esta mañana. Mis contactos en la policía de Palma me confirman que han podido identificar una huella de uno de los ladrones, o lo que fueran, entre las que encontraron en tu casa. No te asustes: pertenece a un tal Alexander Volokitin, ucraniano, residente en Ibiza desde hace tres años más o menos. El pájaro había volado cuando fueron a detenerle. Al parecer Volokitin forma parte de una organización húngara-ucraniana relacionada con el negocio de la pornografía y la prostitución de lujo en Ibiza. Ya sabes la cantidad de películas pornográficas que se ruedan allí clandestinamente y el trasiego de mujeres y hombres, “acompañantes”, que hay en la isla, sobre todo en verano… Alexander Volokitin había sido detenido hace poco más de un año por dar una paliza a un “cliente” que se resistió a pagar sus deudas después de una semana de desenfreno sexual. Tiene que estar todavía en Ibiza escondido, no es fácil salir inadvertido, y menos en estas fechas. Y otra noticia de Madrid que no te va a sorprender pero que es muy importante para la investigación de las conexiones de Don Pedro Emilio con empresas tapadera en el mundo del arte… La “sexy” Iris tenía una empresa a su nombre y el de Rodrigo, el marido de tu “ex”, en cuyo almacén han encontrado más de 2.000 grabados, litografías y serigrafías de un puñado bien selecto de artistas españoles e internacionales; de algunos hay series enteras de 25 o 50 estampas… Así que otra vez te digo que Saskia aparece directa o indirectamente hasta en la sopa. ¿O son sólo coincidencias, mi querido viudo Pau? Iris, Rodrigo, Don Pedro Emilio, Ibiza en donde murió Saskia y nadie sabe qué hacía allí… En fin, no sigo… saca tus conclusiones… Te llamaré esta noche si hay algo nuevo, si no mañana, Navidad. Me imagino que no cenarás pavo; te jodes… yo tampoco cenaré Pablo. Besos. Lou.

Y salgo a la calle maldiciendo en ucraniano, aun sin saber ni una palabra… Necesito hablar con Victoria Maria, pero es muy peligroso, debo contenerme. Frente al Hammam de Essaouira un grupo de turistas españoles miran embobados la placa en honor a Orson Welles. Estoy seguro que la mayoría no sabría decirme ni una sola película del maestro… —¡turistas!
Foto: Souk de Essaouira