lunes, 5 de enero de 2009

5º Capítulo/ Confesiones de un iconoclasta...


Me levanté temprano esta mañana. A quien madruga Dios le ayuda, dicen… Un poquito de ayuda, sobre todo divina, nunca sobra, y menos en estas circunstancias. Nada más despertar he enviado un mensaje a Lou:


24.12.2006 08.33 AM

Bon dia, querida Lou… Me hiciste cavilar todo el día con tus suposiciones. No es extraño que Rodrigo e Iris tengan negocios conjuntos relacionados con el arte, incluso independientes de Don Pedro Emilio. Con respecto a Saskia, te conté que conocía muy bien a este hombre, que era amigo de su padre desde que hicieron la mili juntos, y de algún modo era su protector: le encargaba regalos de empresa en Navidad, le compró algunos de sus diseños, la promocionó entre sus amistades… No olvides que Saskia y su padre fueron los que me presentaron a Don Pedro Emilio. Y en cuanto a Rodrigo, por supuesto conocía muy bien al Señor Piedra, aunque decía que no le tragaba: él realizaba los trabajos de gráfica que diseñaba Saskia, también trabajaba para la empresa de inversiones “Por Amor al Arte” que como suponemos controlaba Iris en nombre de Don Pedro Emilio; en su taller hacían buena parte de las ediciones que luego “colocaban” a sus inversionistas como garantía de sus depósitos, etc. Creo que la empresa que habían montado Iris y Rodrigo puede ser tanto una derivación de “Por Amor al Arte”— para salvar parte de sus activos en obras de arte una vez se hundió la pirámide de inversiones y estalló el escándalo— como un negocio ajeno a esa historia que habrían ideado para unir sus potencialidades y esperar “agazapados” que amainen los efectos de la crisis de “Por Amor al Arte”…

Me explico, Lou… Iris, es decir Don Pedro Emilio, controlaban indirectamente “Por Amor al Arte”. Aunque Iris tenía apenas un 5% de la firma de inversiones ella había colocado todo el equipo directivo, manejaba las relaciones e intercambios de inversiones con otras sociedades españolas y extranjeras, utilizaba sus contactos políticos para promocionar el carácter “cultural” y pseudo-filantrópico de la fundación que montaron paralela a “Por Amor al Arte”, es decir movía las grandes cuentas, las grandes operaciones encubiertas, y también su imagen… Esa imagen “cultural” es la que utilizaron para captar a los pequeños inversionistas y ahorradores que perdieron casi todo su dinero cuando la pirámide se colapsó… Para dar cobertura y “sostener” los depósitos que recibían y los intereses que prometían tenían que producir miles de “estampitas”, es decir litografías, grabados, serigrafías y dibujitos más o menos seriados. Si las cifras oficiosas de afectados y volumen total de la estafa son ciertas, tendrían que haber “fabricado” unas 400.000 estampitas; el resto correspondería a las obras originales “revalorizadas” fraudulentamente. No me extrañaría que esas dos mil que les han encontrado a Iris y Rodrigo sean las “joyitas” de esa hiperproducción, las correspondientes a los autores más selectos, que generalmente se editaban en el taller de Rodrigo pese a que no era el mejor técnico ni tenía las mejores instalaciones. Aunque no me has dicho los nombres de los artistas de esas series que han encontrado en el almacén, imagino quienes son y el valor total de todo ese material, desde luego por encima de cuatro millones de euros, seguramente más de 700 millones de las antiguas pesetas… Te parecerá una nadería comparado a los 60.000 millones de pesetas que habían valorado el grueso de los fondos de “Por Amor al Arte”, el total de estampitas que declararon disponer como garantía de las inversiones, pero en realidad éstas apenas tienen un valor real de un 10% del que decían, incluso menos si todas salieran al mercado a la vez por el pánico del crack… Sin embargo las joyitas, las obras firmadas por los artistas más conocidos y con tiradas más cortas, más selectas, seguirán teniendo un valor alto, seguirán revalorizándose con el tiempo, son como un cheque al portador…

Ahora bien… ¿Se trata de un tesorito salvado por Iris de la ruina de “Por Amor al Arte” o un negocio aparte de la pareja de pillos? ¿Tiene que ver con Don Pedro Emilio o es sólo el producto del “matrimonio de intereses” de Iris y Rodrigo?... Mi querida y sagaz Lou, me inclino a pensar que esto no tiene nada que ver con Don Pedro Emilio… A él lo que le interesan son las grandes cifras, los movimientos de capitales con beneficios rápidos y seguros, los porcentajes pequeños o grandes, pero seguros e inmediatos, que recibía indirectamente de cada operación, los préstamos que hacía y recibía indistintamente de toda esa trama de sociedades de inversión de la que formaba parte “Por Amor al Arte”… Poco a poco se irá desenredando la madeja, Lou, y veremos —es un decir— cómo y por dónde se han filtrado esos miles de millones aparentemente trasfigurados en obritas de arte, ni más ni menos que el timo de la estampita, eso sí “presuntamente artística”… Iris y Rodrigo sabían que esa pirámide no se podía sostener por mucho tiempo; probablemente aprovecharon el descontrol de las ediciones para hacer su negocio particular duplicando series con los artistas mejor situados, con mejores salidas al mercado. Hasta es posible que pactaran directamente con ellos y les pagaran una compensación más alta por sus obras a cambio de que les dieran otros originales para reproducir fuera del control de “Por Amor al Arte”… No me extrañaría nada conociendo ese mundo como lo conozco: un profundo agujero negro en donde conviven aparentemente sin complejos los más elevados ideales estéticos, las personalidades más carismáticas y espirituales, junto con las conductas más mezquinas y deleznables, la insaciable codicia del dinero, la amoralidad por no decir inmoralidad de quien pone precio a todo lo que cree inventar artísticamente. Además, siempre ha sido un eficaz método para blanquear dinero negro de procedencia digamos incierta… A lo peor estas ediciones las ha sufragado “Por Amor al Arte” sin saber siquiera que existían. Es del estilo de Iris, además de sexy, listilla…

Por otra parte, creo que te confundes y ofuscas al involucrar a Saskia en esa operación. No eran su estilo ni de su interés. De Rodrigo sí, y de Iris, por supuesto… Si estaban liados desde hace tiempo a espaldas de Saskia no sería extraño que tuvieran esa especie de “corralito” común, aunque sólo fuera por puro interés económico. Así aprovechaban su privilegiada situación en “Por Amor al Arte” —Iris la estratega y Rodrigo el ejecutor— para hacerse con un tesorito sin apenas gastos de producción, casi gratis, tan fácil de ocultar como relativamente fácil de comercializar una vez se calme la situación de crisis de “Por Amor al Arte”. O mejor aún: un tesorito para guardar durante años mientras se va revalorizando poco a poco sin gastos de mantenimiento ni impuestos; es un valor seguro si sus autores ya son viejos y se van muriendo por ley natural. Eso sí que es una revalorización natural en el mundo del arte y no la que prometían a los incautos inversionistas que al final se han llevado unas estampitas que no las vende ni dios y que como mucho les servirán para empapelar sus retretes… Creo que ni siquiera sus nietos podrán “liquidarlas” para su jubilación…

En cuanto a lo del asaltante ucraniano de mi casa te confieso que me pica la curiosidad saber de él y ver su cara, no vaya a ser que me lo cruce por la calle y no sepa quién es, esté en peligro y desconozca mi asaltante. ¿Podrías conseguirme alguna foto del tal Alexander Volokitin y/o de sus compinches?

Creo que te has pasado un par de pueblos relacionando el hecho de que Saskia muriera en un accidente en Ibiza y que los supuestos asaltantes de mi casa hagan sus fechorías en Ibiza. La única coincidencia tiene que ver con Ibiza, Lou, nada más… No divagues, por favor. Sé que Saskia no te caía bien y creo que eso te condiciona para interpretar todo lo malo y misterioso en clave “saskia”. Ella está muerta, Lou, y los fantasmas no existen. Bueno, sí, los que creamos con nuestra imaginación, nuestras fobias… No te tomes a mal estas palabras, Lou, por favor. Sabes que te quiero, aunque no sea a tu modo por ahora. Todo es posible, Lou, pero no me hagas sentir a disgusto. Vayamos paso a paso y ya verás cómo todo se despeja más pronto que tarde, Inch’Allah…

Espero hablar contigo esta noche, cuando puedas. No sabes cómo agradezco tus palabras, tus desvelos, tus investigaciones. Y no lamento haberte metido en esto, aunque sé que te he puesto en peligro también. Pero tú eres una periodista de primera, de ésas que dicen de "raza"; estoy seguro que jamás me habrías perdonado te hubiera mantenido ajena a esta historia. Ya sabes que el único límite a las confidencias que comparto contigo es Saskia. Cada tema que vaya cerrando del que esté “suficientemente” seguro te lo haré saber. Me gusta sentir que estás cerca de mí, que compartimos tantos secretos…

Por favor, no dejes de decirme si hay alguna novedad con respecto a Don Pere Barceló. Ese hombre sí que me da miedo, de verdad, más que Don Emilio Piedra. Es un bruto, no mide sus fuerzas, ataca irracionalmente como una fiera esté o no acorralado. Es el mafioso típico y además un acomplejado siempre a la defensiva. Estoy seguro que quienes te amenazaron están a sus órdenes y pertenecen a su entorno. Protégete, no vayas sola, por favor, cariño…

TQ… Pau


Al releer mi e-mail a Lou no puedo por menos que sentir una cierta vergüenza por mis medias verdades y medias mentiras. No con respecto a Iris y Rodrigo y mis suposiciones acerca de su empresa, sus objetivos, sino en lo relativo a Saskia. Por el momento quiero dejar aparte de este embrollo a Saskia. Al menos hasta que sepa realmente cuál fue su grado de implicación en estos asuntos, y desde luego su relación con Don Pedro Emilio. Me siento un tanto infame al “engañar” a Lou con respecto a Saskia. Le aseguro que el único límite a mis confidencias es Saskia y Saskia está en el centro de todo esto. Ella es el centro innombrable, el eje sobre el cual giramos todos a su alredor; o mejor dicho, giran todas las cuestiones esenciales de esta historia, tanto mis sospechas como mis certezas, las realidades más evidentes como mis inseguridades más lastimosas… Saskia es el límite, todo está perfilado por su sombra y su recuerdo, sus misteriosos secretos. Ojalá pueda ir solucionando los enigmas y dar luz a esta incierta penumbra. Cuando haya mayor claridad podré decirle a Lou muchas cosas que ahora callo por cautela o por miedo. ¿Miedo a qué, a quién? ¿A Saskia? Pero si está muerta… ¿A su fantasma? A lo peor sí, a su fantasma. Sí que creo en los fantasmas aunque se lo haya negado a Lou. Además sería estúpido e incoherente con mi modo de pensar si de primeras estableciera relaciones de causa-efecto tan obvias, mecánicas. Yo no pienso así, no es mi estilo de reflexionar y buscar la verdad… Debo ser coherente con mis particulares métodos de análisis que siempre he utilizado tanto para el arte como para la vida. No fiarme de las soluciones fáciles en las cosas aparentemente más sencillas ni buscar complicadas respuestas para las cuestiones más complejas. Darle crédito a mi intuición, dejarme guiar por ella aunque me lleve a un callejón sin salida. Cuando me equivoco, no persistir en el error, aceptarlo, aceptarme falible y cambiar de inmediato sin pudor ni miedo al ridículo. Soy un guerrero, ¿no? Lo dice Castaneda, aunque fuera un falsario: “Cuando un guerrero decide hacer algo debe ir hasta el final, aceptando la responsabilidad de lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones, sin dudas ni remordimientos”… Qué curioso, ¿no? Me sentí un guerrero por primera vez cuando leí a Don Juan de Castaneda decir que el guerrero es un hombre sin rutinas, libre, imprevisible… que no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere… ¿Qué queda del guerrero Pau Bondia? He empezado a perder confianza en mí mismo. Debo recuperar esa autodisciplina de quien reduce al mínimo sus intereses personales y resalta los logros individuales… Tengo que vencer los cuatro enemigos de la sabiduría: el miedo, el exceso de claridad en las cosas, el poder y la vejez… Me siento viejo, aunque no lo parezca. Acaso me empiezan a importar más las acciones de los demás que las mías propias; incluso pierdo el tiempo en explicar e intentar cambiar las fuerzas inexplicables… Debes volver a tu camino, Pablo… Un guerrero chamán aprende a usar las fuerzas inexplicables, irracionales, en su provecho… Debo conjurar en mi ayuda a mis fantasmas, los señores de los misterios, el Destino y su puta madre… no tengo nada que perder… “Cuando uno no tiene nada que perder se vuelve valiente. Sólo somos tímidos mientras nos queda algo a lo que aferrarnos”…

Monsieur Pablo, ¿Ha terminado ya de desayunar? —Aïcha interrumpe la tormenta de pensamientos a ráfagas en la que me he abandonado hace un rato mientras desayunaba automáticamente el café con leche, el zumo de naranja, mis chutes de miel en la lengua con las crêpes-cerbatana ultraminces, el pan mojado en puro aceite de argan, las mandarinas de cada mañana… Vuelvo a la realidad del centro del patio de Dar Hadaya Ilahe, al tiempo real segundo a segundo —son las diez menos cinco—, a la voz de Aïcha llamándome a rebato, arrebatándome de mi ensimismamiento.
—Sí, Aïcha… Voy a salir ahora mismo. Ayer quedé con Hassan el yerbatero y al final no acudí a nuestra cita. Después de nuestra conversación decidí seguir escribiendo, ordenar los recuerdos y ver si encontraba alguna luz en tanta oscuridad —Aïcha asiente la cabeza como diciéndome que hice lo mejor que podía hacer.
—Esta noche casi no he dormido. Me fui muy preocupada por usted. Ordené mis pensamientos, repasé todo lo que me contó. Cuando tenga algo claro se lo diré sin más protocolos. Hablé muchas veces con la señorita Saskia en febrero, estaba muy triste y necesitaba hablar con una mujer fuera de su círculo habitual. Intento recordar todo lo que me dijo. También estoy buscando una postal que se olvidó en casa y encontré por casualidad en verano, después de su muerte. A lo mejor le sirve para interpretar alguno de sus misterios. Yo no entiendo español y no sé qué decía su escritura…
—¿Una postal? ¿No recuerda la imagen, desde dónde estaba enviada, quién la firmaba? —le pregunto visiblemente impaciente.
—No, Monsieur Pablo… Lo único que recuerdo es que era una imagen de una ciudad oriental, posiblemente china, pero nada más…
—¿Así, sin más? ¿Una ciudad china? ¿Y tu curiosidad como geógrafa? —le tuteo y sonrío a la vez mientras picoteo en su orgullo de licenciada en geografía por la Universidad de Marrakech…
—Mi especialidad es la geografía física del norte de África, del Magreb, no la geografía turística… —me contesta con cierta ironía consciente de mi intención… —Sí, creo que era una ciudad china muy moderna, con grandes edificios, rascacielos, junto a un gran río o brazo de mar, se veía la otra orilla… Bueno, creo que era Shanghai, pero no estoy segura; también podría ser Hong Kong…

Oigo Shanghai y me da un escalofrío… Mientras veníamos en el avión de Madrid a Marrakech Saskia me dijo que Don pedro Emilio estaba en China, concretamente en Shanghai, que deseaba comprar una planta de oficinas en un rascacielos recién terminado e impulsar tanto sus negocios en China como estar más cerca de sus socios chinos y hongkoneses. También le pidió que diseñara algo especial para su inmediato aterrizaje allí; un regalo para sus invitados y demás inversionistas y políticos con quienes debería tratar en los próximos meses —“ya sabes que en China la gente se intercambia regalos tanto en sus entrevistas como por cualquier motivo… Pedro Emilio me ha pedido que vaya a Shanghai con él en su próximo viaje”… —me comentó así como de pasada, de ese modo con el que Saskia anunciaba sus decisiones ya firmes con aparente ingenuidad, intentando justificar “profesionalmente” una relación que yo sospechaba era mucho más que la de “un tío adoptivo con su sobrina”, como me decía Saskia. Desde hacía unos meses, y sobre todo desde la reciente muerte de su padre, viejo amigo de Don Pedro Emilio, estaba convencido que Saskia pertenecía plenamente a la “cuadra” del magnate cartagenero, el frenético especulador propietario de media costa del mediterráneo, desde Sotogrande hasta Denia, compulsivo coleccionista de todo lo que se puede coleccionar, es decir todo objeto inanimado o bicho viviente que pudiera comprar con su inmensa fortuna, por ejemplo hermosas mujeres como Saskia… Por primera vez en mi vida sentía los estragos de los celos. Ese ver y no querer ver, creer saber y no querer saber… ¿No has pensado nunca que en realidad un celoso es un cobarde mirón que acecha como detrás de una celosía a su “amada traidora” para descubrir su infidelidad? Se fija en cada acción desacostumbrada, cualquier novedad en su comportamiento, todo detalle hasta entonces invisible, mira como sin mirar, escaneando. Investiga adictivamente a escondidas, busca y rebusca obsesivamente, inventa las más disparatadas estrategias para sorprender in fraganti a su pareja con su amante, sea quien sea. Su imaginación está ocupada permanentemente en una tarea perversa: traicionarse… El celoso es alguien que inventa su propia traición sentimental independientemente haya sucedido o no, incluso llega a desearla por el mero hecho de confirmar sus sospechas; encontrar las pruebas es sólo un pretexto para autojustificar su inseguridad y cobardía… Por aquel tiempo yo inventaba traiciones de Saskia…

—Aïcha, le agradecería que buscara esa postal, que pensara dónde la pudo guardar —le pido suplicante…
—Lo haré, descuide… ¿Va a salir ya? ¿A qué hora le preparo la comida?
—Volveré antes de las dos, Aïcha. No prepare mucha comida. Tomaré harira, una ensalada de tomates y aguacate y algo más que no sea muy pesado; prefiero reservarme para el couscous de esta noche.
—¿Le parece bien una brocheta de cordero grillado? ¿Cenará solo?
—Perfecto, Aïcha, pero no mucha cantidad, por favor… Sí; cenaré solo, ésa es mi intención. Pero prepare el couscous grande, como para tres o cuatro personas. Lo que sobre lo regale mañana a alguna pobre mujer viuda de esas que malviven por la calle. También le pido un favor, que se quede en casa hasta que empiece a cenar, seguramente a las ocho o las nueve. Estoy seguro que si me quedo solo me dará pereza o tristeza o qué sé yo y malograré su couscous, a lo peor no cenaré. Mañana venga cuando quiera, después del almuerzo con su familia, un par de horas será suficiente…
—De acuerdo… pas de problem

Salgo de casa de camino a la mágica cueva de los olores y colores de Hassan el yerbatero. Como todos los días un pequeño grupo de turistas se agolpa frente al Hammam mientras escuchan anécdotas inventadas por el guía acerca de Orson Welles y su película The Tragedy of Othello que filmó en Essaouira. Ah, el drama de Shakespeare sobre los celos. Tendré que releer Otelo: el moro de Venecia una vez más. Seguro que puedo bajarlo en la Internet, pienso con convicción, animado a hacerlo de vuelta a la casa. Quiero poner más atención en el texto y comprender mejor la trama de los celos, sus evidencias, sus apariencias, sus fatales consecuencias… En realidad me separé de Saskia por celos, es decir por inseguridad y desconfianza. Bueno, también por otros motivos que para mí eran importantes, digamos esenciales… Esta noche leeré la historia de Otelo; ojalá pueda dormir después sin sobresaltos.

Luego de atravesar los zocos me dirijo al barrio de Ahl Agadir donde los hermanos Hassan y Aziz tienen su pharmacie tradicional, una tienda-almacén de yerbas, especias, ungüentos, medicinas y esencias. Su cueva mágica o “de las maravillas” —así la llamo yo— se encuentra en una estrecha callejuela en el centro de un pequeño laberinto de andadores cubiertos, pasadizos techados, calles atravesadas por voladizos. No es fácil encontrarla para cualquier turista aunque esté reseñada en las guías turísticas; hay que buscarla, atreverse por estos recovecos urbanos. Hassan está a la puerta, como esperándome… Nada más verme se le alegra la cara con una sonrisa que abarca medio rostro; la cara de Hassan alegre son sólo labios y dientes blancos…
Mon ami, Pablo; mon frère… qué placer abrazarte después de tanto tiempo —lo que hace con especial afecto luego de besarnos cinco veces en las mejillas. Ya ves, desde ayer estoy esperándote en la puerta de mi casa por si te perdías en este laberinto —me reprocha mi incomparecencia con sutil ironía y franca sonrisa ahora con los ojos…
—Lo siento, Hassan, se me pasó la hora embebido en mis cosas y cuando me di cuenta ya era muy tarde. Estos días tendremos tiempo para disfrutar discutiendo, solucionando los problemas del mundo…
Inch’Allah, mon ami… ¿Te quedarás hasta el Aid el-Kebir?
—Sí, Hassan, Inch’Allah… Es probable que esté en Essaouira unas semanas, no sé hasta cuando. Estoy escribiendo un libro.
—¿Un libro de estética, de arte, de tus cosas? —me pregunta curioso e interesado…
—No, Hassan; es una novela. Una novela supuestamente autobiográfica. Bueno, lo es… lo que escribo lo he vivido y experimentado, aunque a veces las historias y acontecimientos que cuento están compuestos por fragmentos dispares de distintas procedencias, algunos de ellos “reinventados”. Tú ya sabes que los escritores ensamblamos los fragmentos a nuestro capricho, componemos collages suficientemente verosímiles como para que nuestros lectores se vean reflejados en ellos, se proyecten y vayan descubriéndose a sí mismos al tiempo que descubren los misterios de la trama. Pero qué te voy a decir que no sepas tú sobre literatura y las distintas mimesis del lector y el escritor…

Hassan es un personaje singular, uno de los hombres más fascinantes que conozco no sólo de Essaouira. Religioso, místico, filósofo, un intelectual reconvertido y también un hombre de acción que lucha por su cultura tradicional a su manera. Hassan tuvo una vida pasada muy distinta a la actual. Fue “post-hippie”, progre prooccidental, hasta hace unos años que decidió seguir un camino propio pero enraizado profundamente en su tradición islámica. Estudió literatura inglesa en Agadir y luego lingüística en Casablanca; cuando acabó la carrera se fue a París con una beca de la Comunidad Europea para hacer el doctorado con René Girad sobre el tema “el deseo mimético”, aunque acabó haciendo su tesis sobre Paul Ricoeur y su concepto de “imitación creadora”… Conocí a Hassan hace unos cinco años, cuando estaba enfrascado en la restauración de Dar Hadaya Ilahe y pasaba al menos una semana al mes en Essaouira controlando las obras. Su “cueva” —en realidad un amplio espacio cruzado por grandes arcos diafragma de piedra, compartimentado en varias estancias sucesivas— es uno de los lugares en donde mejor me siento en Essaouira. Cómo no, con toda esa energía homeopática y poder sanador que contienen los centenares de frascos de cristal con hierbas que tapizan la totalidad de sus muros, o la sesión continua de cromoterapia gracias a los colores de la sección de tintes vegetales y pigmentos minerales finamente molidos por los hermanos Brahim, y no digamos el placer de los perfumes naturales que en sesiones gratuitas de aromaterapia “esnifo” en tabletas de cera virgen impregnadas de esencias puras de musk, ámbar, jazmín, rosas del Atlas, etc… Por aquél entonces empecé a frecuentar su pharmacie y pasar cada vez más largos y agradables ratos conversando con Hassan y su hermano Aziz. Al principio hablábamos de muchas cosas sin hablar de nada concreto, como para establecer un territorio intelectual común en donde encontrarnos y ganar nuestras respectivas confianzas. Antes que me revelara su formación académica ya me sorprendieron las referencias y comentarios con los que criticaba o apuntalaba mis argumentos sobre cualquier tema: que si Derrida o Roland Barthes, Deleuze o Umberto Eco, estructuralismo, deconstruccionismo o hermenéutica. Desde luego no es común que dos casi desconocidos mantengan una conversación con tales citas ni en España ni en Marruecos, y menos si tienes ciertos prejuicios ante un joven barbado con pinta de talibán y además yerbatero, dueño de una pharmacie tradicional de sanadores. Un día Hassan me dijo que buscaba la esencia de las palabras. Entonces le confesé que ésa era también mi tarea, no sólo como escritor. Tengo un interés más que literario en la etimología general de las palabras, en su origen quién sabe en una primera “Lengua perfecta”, en su peculiar historia luego de una hipotética dispersión de las lenguas tras la confusión de Babel —como metáfora sobre el lenguaje, por supuesto. Le dije que por eso estudio y escribo acerca de la “langue des oiseaux” de los hermetistas y maestros del tarot y la “alquimia del verbo” que diría Rimbaud. Hassan me sonrió con complicidad y me dijo que a lo mejor Fulcanelli había estado alguna vez en Mogador. Otro día estábamos discutiendo acaloradamente sobre el significado y las consecuencias de la catástrofe del 11 de septiembre de 2001, la matanza en el World Trade Center de New York, y yo la relacionaba con la llamada “crisis de Turín” de Nietzsche, en enero de 1989, cuando en un todavía “inexplicable” ataque de compasión el filósofo se arroja en la calle sobre el desmayado cuerpo de un caballo incapaz de ponerse en pié a causa del hielo, mientras era brutalmente golpeado por su amo, recibiendo él directamente los latigazos. Tras este suceso crucial en la vida de Nietzsche, “El Filósofo” cae en un estado de locura, en realidad de afasia —una disfunción en los centros y/o circuitos de coordinación del lenguaje en el cerebro cuya consecuencia más evidente es la pérdida o serio trastorno del lenguaje verbal, tanto en su comprensión como expresión, disminuyendo o imposibilitando la capacidad de comunicación del afectado. Esta absoluta incomunicación de Nietzsche fue en realidad una muerte en vida hasta su fallecimiento en 1900. Me preguntaba si la permanente repetición de imágenes de la masacre de New York en las televisiones de todo el mundo, la pornografía de la muerte y el suicidio colectivos en tiempo real, no provocarían también consecuencias imprevisibles a escala planetaria; por ejemplo un ataque de compasión universal, o por qué no una afasia colectiva, un estado global de incomunicación y locura diabólicas. Sí, diabólica, como opuesta a lo propio de lo “simbólico”, aquello que nos permite tramar sentidos y crear interpretaciones de lo aparentemente oculto o simplemente escondido. Caer en lo “diabólico” sería como una condena a la locura del sinsentido, a la pérdida de la palabra como instrumento de conocimiento, expresión, comunicación, debate de ideas, consensos; la pérdida de perspectivas y futuro, es decir caos, guerra, fanatismo… Qué paradoja, ¿no? Caer en la locura por compasión, expresarse mediante la violencia extrema como acto reflejo del miedo… ¿No ocurre lo mismo con los enfermos de Alzheimer que reaccionan con violencia al desconocer a las personas que están cerca, sus amigos y familiares; ese miedo a lo desconocido tras la pérdida de la memoria, los recuerdos? Hassan más que pensativo sólo acertó a proponerme que leyera los primeros versículos del Corán:“En el nombre de Alá, el Compasivo, el Misericordioso. /Alabado sea Alá, Señor del Universo /El Compasivo, el Misericordioso, / Dueño del día del Juicio. / A Ti sólo servimos y a Ti imploramos ayuda. / Dirígenos por la vía recta / La vía de los que Tú has agraciado, / No la de los que han incurrido en la ira / Ni en los extraviados”…

Poco a poco, día a día, fuimos ganando nuestras respectivas confianzas hasta que empezamos a contarnos cosas personales sin precaución. Me confesó que su primera crisis de identidad la tuvo en París al sentirse maltratado en tantas situaciones humillantes. Primero por los policías en la calle que con maneras arrogantes le reclamaban su documentación a cada momento, o los caseros franceses que le negaron tantas veces el alojamiento de una habitación con derecho a cocina en sus casas o bien le proponían abusivos alquileres, o los compañeros de Facultad que hacían todo lo posible por ridiculizarle por sus costumbres medio occidentales medio “moras”, sus ropas, o el recelo de las viejecitas que abrazaban su bolso con fuerza al cruzarse en su camino… Cuántas humillaciones… Después de terminar su doctorado volvió a Marruecos, en 1992, en plena crisis económica postguerra en el Golfo. No encontró trabajo de su nivel en la Universidad, le proponían tareas de ayudante mal remuneradas, casi siempre bajo la dirección de profesores mediocres o teniendo que dar un montón de clases por una miseria de dirhams. Trabajó en Marrakech en la construcción, también como conserje de noche y guía en algunos hoteles para turistas extranjeros, tuvo que sufrir las proposiciones sexuales por dinero de muchos sofisticados snobs homosexuales europeos y americanos que empezaban a acudir en masa a Marrakech como nueva Meca del sexo gay… Hasta que un día decidió dejar todo eso y liberarse de esa insana complejidad que significa vivir en dos mundos sin desear ni uno ni el otro ni ser aceptado por ambos, aquejado de malestar existencial y pobreza. Se refugió en el territorio de los Chiadma, al norte de Essaouira, vivió casi sin nada en la naturaleza casi virgen y semidesértica de los regs de piedras y en los campos de secano permanente, convivió con los Regraga, fue aceptado en sus comunidades y vagamundeó como uno de ellos por esas provincias en donde viven desde hace siglos. Hassan aprendió a encontrar y reconocer las plantas medicinales y cualquier otra con algún poder, incluso maléfico, junto a un yerbatero regraga medio ciego; también aprendió de él su chamanismo, a transportar la bendición de la gracia divina—baraka—, una especie de fecundación mística de la tierra y el océano, peregrinando ambulante, a repartirla entre las gentes de la región que ven a los magos regraga como hombres santos, puros, libres… Hace diez años, en la peregrinación que hacen todos los años los regraga al inicio de la primavera —durante treinta y nueve días, desde la aldea de Akermoud—, Hassan decidió permanecer en Essaouira y crear con su hermano Aziz una pharmacie tradicional. Alrededor de este lugar “sanador” Hassan comenzó a formar un colectivo de reflexión islámica y resistencia social. Un núcleo inconformista de acción directa que para algunos, como Ahmed, es el embrión de un peligroso grupo revolucionario dispuesto a todo que cualquier día de estos sacudirá violentamente la relativa tranquilidad del país, “Dios no quiera”… Ellos no saben lo que yo conozco de Hassan, sus ideas, sus verdaderos objetivos. Nadie sabe, a excepción de su hermano Aziz, que Hassan y yo pertenecemos a una misma “secta” por así decirlo, que tenemos parecidas convicciones aunque él siga el camino del islamismo y yo el del “teismo” laico, a días escéptico, sin alma, otros esperanzado y creyente hasta el tuétano…

Un día discutíamos Hassan y yo sobre el turismo y nos reconocimos seguidores del pensamiento crítico y autónomo de Hakim Bey, es decir de Peter Lamborn Wilson, “anarquista ontológico” norteamericano y sufí a su manera como él mismo se define… Hassan ha seguido su particular deriva con su pharmacie y su grupo intentando mantener una TAZ —Zona Temporalmente Autónoma— en Essaouira desde la que irradiar sus ideas y planes de resistencia activa por todo Marruecos, especialmente al sur de Marrakech. En muchos aspectos su ideología es salafista, reformista del Islam, críticamente equidistante tanto del tradicionalismo musulmán antimodernista como del entreguismo occidentalista… Sin embargo su salafismo no se opone al sufismo ni a otras prácticas populares tradicionales en Marruecos, al contrario; reivindica el mundo musulmán de los primeros tiempos, incluso el esoterismo de las primitivas comunidades islámicas marroquíes que crearon un original sincretismo, una fusión entre nociones y prácticas preislámicas de procedencia bereber y las primeras enseñanzas de tipo musulmán que llegaron a estas tierras. Su enraizamiento con esta tradición popular tiene que ver desde luego con su experiencia con los regraga, pero también con su interés por las demás cofradías tradicionales que coexisten en Essaouira —los Hmadcha y los Aïssaoua— y la llamada cultura gnaoua, originalmente la de los antiguos esclavos negros, quizás la más conocida de Essaouira por su música y su festival anual. El salafismo de Hassan tampoco es yihadista, es decir de lucha activa, incluso terrorista, contra el imperialismo y todo lo que significa Occidente. Bueno, en ciertos aspectos es yihadista, pero en el sentido que interpreta Hakim Bey como “yihad mayor”: “contra la sofocación del yo verdadero que debe expresar su significado profundo”…

El último debate que tuve con Hassan en junio trataba sobre qué tipo de yihad o de lucha debían plantear una vez constituido y consolidado su grupo —entonces ya eran más de un centenar sus integrantes, sobre todo jóvenes bien preparados, hombres y mujeres; además de otros muchos beneficiarios directos de su acción social: gente mayor, humilde, que el grupo ayuda a sobrevivir y ven a Hassan y Aziz como sus salvadores, líderes carismáticos. Al final llegamos al acuerdo que la lucha debía estar dirigida selectivamente contra el turismo —no contra los viajeros, los nómadas y vagamundos— y contra la televisión, principalmente contra su publicidad y propaganda. En esos eficaces mecanismos de contaminación mental y uniformidad global, de “expolio” económico y alienación social, resumimos la perversión del Sistema y los fundamentos de su poder corrosivo sobre la cultura tradicional de estas comunidades. Hassan no está en contra de la modernidad, por supuesto; él desea para su mundo una modernización coherente con su tradición, aunque parezca paradójico. Nuestra lucha, cada uno a su manera, es contra una post-modernización impuesta desde los centros de poder económico transnacionales y postimperialistas, hasta cierto punto anónimos, servidores autistas del Capital, del dinero financiero que se multiplica exponencialmente y fagocita todo a su alrededor, que todo lo compra y todo lo vende, también lo que nada produce, incluso apostando a perder en este inmenso e indeterminado “Casino-casinó” que es su mundo globalizado —perder para ganar, hasta aquí llega su perversión, el alcance de su banalización y trivialidad. Luchamos contra la codicia que ha reinstaurado el Sistema a escala universal, esa enfermedad que corroe los corazones y sentimientos de tantos millones y millones de gentes hasta ahora inmunes por su pobreza y modestia.

Aunque en muchos aspectos el Islam se manifiesta contemporáneamente represivo, todavía podemos encontrar en él restos considerables de tradición solidaria, de justicia social e igualitarismo; por ejemplo la práctica diaria de la limosna y la ayuda mutua, la atención a los pobres, la crítica a la usura, el utopismo místico y la tolerancia al otro diferente. El Islam no es un monolito de fundamentalismo, que diría Akim Bey. A lo largo de su historia y hasta recientemente encontramos múltiples formas de divergencia de la “política sagrada” oficial, como son los distintos sufismos, el Ismaelismo, el humanismo islámico, incluso el chiismo socialista de los Mujaidines del Pueblo —no el de los ayathollas conservadores que les persiguieron después de su triunfo en Irán— o la llamada “Vía Verde” de Gadafi, en realidad un camino muy personalista constituido de neosufismo y anarcosindicalismo… o el islamismo cosmopolita de Bosnia, salvajemente masacrado por los nacionalistas serbios en Sarajevo durante años de limpieza étnica y violento ultra chovinismo…

Hassan está totalmente de acuerdo sobre la estructura revolucionaria que propone nuestro común gurú Hakim Bey en su jerga de palabras como a martillazos: “un federalismo proudhoniano basado en particularidades no-hegemónicas, en una mutualidad “nomadológica” o rizomática de solidaridades sinergéticas”… También respeta mis ideas y opiniones, toma buena nota de ellas y las pone en práctica aunque yo no sea musulmán ni siquiera religioso. Dice que si me convirtiera bien podría ser su Imán oculto, quien les guiara —muchas veces deseo tener su fe, sus creencias, su carismática presencia, luchar por alguien, con alguien, por algo más que mi particular cruzada por el Arte (no todo el arte, por supuesto), difundir más abiertamente mis ideas políticamente incorrectas sobre la cultura y la sociedad actuales en Oriente u Occidente, o mis manifiestos contra el fanatismo, sea cual sea su procedencia y avatares. En estos tiempos de emergencia no se puede ser neutral ni apolítico; tampoco un intelectual dandy y exquisito de salón. A lo mejor mi novela, mi lucha contra Don Pedro Emilio y todo lo que representa, sus tramas relativas al arte y la especulación inmobiliaria que conozco, es la “pequeña yihad” que me salve definitivamente de esta desesperanza, avente el miedo existencial que a veces me paraliza…

Creo que Hassan me respeta más de la cuenta porque he conocido personalmente a Hakim Bey en su “territorio autónomo” de Williamsburg, en Brooklyn-New York, en 1998, junto a mi amigo del alma Xu Bing, el artista chino del que soy además de devoto propagandista, biógrafo y compadre. Fue una tarde deliciosa en casa de Xu Bing, con Hakim Bey y un pequeño grupo de seguidores de sus ideas. Desde entonces soy uno de los suyos. Hablamos de la vulnerabilidad del Capital por la magia, la del arte y del amor, por ejemplo, la de la alquimia de las palabras y sus mensajes herméticos, esas acciones clandestinas “a distancia”… Estoy plenamente de acuerdo con Hakim Bey que el arte y la estética pueden retomar una vez más su centralidad revolucionaria, su capacidad para transformar el mundo, partiendo de su “ventaja táctica de la clandestinidad de lo no-visto (el lenguaje del corazón)”. El arte de lo que “no se ve” escapa a la absorción y perversa manipulación del discurso de la totalidad, su diseminación global e indiferenciada a partir de imágenes banales, unas clonadas, otras desemantizadas, desimantadas de sus significados originales. Hakim Bey se refiere a un arte llamémosle todavía de vanguardia, aunque tal adjetivo haya sido denigrado públicamente por la crítica postmoderna; un arte con el halo romántico del compromiso de su creador, su promesa milenaria de transformar el mundo. Pero también un arte desembarazado de objetualidad y consistencia material, ajeno a los materiales y formas convencionales del arte académico y sus ismos… Es ese arte y son esos artistas a los que he dedicado media vida: los Fluxus, los conceptuales, los independientes de Arte=Vida=Arte, cuya práctica artística casi coincide punto por punto con la experiencia vivida. Aquí el “bien hacer” es al tiempo su modo de estar en el mundo y el material de su obra artística, es decir la vida misma… Todavía encontramos en algunas culturas tradicionales muchos y conmovedores ejemplos de esta no separación entre arte y vida, una especie de arte-chamanismo esencial y trascendental que reconocemos visualmente tanto en sus utensilios y vestidos cotidianos como en sus rituales, sus viviendas y tiendas nómadas, en los ajuares de sus animales. Me estoy refiriendo a algunas tribus bereberes de montaña, a viejas culturas africanas como los Dogon o Masai, a pueblos tibetanos, a los escasos aborígenes australianos sin aculturar, y sobre todo a los huicholes mexicanos…

Es curioso —pienso ahora— qué extraña convivencia la que actualmente soportamos en el territorio del Arte... De una parte un arte servil al Capital, al mercado, al dinero, a sus esbirros coleccionistas especuladores, y de otra un arte que vuelve a aproximarse a la acción revolucionaria, que recupera su identidad crítica, inconformista, transformadora; un arte que malgasta ingente cantidad de dinero público, imponente y monumental, parasitario de las grandes realizaciones arquitectónicas y urbanísticas, y otro arte sutil e inmaterial de gestos contenidos, silencioso, elocuente, pura experiencia sentimental y/o sensorial… Un arte objeto para la especulación y demás golferías financieras, las operaciones de blanqueo de dinero sucio —en el que también participan muchos artistas de tal calaña; unos, los más, “tontos útiles”, junto a otros nada ingenuos— y otro arte cuyo único objetivo es especular el mundo escondido, reflexionar sobre el misterio de lo oculto, mediar entre el universo y su espectador, encontrarles en su centro sagrado… Un arte que no vale nada pero cuyo precio se multiplica y multiplica por cada intermediario y comisionista, y otro arte de valor incalculable, inapreciable por su humildad, que todavía mantiene intacto su poder de cambio trascendental, ese trueque de deseos y placeres por satisfacer en su presencia e incluso ante su invisibilidad… Hay que provocar una Guerra Civil en el Arte, una catarsis de dimensiones bíblicas que limpie y purifique de una vez por todas esta sofocante corrupción, haga respirable el aire ahora viciado, expulse ese hedor insoportable de nuestra República del Arte. Mi yihad es contra el Imperio del Arte y sus monarquías advenedizas. No quiero seguir siendo un Comisario de nada ni un Curator de todo… El nombre y título que adoptaré en adelante serán PAZ Bondia, arterapeuta homeópata, por qué no el Imán-art escondido… Soy un iconoclasta. Punto.

Mon ami, te has quedado suspendido del abismo de tus pensamientos por un instante que me pareció una eternidad. Mirabas tan profundamente al suelo bajo tus pies que pensaba estabas contemplando el infierno, hipnotizado en sus llamas o en su hielo… ¿Estás bien? ¿Te sucede algo? —vuelvo poco a poco al aquí y ahora anudado a la voz de dátil de Hassan…
—Gracias, Hassan. Estaba en trance, es decir en la entrada, en la puerta. No estoy bien, también me suceden cosas, pero eso no es importante ahora. Quería verte desde que llegué el jueves a media noche. También estoy preocupado por algunas cosas que he oído sobre ti y tu gente. Cuéntame, por favor.
—Veo que ha habido filtraciones. El grupo empieza a ser demasiado grande y alguno se habrá ido de la lengua. Además no me gusta controlar; aborrezco esos controles internos de seguridad. Hablaré con Aziz; él se encargará de averiguar qué se ha filtrado de nuestros planes.
—Bien, Hassan. Pero tú controla también a Aziz. Él es más político que tú. Habla demasiado y más alto, se hace notar más, no selecciona tanto a sus seguidores, le gusta sentirse líder del grupo y no es extraño que haya hablado más de la cuenta. Seguramente también está más vigilado… Y ahora dime: ¿qué estáis preparando? No me cuentes los detalles ni tampoco cuándo ni dónde. Sólo el concepto que piensas poner en acción —le digo en voz muy baja como suponiendo escuchas indeseables o simplemente por el necesario sigilo que tiene todo secreto.
—Tiene que ver con aquel debate que mantuvimos antes de marcharte apresuradamente en junio. No te pregunto por tu mujer Saskia porque sé que murió. No hay que preguntar por los muertos sino por los que quedan huérfanos o viudos, los que vivís en pena con la nostalgia de vuestros recuerdos… Sigo, Pablo… No quiero distraerme. ¿Recuerdas que al final de tu vehemente discurso me dijiste que me dejara de imperialismos y conjuras antimusulmanas, que en realidad la culpa la tienen las imágenes, la pantalla global, pero porque nosotros somos inmunodeficientes ante esas imágenes?... Pues sobre todo eso vamos a atentar. ¿Necesitas más detalles?
—Hassan, me dejas helado. ¿Estáis preparando un atentado? ¿Contra qué o quién vais a atentar? Quiero estar seguro que no vas a hacer una locura ni pones en peligro a tu gente… Por favor, Hassan, tranquilízame —le suplico con los ojos y mi tono de voz que parece un lamento…
—No te preocupes, Pablo, mon ami… Todo está más o menos previsto — Hassan niega y afirma sucesivamente sin apartar sus ojos de los míos.
—¿Cómo no preocuparme si nada más llegar a Essaouira un amigo común me dice que tenga cuidado contigo, que te estás volviendo muy peligroso? ¿Cómo no preocuparme si me dices que todo está “más o menos” preparado? Vamos, Hassan, ahora necesito más detalles… ¿Quieres decirme cuál es mi responsabilidad en esa alocada idea? ¿Soy acaso el autor intelectual de esta historia?
—Nooo… Pablo. Tú sólo acertaste el diagnóstico. Me hiciste pensar mucho después de nuestra conversación. Nadie sabe que la tuvimos, como otras. Debatí con el grupo todo lo que me dijiste, pero sin nombrarte. Ninguno conoce, ni siquiera Aziz, el grado de complicidad que mantenemos en este tema. Además tú no eres musulmán; para el grupo es impensable que seas uno de los nuestros. Tienes a salvo tu clandestinidad y anonimato. No te preocupes, mon ami
—¿Quieres decirme de una vez el concepto que interpretaste y asumiste de mis palabras?
—Pues muy fácil. Tú lo dijiste: nuestra primera yihad debe ser restaurar el movimiento iconoclasta, luchar contra los media que pervierten nuestros modos de vida, apagar la “gran pantalla”, impedir que todas esas imágenes de la publicidad, las telenovelas, los filmes de cualquier procedencia hagan más daño, o al menos que la gente sepa que está haciendo mal viéndolas, creyendo ciegamente su realidad virtual. Tienes razón. Nuestro gran problema es que somos inmunodeficientes frente a esas imágenes, a todas las imágenes en general. La gente cree que todo lo que ve en la televisión, en las revistas, es verdad; que fuera de su tradición hay un mecanismo mágico que hace que todo aquello que vemos en la pantalla lo obtenemos con sólo desearlo, con ir a su búsqueda a las ciudades —el gran escaparate de los deseos—, a vuestros países europeos —el gran almacén de los sueños; que podemos poseer todo eso sólo con dinero… y que el dinero espera ansioso entrar en nuestros bolsillos agujereados. Vuestra cultura es iconófila, amáis las imágenes, las utilizáis para representar hasta lo irrepresentable, lleváis siglos conviviendo con ellas, sirviéndoos de ellas para cualquier tarea: para difundir vuestra religión y explicar tanto sus dogmas como vuestra Historia Sagrada, para representar el Poder, sus caudillos, sus hazañas, sus enemigos vencidos, para narrar vuestra historia civil, incluso mítica, para trasmitir y enseñar conocimientos naturales, científicos, artísticos, para soñar… Habéis aprendido que las imágenes pueden decir la verdad como ocultarla o engañar, al igual que las palabras —sean voces o escritas. Por eso las creéis o ponéis en cuestión indistintamente. Sois inmunes a sus mentiras; o mejor dicho, creéis o descreéis en ellas sin por ello poner en riesgo el resto de vuestras creencias, el orden de vuestro mundo natural y sobrenatural… Nosotros los musulmanes no tenemos esa facultad de descreer de las imágenes. El Corán las prohíbe. El Profeta advirtió de su poder y capacidad para hacernos sucumbir en la idolatría. Hasta muy recientemente en nuestras sociedades y culturas tradicionales no había imágenes como las vuestras ni con tales contenidos. Sólo la caligrafía y la decoración abstracta geométrica o naturalista, no figurativa, podían ser consideradas imágenes. Así pues no sabemos cómo funcionan, cuáles son sus mecanismos para representar la realidad o lo irreal, ni tampoco sus cualidades o matices, sus verdades y sus mentiras… Frente a vuestras imágenes no sabemos distinguir entre las que representan lo real-real y las que inventan una realidad meramente virtual. En todo eso nos lleváis siglos de ventaja… Vuestra memoria genética trasmite de padres a hijos esa inmunidad. Aprendéis desde niños a no creer todo lo que veis, os ejercitáis en la ironía de las imágenes, jugáis sin miedo con sus invenciones más fantásticas. Es sólo un juego, decís. Incluso habéis llegado a considerar que ponerlas en cuestión así porque sí es de sentido común… Bendigo esa virtud que tenéis de dudar de las imágenes, todas las imágenes, como maldigo las habilidades que habéis puesto a su servicio para recrearlas, esa tecnología perversa que os ha permitido crear hasta lo inverosímil…

Tenías razón cuando afirmabas que las imágenes de la televisión, su propaganda y publicidad, son el señuelo que atrapa al sencillo hombre musulmán, a la mujer modesta, y les hacen abandonar sus lugares de origen, sus familias, su cultura, su tradición, incluso su religión. ¡Qué sencillo mecanismo! ¡Qué perversión la de quienes se sirven de nuestra inmunodeficiencia para disolver nuestras sociedades, nuestro yo individual y colectivo! Aunque esa terrible atracción comenzó hace ya unos años, su poder devastador es muy reciente. Tiene que ver con la televisión digital, la multiplicación de canales para sintonizar, la combinación con ordenadores que decodifican sus señales, la proliferación de grandes antenas parabólicas para captar las señales de los satélites, el abaratamiento del mercado de pantallas planas de grandes dimensiones, la mayor calidad y alta definición de sus imágenes. Hasta hace unos pocos años no era así; había sólo dos o tres canales oficiales, la mayoría de los programas eran noticieros sin imágenes o como mucho imágenes fijas, conciertos de música tradicional, entrevistas convencionales, alguna telenovela que ilustraba historias comunes, programas religiosos cuyas imágenes eran sólo caligrafías. También las televisiones eran de baja tecnología, voluminosas y aparatosas, con pantallas de escasa brillantez e imágenes deficientes, antenas de poca potencia, incapaces de captar otras señales que no fueran las de la televisión oficial y muchas veces ni ésta… Cualquiera de nuestras ciudades hoy está llena de antenas parabólicas de grandes dimensiones y alta tecnología; sólo tienes que observar desde tu mirador hacia las terrazas de la medina y verás qué impresionante cantidad; no te quiero decir los miles que hay en la nueva medina de Essaouira. En cualquier aldea del Atlas encuentras ya decenas de antenas de ésas, en cada casa o tienda hay al menos un televisor digital… La gente huye del mundo rural siguiendo la estela de las imágenes de publicidad que han visto en las televisiones colectivas de sus pueblos y aldeas. Se van primero a las grandes ciudades de provincia o a las capitales a trabajar en la construcción, en el turismo, a hacer faenas en casas particulares, no sólo para ganar más dinero que en sus lugares de origen sino sobre todo para estar más cerca de esa realidad virtual que vieron en sus televisiones. ¡Qué debilidad la de nuestro carácter que con sólo ver algo, desearlo, creemos que lo obtendremos como un regalo de Dios! Quizás ese sueño tan aparentemente real perdure durante años para algunos, los que tuvieron la suerte de encontrar un trabajo estable, comprar o alquilar su casa, comprar su televisión y permanecer todo el tiempo libre frente a la pantalla haciendo zapping de canal en canal, de deseo en deseo. Otros muchos fracasaron o fracasarán, se quedan sin trabajo, malviven en los suburbios, tienen que robar o prostituirse o soportar a sus maridos y sus palizas, sobrevivir indignos… En la ciudad no se puede comer adoquines cuando hay hambre; sus ciudadanos olvidaron la costumbre de la limosna diaria al ponerse el sol. Sólo hay dos caminos posibles: el uno seguir hacia el norte, hacia el almacén de los sueños en vuestro continente; el otro volver al lugar de origen, a la humildad de cada día. Casi nadie se atreve a volver con las manos vacías como si nada. Ay, ese estéril orgullo de quien se equivoca…

—Así es, Hassan. El Norte se constituye en el último objetivo… Además los turistas colaboran aun sin querer en la ficción, en el engaño. La gente sencilla, seducida por lo que ve en la publicidad, en los documentales sobre Europa, en las películas, comprueba qué tal exceso de dinero es cierto, al menos aparentemente, sólo con observar las hordas de turistas que llegan de cualquier país. Sea cual sea su condición social, su oficio, su nivel de ahorro, el turista gasta y gasta por gastar, parece que el dinero le mane de sus bolsillos. Compra souvenirs, cualquier objeto presuntamente genuino y artesanal, por cantidades muy superiores a su valor real, incluso regateando y creyendo haber hecho una buena compra. Paga por una mediocre comida recalentada en cualquier restaurante típico lo que la mayoría de las familias en Marruecos gasta en alimentos en una semana. Paga por una habitación en un hotel para turistas cada día lo que un marroquí por sus habitaciones durante un mes, y no digamos si vive hacinado en alguna vieja casa de un barrio en ruinas, cuyo alquiler anual apenas supera el alquiler de una semana de una maison d’hôtes en cualquiera de las ciudades turísticas marroquíes… Con tal derroche de dinero a su vista no me extraña que se aventuren a cruzar el estrecho como sea, que intenten conseguir su visa cueste lo que cueste… También participan del engaño los familiares y amigos que ya viven y trabajan en Europa. Ninguno dice exactamente cómo les va… Hablan de lo que ganan a la hora, al mes, pero no de lo que les cuesta el alquiler de sus casas, su alimentación, las condiciones en las que viven, las humillaciones que padecen. Además siempre vuelven de vacaciones cargados de regalos, luciendo su coche, sus gadgets electrónicos… aunque hayan tenido que pedir un préstamo para comprarlos o alquilarlo, o un adelanto de su salario los próximos meses.

Sí, ya lo sabes, Hassan, soy un iconoclasta… Ser iconoclasta no sólo significa estar en contra de esas imágenes sino sobre todo estar en radical oposición contra la pantalla de televisión, el instrumento del cual se sirven para difundir y diseminar imágenes engañosas. Hakim Bey dice que no nos oponemos a la imagen como iconoclastas teológicos “sino porque requerimos la liberación de la imaginación en si misma —nuestra imaginación, no el imaginario del mercado”. Sí, Hassan, mi crítica a la imagen es al mismo tiempo una defensa de la imaginación. Pero una imaginación en libertad, sin falsos guiones preestablecidos por la publicidad. Una imaginación que nos permita imaginarnos no sólo como protagonistas de esas ficciones publicitarias, la carita que falta al muñequito anónimo que todo lo puede alcanzar con su deseo…

Hassan, tú sabes que trabajo en el mundo del arte, es decir con imágenes. Pero aunque no me refiero a esas imágenes artísticas —dibujos, pinturas, fotografías y videos artísticos— al declarar mi iconofobia e iconoclasia, te confieso que me asalta parecida furia cuando me encuentro en una Feria de Arte, por ejemplo la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, ARCO: una exhibición heterogénea y excesiva de imágenes de pequeño formato la mayoría banales y triviales, porque así son “más comerciales” dicen los tenderos del arte; que parece más bien una feria de “entomología”, de cuadros-insecto clavados a sus paredes, que una auténtica exposición de arte de obras únicas y originales. En realidad la estrategia visual de estas ferias es semejante a la de las grandes superficies comerciales…

Ya casi no quedan lugares en donde disfrutar de la ausencia de imágenes comerciales. Ni siquiera en los países árabes en donde hasta hace poco uno podía sentir cierto alivio ante su ausencia o escasez en las calles; ni por supuesto en China, en donde a principios de los noventa todavía pude conocer grandes ciudades como Beijing o Shanghai en las que los anuncios y publicidad eran sólo escritura, preciosas caligrafías, explotando sus inmensas posibilidades decorativas —para mí, puras abstracciones. No sé dónde experimentar la utopía de la ausencia de la imagen en espacios públicos... Bueno, sí, en la naturaleza salvaje, en el desierto —y aun allí cabe la probabilidad de encontrar imágenes comerciales… Sí, me declaro iconoclasta, aunque como a Hakim Bey me repela el autoritarismo de cualquier prohibición. Me rebelo contra cualquier autoritarismo, pero puedo compartir su intencionalidad, ¿no? Yo, al igual que otros hermanos sufíes, pienso “que la ortodoxia puede deconstruirse a sí misma, que la ideología puede superarse desde dentro”. Como señala Hakim Bey, “cuestionar un medio no es necesariamente destruirlo en el nombre de la ortodoxia o la herejía”… Tenemos que ser inteligentes, Hassan, pacientes y voluntariosos con nuestros proyectos, con nuestras acciones. Reconocer la raíz del problema, evaluar su daño continuo, no implica necesariamente atajarlo con un atentado terapéutico… Dice Hakim Bey: “No hay un retorno a la inocencia en el éxtasis de 600 canales, ningún regreso a la Caída del Imperio Romano o incluso al primer Neolítico”… Hassan, ¿me puedes decir qué estáis preparando? ¿Contra qué o quién queréis atentar?

—Hemos pensado poner unos artefactos explosivos de baja potencia en una serie de repetidores de TV de Essaouira a Marrakech. Los suficientes como para interrumpir las emisiones coincidiendo con el Aid el-Kebir que este año es el treinta y uno de diciembre… Elegimos esa fecha porque como sabes la Fiesta del Cordero que celebramos todos los musulmanes en familia es nuestra festividad más santa. Desde hace unos años vemos que la gente pasa los tres días de fiesta en casa contemplando la televisión. Han dejado de convivir, de preparar familiarmente las comidas y los dulces de esas fechas, visitarse unos a otros que antes hacían como un ritual. Ahora se quedan todos en casa frente al televisor, se van turnando sus asientos y cambiando los canales en silencio, sin apenas comunicarse. Los hombres pasan el tiempo viendo retrasmisiones europeas de futbol, partidos repetidos en los canales de deportes; las mujeres con las teleseries turcas y egipcias, los niños con programas de dibujos animados y telefilmes nada edificantes. Queremos que sea sólo una advertencia de que las cosas no pueden continuar así…
—Entiendo, Hassan… No voy a discutir contigo el sentido o sinsentido de estos atentados, no tengo derecho… Estoy plenamente de acuerdo en la intención, incluso en la necesidad de una acción “fuerte” hasta cierto punto autoritaria, que haga pensar a la gente al respecto. Pero debo advertirte que esa acción es muy peligrosa ahora para el grupo… ¿Cuántos conocen con detalle la operación? ¿Hay alguien más metido en esto fuera de vuestro grupo?
—Exactamente once, más Aziz y yo, los componentes del comando de acción directa. Y sí… hay un grupo de Marrakech que sabe cuándo y dónde. Han prometido apoyo logístico al grupo y refugio en Marrakech a los que van a atentar más cerca de allí…
—Hassan, piénsalo bien, no es el momento ni el método… Como te dije ha habido filtraciones, es probable que la policía conozca vuestros planes, bien directamente de algún miembro de vuestro grupo o de Marrakech. Habéis consolidado un buen colectivo aquí, no vale la pena arriesgar todo por una acción que va a provocar el enojo de la gente y su incomprensión. Los repetidores los van a reparar en unos pocos días; pero si el grupo es desmantelado y vosotros encarcelados, ¿cuánto tiempo vas a tardar en reparar esa desgracia? Además tú mismo me señalaste que la mayoría de las nuevas antenas de Essaouira captan señales de satélite. No tengo mucha idea al respecto, ¿pero estás seguro que derribando los repetidores estarás anulando la llegada de esas señales? A lo peor lo único que conseguís es que la gente más humilde no vea los aburridos programas oficiales y se pase a casa del vecino a ver el partido de futbol en su maravillosa pantalla de plasma en un magnífico televisor digital programado por satélite? Hassan, por favor... recapacita...
—Tienes gracia hasta para anunciar desgracias, mon ami —y sonríe relajado… No creas que no hemos pensado en los riesgos, Pablo. Pero hay que empezar a realizar acciones directas, ejercer presión contra el Sistema, provocarle un shock que aunque puntual le duela, anime a otros a seguir nuestro ejemplo… Tenemos claro que nuestras yihad van a ir contra el turismo masivo y contra la proliferación de las televisiones en nuestras ciudades, al menos contra aquellos canales que difunden únicamente esa propaganda de la sociedad de consumo, su publicidad, y contra los canales deportivos alienantes… Y es fundamental que esta acción directa coincida con el Aid el-Kebir de este año… ¿Comprendes, mon frère?
—Sí, Hassan, entiendo tus principios y la significación de esa fecha… Pero… —y dudo por un momento si seguir argumentando en contra o dejar que siga con sus planes respetando sus decisiones sin rechistar. Seguro que Hassan habrá meditado largamente sobre esta acción. ¿Cómo convencerle que esa táctica violenta puede volverse dramáticamente contra ellos y arrasarles sin remedio? No quiero parecer paternalista ni tampoco escurrir el bulto en esta situación tan decisiva… ¿Qué decir? ¿Cómo asumir la responsabilidad incendiaria de mis palabras?... —¿Y si repensáramos la situación, Hassan? ¿Recuerdas los comunicados de la Asociación de la Anarquía Ontológica de los años ochenta?
—¿A qué te refieres, mon ami? Sí, recuerdo algunas cosas, algunas ideas… Por favor, ¿qué se te ocurre? —Hassan me mira intrigado. En sus ojos interpreto que también él se siente inseguro, que desea reconocer una salida en el laberinto en el que se encuentra…
— Los sufíes utilizáis el término rendan para denominar a aquellos que son tan listos como para beber vino en secreto sin que les pillen. En realidad lo interpreto como una derivación de la taqiyya, es decir la posibilidad aceptada de simular nuestras creencias cuando tenemos miedo a ser perseguidos por ellas o que nuestros familiares y amigos sufran por esa causa o se vean comprometidas nuestras ideas por la represión. Los chiíes la han usado desde siglos para no ser reconocidos y masacrados por los sunnitas con los que convivían; es lo mismo que hicieron para sobrevivir los moriscos o los judíos españoles convertidos a la fuerza. Ya sabes que los drusos la utilizan permanentemente; unos practican la religión cristiana y otros la fe islámica, o indistintamente, según necesiten, porque en realidad lo que cuenta es seguir sus dogmas y prácticas secretas. A veces no es una hipocresía mentir si tu objetivo es alcanzar la verdad o darte tiempo para profundizar en tus creencias… El disimulo del clandestino puede ser tan eficaz y sustancial como la aparente inacción del virtuoso del Aikido. Quiero decir que hay buscar la armonía y el necesario equilibrio en situaciones de tensión y conflicto; la técnica del Aikido es aprovechar al máximo la inercia del atacante, su ofuscación y desequilibrio emotivo, para neutralizar su agresión, reducirle y dominarle… Lo importante es mantener el secreto a salvo, aunque para ello tengas que escribir un libro que parezca desvelar todas las tramas que conoces, incluso hacer que se convierta en un best seller editorial si con ello aseguras su ocultación en el inmenso laberinto especular de tus lectores absolutamente ocupados tanto en interpretar minuciosamente tus palabras como en proyectarse en ellas. ¿Qué no haríamos por mantener a salvo nuestro secreto si la vida nos fuera en ello? —Claro, si seguir viviendo todavía nos importa, por supuesto, pienso para mis adentros…

No estoy hablando de la postura, o mejor dicho impostura, de muchos derviches laicos que disfrazan su amoralidad en la elegancia de sus movimientos; esos cínicos que siguen afirmando creer cuando en realidad descreen y persisten en su engaño sólo como expresión máxima de su voluntad de confundir. Me estoy refiriendo sobre todo a la posición de Nietzsche al medir su inteligencia con la estupidez de la manada, superando no sólo sus reglas sino también la mecánica de sus previsibles respuestas, su rencor y venganza… No sé si es cierto, como dicen, que el creador del Aikido fue un samurai que se convirtió en pacifista y negó a luchar a favor del imperialismo japonés, que se volvió un ermitaño y pasaba sus días sentado bajo un árbol. Cuentan que un día le vino a visitar un antiguo compañero samurai que le acusó de traición a su clase, de cobardía por haber abandonado la espada. Una y otra vez el recién llegado intentó golpearle con su katana, y una y otra vez el ensimismado maestro le desarmaba con su mente vacía… No me estoy refiriendo al pacifismo no violento de Gandhi, su resistencia pasiva… Quiero decir que no hay que obsesionarse con la acción por la acción ni en dar “respuestas adecuadas”, simétricas, a la violencia del Sistema con su propia lógica. Incluso si uno tiene que participar en la revuelta contra la Ley, en la yihad menor contra los ejércitos del pensamiento único y los estados políticamente correctos, no debe sentirse obligado a seguir la dinámica del ojo por ojo ni a clonar su perversa violencia. Hay que aprovechar las oportunidades que nos brinda la arrogancia y desmedida soberbia del Sistema para ridiculizarlo, ponerlo en evidencia ante sus hipnotizadas masas. Hay que dejar que el Sistema se venga abajo por sí mismo en el punto sin retorno de su borrachera y glotonería insatisfechas e irracionales. Mientras tanto hay que darle más de comer y beber hasta que explote o implosione fatalmente. Sólo cuando el dinero no valga nada por sí mismo habremos conjurado su poder. Hay que disimular como las putas que llenan las copas de sus clientes y fingen beber de las suyas llenas de agua o Coca-cola light como si fueran cubalibres… no sé si también fingir placer como las esposas insatisfechas por las prisas o impotencia de sus esposos mientras sueñan en un orgasmo de verdad con un hombre de verdad al que esperan confiadas y pacientes. Ser rendi, beber o no beber vino a escondidas sin que te cojan, aparentar aceptar las reglas para romperlas o erosionar la arquitectura de cartón piedra del Sistema, no sólo son objetivos propios de un hombre libre sino que además nos ofrece la oportunidad de experimentar constantemente la droga del peligro y la aventura, esas excepcionales descargas de adrenalina que nos hacen actuar automáticamente, puro acto reflejo, y ser guerreros por naturaleza, no racionalmente… fiarnos de nuestra intuición tanto como de nuestro “saber hacer” como guerreros existenciales. Poner unos explosivos la semana que viene seguro que os proporcionará unas dosis extras de adrenalina que a lo mejor necesitáis, pero a lo peor ese calentón se convierte en un infierno para el resto de vuestras vidas, Hassan…

—Entiendo lo que me quieres decir, Pablo… Pero… ¿Qué propones? ¿Crees que hay vuelta atrás? —me pregunta entre conmocionado y expectante mientras posa su mano derecha sobre mi hombro izquierdo en señal de reclamar mi apoyo una vez más…
—Vayamos por partes, Hassan… Primero te propongo que pares los atentados, o mejor dicho que los suspendas por ahora mientras buscáis opciones más eficaces para llevar a cabo vuestros objetivos, que comparto plenamente, te prometo… Pero esa suspensión la debes llevar en secreto. Me explico: No se lo digas a nadie hasta pocas horas antes del inicio de la operación, cuando la teníais prevista. Bueno, sí, a Aziz, pero sólo un poco antes, cuando creas conveniente, antes del punto sin retorno… Tendrás que convencer a tu hermano y sé qué no te será fácil. Pero él te respeta no sólo como hermano mayor sino también como su líder, así que no creo que te desobedezca… Hassan, obedecer es la palabra… a veces hay que ejercer la autoridad de quien sabe dónde y cuándo está el peligro. Dejar que alguien se suicide en su ceguera es un homicidio en toda regla, incluso con alevosía, cuando uno ve con toda claridad qué hay más lejos… Sigo… Al suspender los atentados sin aviso —y sólo poco antes a los miembros del comando— pondrás en evidencia a los traidores en vuestro grupo o quienes hayan roto el secreto sean cuales sean sus justificaciones. Seguramente la policía o los servicios secretos que os vigilan —porque estoy absolutamente convencido que os controlan y esperan vuestra acción para cogeros con las manos en la masa (explosiva) y desmantelar el grupo— desenmascarán por vosotros a sus esbirros poniéndoles en evidencia. Imagina el ridículo en el que se verán todos los niveles del mando policial cuando no se produzcan los atentados que esperan. Buscarán su chivo expiatorio entre ellos mismos. Nada tendrán de cierto ni punible contra vosotros. Y si os detienen sin pruebas, sin haber consumado los atentados, estoy seguro que por esa injusticia la gente verá todavía con más simpatía vuestro movimiento. Sean cuales sean sus movimientos ellos mismos se desarmarán y derrotarán por vuestra inacción activa… ¿Me comprendes, Hassan? Es como el Aikido
—Sigue, Pablo… Entiendo tu estrategia…
—En cuanto a los de Marrakech, no les digas nada; tiempo habrá para explicarles lo sucedido cuando hayas comprobado si la filtración procede de ellos o de vuestro grupo… Es muy probable que estén contaminados por los servicios secretos… ¿Fue el grupo de Marrakech quien os proporcionó el explosivo?
—Sí, mon ami… nos lo entregaron a cambio de una potente sustancia alucinógena que preparé en mi pharmacie con hierbas y cactus que yo conozco; es una antigua receta que aprendí de mi maestro yerbatero…
—Bueno, eso no es grave, seguro que lo podrás justificar. Además si os interrogan debéis decir que sólo recibisteis dinero por ello, nunca explosivos. ¿Tienes dinero para demostrarlo, Hassan?
—Sí, no te preocupes… tenemos dinero ahorrado, el que empleamos para nuestras atenciones sociales a la gente más necesitada. Hemos recibido donaciones… Sí, podríamos justificarlo con ese dinero.
—¿Quiénes han visto los explosivos además de los de Marrakech?
—Es dinamita… Creo que procede de alguna mina o algo así en el Sahara… Sólo Aziz y yo hemos visto la dinamita; los demás confían en nuestra palabra. La guardamos en un sitio seguro que sólo conocemos nosotros…
—Pues cámbiala de sitio o entiérrala en un lugar en donde no os puedan relacionar. Limpia con productos químicos, como sea, todo lo que haya estado en contacto con la dinamita: vosotros mismos, vuestras casas, las ropas, su almacén… yo qué sé… No deben encontrar rastro de explosivo.
—De acuerdo; no me será difícil eliminar su rastro con mis hierbas y algunas sustancias que conozco…
—El día de la Fiesta del Cordero seguid vuestra costumbre como si nada. Mostraros más religiosos y tradicionales si cabe. Invitad a mucha gente a vuestras casas, preferiblemente a los vecinos y familiares que no sean del grupo. Esperad pacientes y despreocupados los movimientos en falso de los traidores y la policía. No olvides que al enemigo se le vence con su propia violencia incontrolada, aguarda su error… El guerrero sólo tiene su voluntad y paciencia, Hassan, y con ellas consigue sus objetivos…
—Entiendo perfectamente tu estrategia…
—Piensa en ello… luego toma la decisión que creas más correcta y sigue hasta el final, Hassan. Yo sólo te he dado una opinión subjetiva. Tú eres el líder, tú tienes que tomar las decisiones finales, es tu responsabilidad. Asume la soledad del visionario, del profeta, del Imán, Hassan… —le digo apoyándome yo ahora en su pecho, mi mano derecha abierta sobre su corazón…
—No lo dudes, mon frère… Tomaré mis decisiones, Inch’Allah… Esta conversación sólo ha sido un sueño. Soñé que hablaba con el Imán oculto…
—No, Hassan… Te hablaba un imán de recuerdos con apariencia humana, mon frère… escondido, refugiado, no solamente oculto…
—Ya sabes que busco la esencia de las palabras y que aprendí de ti suficientes reglas de la langue des oiseaux como para interpretar en tu voz las diferencias ortográficas que velan tus palabras, su significado. J’aime ton âme, mon ami
—Eres genial, Hassan… —me río abiertamente por su ocurrencia en langue des oiseaux. —La maestría del maestro se mide en sus alumnos…
—Y la humildad del alumno en la de su maestro, Pablo…
—Así sea; así será…
Inch’Allah
—Bien, Hassan, sigo mi camino… Casi es medio día; necesito luz, sol, aire fresco… Voy hacia la Place Moulay Hassan a tomar una buena dosis de café y unos pastelitos de sésamo para subir mi azúcar interior… Pensaré en lo que hemos hablado, no en lo último, ya está dicho por mi parte. Me refiero a cómo llevar a cabo una acción iconoclasta sin pólvora… ¿Recuerdas uno de los eslóganes que Hakim Bey propuso pintar como graffiti en New York a finales de los ochenta: TERRORISMO POÉTICO? Voy a pensar en ello, a lo mejor te propongo una acción menos escandalosa pero más eficaz para nuestra común yihad iconoclasta… Te veré mañana o pasado…
Inch’Allah, mon ami… Cuídate el corazón.
—Lo haré; no temas… —Y entonces, de repente, me viene un pensamiento del vientre a la boca que no puedo impedir decir a Hassan a bocajarro sin meditar ni un microsegundo… —Hassan, por favor, prométeme que si al fin decides seguir mis consejos vas a decir a tu grupo una sola mentira más… Acabo de tener un presentimiento.
—¡Qué dices! ¿A qué te refieres? ¿No crees que ya es suficiente el engaño que me propones? Si sigo tus planes estaré mintiendo y engañando a mi propio grupo, no sólo a la policía... ¿Qué nueva estratagema se te ha ocurrido?
—No es eso, Hassan… Piensa que son mentiras piadosas o como quieras llamarlas. Es simplemente una forma de taqiyya, de simulación. Por favor, diles cuanto antes que es mejor realizar los atentados el uno de enero que el treinta y uno de diciembre. Que el Aid el-Kebir es la Fiesta del Cordero y hay que estar limpios y puros al amanecer de ese día en la gran explanada junto a Bab Marrakech, en la oración colectiva del Aid el-Kebir. Ojalá sea un amanecer púrpura, Hassan… Creo que ambos, tú y yo, necesitamos ese día de más en nuestras vidas... Es un presentimiento.
—Así lo haré sin preguntarte más, confío en tus intuiciones. Además ya lo habíamos debatido antes. Aziz se empeñó que fuera el treinta y uno y yo defendí el día siguiente. No me será imposible convencerle; argumentaré en el sentido que me señalas. También eres mi maestro de simulación… Que Alá te acompañe en tu camino y guíe en tu laberinto, Pablo…

Salgo de la “cueva” de Hassan sin mirar atrás. Mis ojos sufren la luz exterior que se filtra entre los voladizos y pasadizos que atraviesan estas callejuelas del barrio de Ahl Agadir. En unos minutos salgo a la explanada de Bab Marrakech y de allí me dirijo contorneando el perímetro de la muralla de la medina hacia Bab Sba’… Entro en la Kasbah Jdida y siguiendo la Avenida del Cairo encamino mis pasos hacia la gran Place Moulay Hassan… Ando deprisa, enérgico, como si alguien me esperara y no deseara llegar tarde a la cita. Siento la necesidad de estar sentado en una de las terrazas de sus cafés al mediodía en punto… Sé que algo extraordinario va a suceder. Conozco ese estado de excitación cuando un sexto o decimotercer sentido te reclama irracionalmente con urgencia y no queda más que obedecerlo sin preguntas ni estúpidas demoras. A los milagros no se les hace esperar.

Decido sin decidir yo mismo entrar a la plaza por el portillo que hay al final de Derb Abdellah ben Yassine, donde se comunican la Kasbah Jdida y la Kasbah de Essaouira propiamente dicha. Nada más pasar delante del urinario público que hay en la planta baja del torreón del portillo me encuentro ante la gran explanada que sin interrupciones llega al Puerto. A mi izquierda está la terraza del Café Bachir, quizás el más destartalado café de la Place Moulay Hassan, pero también el de mejores vistas, el más protegido del viento, el que suelen frecuentar los suiris… Miro hacia la terraza y parece que todas las mesas están ocupadas; hoy los cafés estarán abarrotados tanto por marroquíes como por turistas extranjeros, pienso. Y más a esta hora, con este sol… En el centro hay una mesa con una señorita sola, el resto de sus sillas están desocupadas. Estoy prácticamente a su espalda, no veo su rostro, sólo su cabello negro, negrísimo, y medio cuerpo enfundado en una cazadora de piel verde musgo. No hay otra consumición sobre la mesa que no sea su Coca-cola y el vaso de cristal que tiene en su mano. Está totalmente sola. Decido acercarme a su mesa, es el lugar que prefiero estar, con el sol todavía alto tras mi nuca, mirando hacia el mar. Le pediré cortésmente que me dejé sentar a su mesa en una de las sillas vacías. Espero que no se lo tome a mal. No quiero ligar ni ser uno de esos pesados que toda mujer solitaria tiene que soportar en la calle o en los cafés de Marruecos —bueno, en cualquier parte del mundo…
Madame, s’il vous plait… Peux-je m'asseoir dans cette chaise? —le digo con mi mejor acento provenzal, por si acaso, más que de frente a su lado…
La desconocida levanta su vista protegida por unas extravagantes gafas oscuras de esas de moda, como de hormiga motorista, y me dice apenas un “Oui, monsieur, pas de problem” con una bonita voz que me suena extranjera, quiero decir ni francesa ni marroquí…
Je ne vais pas le gêner... C'est qu'il n'y a pas de table vide... Je veux seulement prendre un café et laisser que le soleil me chauffe... —le digo mientras me siento intentando despreocuparle que vaya a darle “la lata”, que sólo quiero tomar el sol y beber mi café…
Pardon… Do you speak english? Habla usted español? Je ne parle pas très bien français... —me dice atropelladamente mientras se quita las gafas y me mira de lleno a los ojos… —¡Qué mirada, Dios! Qué ojos verdes, de jade, rasgados… Y cómo sonríe con los labios y los ojos sin perder por ello su seriedad y femenina distancia… Es una mujer muy hermosa. Su rostro, su contenido, y su negro cabello son un regalo de Dios, sin duda: mi regalo de Navidad… Creo que es mexicana, al menos centroamericana, por su tono y acento en castellano…
—No se preocupe, soy español…
—Qué bueno que usted sí habla español, ¿verdad? —me dice aliviada en una forma de hablar que conozco muy bien: es mexicana…
—Le decía que no se preocupara, que no voy a molestarle ni venderle nada. Sólo quiero tomar un poco el sol y beber mi café sin más… El resto de las mesas están ocupadas —me justifico.
—Sin problema... Sí, claro, al fin sólo termino de tomar esta “soda” y me voy… —Con sólo estas dos frases interpreto que no sólo es mexicana sino de Monterrey o de su Estado, o del Norte de México en general… Aunque leve, su acento es “golpeado” como dicen en México para caracterizar el habla del Norte; también suelen terminar una frase como afirmándola con una nueva pregunta; y llamarle “soda” a una Coca-cola sólo se les ocurre a los regiomontanos que utilizan comúnmente esa palabra para cualquier bebida con gas…
—¿Usted es mexicana, no? ¿Regiomontana, verdad? —le digo sonriendo muy ligeramente casi imitando su acento… ¿Qué hace una hermosa mujer mexicana sola en Essaouira el día de Navidad? —le pregunto retador más que curioso, sorprendido yo mismo de mi impertinencia…
La compañera de mesa que me ha regalado el Destino me clava su puñal ritual de jade en medio de la doble diana heterócroma de mis ojos y me dice ahora en un perfecto castellano de Castilla: —Entiendo que usted conoce México y a los mexicanos muy bien… Sí, soy regiomontana, de Monterrey… Pero, dígame ¿Es usted sólo un buen observador o un mago o un adivino? ¿Qué cree que estoy haciendo en Essaouira? ¿Por qué vine a Essaouira? —ahora ella es quien me reta absolutamente… O todo o nada…

Y entonces…

Entonces miro el reloj —las doce en punto. 24.12.2006— y le respondo sin pensar, como si hubieran tatuado estas palabras en lo más hondo de mi inconsciente y fuera el “ábrete sésamo” para salir definitivamente del estado de hipnosis permanente en el que me encuentro hace meses, una contraseña entre cómplices desconocidos que no sólo se buscaban sino que en realidad nos hemos dejado encontrar aquí y ahora, frente a frente:
—Estás en Mogador porque te has enamorado en una novela de su autor. Viniste aquí a olvidarle…

Essaouira: Terrazas desde mi mirador...

viernes, 12 de diciembre de 2008

4º Capítulo/ Recuerdos agridulces...


Puntual, a las dos y media, entro por la puerta de Dar Hadaya Ilahe tal como quedé con Aïcha. He caminado más de dos horas por la playa, hasta las ruinas del castillo portugués, ida y vuelta, hasta ahora. Estoy felizmente hambriento. Aïcha me está preparando un par de peces a la brasa al estilo bereber. No hay recalentamientos que valgan para estas delicias. No se le puede hacer esperar al placer, sea el que sea.

Mientras Aïcha hace la grillada voy a revisar mi correo, a lo peor Lou tiene nuevas noticias, quién sabe. Las de esta mañana no podían ser más inquietantes. Que Iris y Rodrigo tuvieran negocios en común no me extraña, al fin al cabo ambos eran de un modo u otro “socios” de los negocios de Don Pedro Emilio: Rodrigo uno de sus más serviles peones en sus “tapaderas artísticas”, Iris su testaferro más eficaz, con importantes contactos financieros internacionales y sobre todo políticos. Cuántos hombres habrá pillado esa mujer tan guapa como liberal con sus famosas “llaves de judo testicular” que decía Saskia… Nunca me gustó el tipo de “amistad más que fraternal” que mantenían, pero no podía hacer otra cosa que dejarles hacer. Habían pasado juntas media vida, primero en el Liceo Francés en Madrid, luego dos años en un internado en Francia tras la muerte de la madre de Saskia. Cómo interferir en esa historia de complicidades y confidencias femeninas tan especial. Pero su relación nunca había sido simétrica: Saskia era mucho más dependiente de Iris que viceversa, además envidiaba su desahogada economía, su estilo de vida ––aunque decía estar en las antípodas––, su difusa vida social. Definitivamente quien mejor la conocía era Iris, mucho más y más íntimamente que todos nosotros, los demás, juntos. Que Rodrigo e Iris estuvieran liados ––no sé si antes o después de la muerte de Saskia–– hasta cierto punto me parece una lógica derivación de su amistad. Desde luego una perversa derivación si ya lo estaban cuando aún vivía; aunque no me extrañaría que lo supiera e incluso propiciara y pactara con Iris ese rollo sentimental ––Saskia era capaz de esto y mucho más, especialmente en el amor. Pero lo que más me ha inquietado ha sido esa conexión que Lou ha soltado así a la brava, supongo que por pura intuición, entre Iris, el supuesto accidente de Saskia en Ibiza y el ucraniano escapado que han identificado como uno de los asaltantes de mi casa. Eso sí que me ha golpeado en medio del alma. Sobre todo porque Lou desconoce gran parte de los datos más que circunstanciales que tienen que ver con su muerte. Por ejemplo que fue Iris quien le aconsejó se fuese a Ibiza unos días; quien le consiguió la casa en donde se alojaba cerca de San Carlos, propiedad de uno de sus amigos más “peligrosos”, un italiano no sé cómo se llama con intereses en clubes, discotecas y discobares por toda la isla. El italiano no estaba en Ibiza entonces e Iris se las arregló para proporcionarle las claves de acceso, las llaves de casa y las del coche con el que tuvo el “accidente”… No creo que mucha gente conociera que estaba en Ibiza. Iris, por supuesto. Imagino que también el italiano. Y Rodrigo… sólo si Iris se lo dijo ––aunque en el funeral no paraba de repetir que no sabía nada; que se llevó una sorpresa mayúscula no sólo cuando le anunciaron el accidente sino que lo hubiera sufrido en Ibiza; creía que estaba en Alicante o en Orihuela por asuntos de su familia. Y es probable que lo supiera también su último amante, fuera quien fuera ––aunque los últimos días que pasamos juntos en mayo, los de nuestra definitiva ruptura, Saskia me juró y perjuró que no había “nadie”, y por supuesto que Don Pedro Emilio no era ese nadie. ¡Pero estás loco! Si supieras… ––cortó a su manera, inescrutable…

Aïcha grita: ¡El pescado está listo, Monsieur Pablo!… Una vez más me salva el gong de su voz; qué a tiempo esta mujer. Menos mal que con su llamada a rebato por unos peces a la brasa puedo interrumpir aunque sólo momentáneamente mis cavilaciones. No debo obsesionarme con esta vía que ha abierto Lou bajo mi línea de flotación aun sin querer… ¿Estaré volviéndome loco? ¿Lo estaba ya entonces? ¿Porqué me enviaste aquel SMS el día de antes, Saskia? ––cierro el laptop, no hay nuevos mensajes, con una andanada de éstas al día basta… Por favor, Lou, racióname, le trasmito telepáticamente, suplicando…

Aïcha me ha preparado un par de peces de casi dos palmos cada uno. Son de estas costas, fresquísimos. Los hace a su manera, con hierbas, sobre todo romero, tomillo y té, y a la brasa de raíces de las que arrastra el mar, ya secas y saladas. Los hace a la brasa, pero parece que están hechos al vapor; están deliciosos, no hay palabras para describir su textura, su sabor… Mientras Aïcha entra y sale con el vino, el pan, tazones con olivas de varios tipos, voy dando cuenta del pescado sin dejar de pensar en los hechos ciertos, al menos los que he deducido de la información que poseo, un trágico puzzle del que tengo al menos una o dos piezas que los demás desconocen, y luego esas “extrañas” coincidencias… Primero: estoy prácticamente seguro que Saskia fue asesinada; también pudiera ser que se hubiera suicidado, o puesto al borde de un accidente incontrolable, pero esta opción me parece más remota, casi la desecho por tortuosa e impropia de su carácter. Si hubiera querido suicidarse lo habría hecho con premeditada teatralidad, ritualmente, maquillada como una diosa hindú o una geisha, cos su mejor vestido, acompañada de su música, sus fetiches, habría redactado una carta de despedida o un manifiesto acusatorio que sin duda serían joyas literarias memorables… Era una exhibicionista y no iba a dejarlo de ser en su muerte, muy al contrario… No cabía en su cabeza ––es una frase hecha––, en su sensibilidad, un suicidio por una carretera local en Ibiza cayendo por un abismo de veinte metros, medio abrasada tras el impacto y el incendio del coche… Un suicidio así era impensable para Saskia.

––Monsieur Pablo, ¿quiere que le prepare otra cosa además del pescado? ¿Una ensalada de pepino, zanahoria, pimientos rojos tomate y cebolla?
––De acuerdo, Aïcha, necesito fibra… póngale una chorradita de aceite de argán, por favor… Ah, y tráigame las pastillas pequeñas de la diabetes…

Decididamente no se suicidó… Y tampoco fue un accidente… Su hermano Rafael me dio los resultados de la autopsia. Estaba hasta arriba de speed líquido y coca entre otras sustancias. Y eso era imposible en Saskia, las aborrecía… Si hubiera sido alcohol o cannabis no digo que no se hubiera pasado… ¿pero speed y coca? ¡Imposible! Hacía años había sido una “pastillera” de anfetas, éxtasis, lo que encontrara o le dieran… pero al final tuvo malas historias, alucinaciones, fobias, de las que tardó mucho tiempo en salir. Entonces conoció a Rodrigo que era como un monje, él le ayudó a salir de todo eso; también le hizo bien alejarse de ese mundo, los viajes que hicieron juntos o ella sola. Luego su interés por las filosofías orientales, sus proyectos artísticos, su literatura espiritual… Las únicas adicciones de Saskia eran el amor y el sexo creativo, hasta límites imprecisos, la sensualidad y la belleza, su portentosa imaginación irracional… y como residuales, el buen vino y algún porro de vez en cuando… Quien le metió en el cuerpo esas sustancias no la conocía, en absoluto…

––¿Le preparo una naranja con canela y miel?
––Perfecto, Aïcha… nada mejor para finalizar esta deliciosa comida…

¿Pero quiénes lo hicieron? O mejor dicho, ¿quién o quiénes planearon y encargaron este accidente “a la carta”? ¿Rodrigo? No creo… ¿Por celos? Pero si éste hombre parece un témpano de hielo y con sangre de horchata… Si hubiera sido celoso ya habría explotado decenas de veces antes de mí, conmigo y después de mí… Además Saskia nunca le dejó, nunca se separó de él, aunque pasaran largas temporadas distantes o en mi caso tuviera que “compartirme” sí o sí… ¿Iris? ¿Con qué motivo? ¿Celos? ¿Para quedarse a Rodrigo? Esta opción me resulta todavía más increíble. Pero si parecía un juguete al capricho de Iris… Si lo sabré yo, que al principio jugó a mi favor y luego a mi contra, y así nos fue… ¿Para qué deshacerse de ella, si no le hubiera costado ni una hora convencerle que le dejara vía libre con Rodrigo? ¿Y esas exclusividades sentimentales? Desde luego no eran propias ni de Saskia ni de Iris… ¿Entonces?

––Por favor, Aïcha, tráigame la botella de vodka que está en el congelador…
––Oui, Monsieur Pablo… ¿Estará bueno? Está en el frigorífico desde febrero, cuando vino por última vez la señorita Saskia… Perdón, no quise molestarle con mi recuerdo ––Aïcha baja la mirada como avergonzada por haber nombrado otra vez a Saskia; prosigue… Pero no sé nada de bebidas alcohólicas, si se estropean o no con el tiempo… No quiero que le siente mal…
––No se preocupe, Aïcha ––y le dedico la mirada más tierna que puedo inventar en este momento… No se preocupe, mujer, ni por recordarme a Saskia ni que la recordemos ambos la última vez en Dar Hadaya Ilahe… Aquí pasamos días inolvidables; tuvimos días muy felices en nuestra vida… Gracias por recordarla con cariño… Por favor, traiga tres vasos para la vodka, uno para ella, que está aquí con nosotros, en nuestro recuerdo, otro para usted ––yo sé qué le pido algo muy fuerte, pero también es algo muy especial lo que le ofrezco, Aïcha–– y otro para mí que espero cauterice mis heridas de dentro… Por favor Aïcha, acompáñenos… ––Y mientras Aïcha vuelve a la cocina no sólo obediente sino con lágrimas en los ojos a ocultar temporalmente su tristeza y dejarme a solas un rato con la mía, me atrevo a encararme con mi último sospechoso, todavía sin rostro cierto, pero cuyas facciones se parecen demasiado a Don Pedro Emilio…

Él es mi principal sospechoso, incluso el único si fuera verdad que era su amante, aunque me lo negara… Tendría motivos: celos, soberbia, exclusividad… A lo peor Saskia conocía algunas claves decisivas de sus chanchullos y negocios oscuros, podría ser una incómoda testigo de cargo… o le estaba haciendo chantaje ––sí, creo que Saskia podría llegar a hacer algo así si los riesgos merecieran la pena y los beneficios de su traición le hubieran dado un respiro económico unos cuantos años, le solucionaran la vida suficientemente… Y aunque el hijo de puta del Señor Pedro Emilio Piedra de los cojones llevaba ya unos meses en prisión cuando la “mataron” y su imperio empezaba a desmoronarse como castillo de naipes agusanados, es tanto su poder, el control que ejerce sobre sus asuntos, tantos esbirros a sus órdenes, que no me extrañaría hubiera utilizado una banda de asesinos a sueldo ucranianos o de donde coño fueran para quitarse de encima a mi querida Saskia, sí, mi querida Saskia a pesar de todo, cabrón, aunque te la follaras de vez en cuando a cambio de unas migajas como las que arrojabas a tus perros de caza para que te lamieran el culo, a tus caballos de raza para que te besaran la mano, a tus alimañas… Te voy a hundir definitivamente, hijo de puta, tú sabes que puedo hacerlo, conozco algunos de tus secretos más escondidos, por eso me buscas, me buscan tus verdugos a sueldo… Te voy a hundir más de lo que estás y vas a pagar su muerte; sobre todo vas a pagar la muerte de Saskia… Y si me matas, mi libro será tu muerte…

––Monsieur Pablo, bebo alcohol por primera vez en mi vida por la señorita Saskia, no por usted… ––Aïcha interrumpe mis rabiosos pensamientos además de con sus palabras con la acción misma de llenar totalmente con vodka nuestros vasos; ni me di cuenta que había vuelto de la cocina y estaba sentada a mi lado… ––por defenderle arriesgaría la vida, la daría si así pudiera salvarle, Pablo ––Aïcha me llama Pablo, así, a secas, sin su peculiar “Monsieur” por delante, por primera vez desde hace cinco años que nos conocemos… ––Pero este pecado a mis creencias que cometo lo hago sólo por la señorita Saskia. Le ofrezco un poco de mi muerte, así lo pienso, para que reviva en nuestros recuerdos, alivie su angustia, Pablo, y también la mía desde ayer, con su sonrisa… ––nos miramos fijamente, emocionados, atragantados por nuestra saliva y por las lágrimas hacia dentro. Reflejados en nuestros respectivos ojos vidriados chocamos los vasos con el de Saskia ausente... ––no, ausente ya no; mejor agua viva, es decir vodka, absolutamente vodka…

Aïcha bebe su vaso de un trago, como yo… El aguardiente le quema la boca, la lengua, la garganta, su rostro no ofrece dudas; es como beber infierno… Entonces me mira fijamente, una mirada berbiquí que me trepana los ojos y medio cerebro hasta el centro geográfico de mis pensamientos más profundos. Me mira con rabia contenida, lo suficientemente expresiva como para que entienda que se siente incómoda, que ha traspasado una frontera dolorosa… En su más perfecto francés me dice: ––Ahora me va a explicar por qué está seguro que mataron a la señorita Saskia… por qué no fue un accidente… No me interesa saber nada sobre las causas ni sobre los asesinos… sólo quiero saber por qué usted se siente culpable de su muerte… ––touché, Aícha… me has malherido en pleno páncreas de los sentimientos; ¡bingo, acertaste! Me siento culpable, más que amenazado; ésa es la fuente permanente de mi amargura…

––De acuerdo, Aïcha, lo que me propone es justo; se lo debo… No sólo se lo debo, necesito compartirlo con alguien… Cuánto pesa un secreto como éste, cómo duele el silencio forzado sin el bálsamo de las palabras… Le voy a dar lo que me pide. Es mi secreto más personal, quiero decir que me afecta personalmente, tiene que ver exclusivamente conmigo una vez desaparecida Saskia, me toca llevar su carga a solas aunque ahora me apoye momentáneamente en ti ––y le tuteo por primera vez… y no me cuesta bajar voluntariamente las barreras de los prohombres personales que impongo para evitar indeseables malentendidos; si sabré yo de palabras… ––El día antes de morir recibí un SMS de Saskia, me llegó por la noche, en plena actuación de no recuerdo qué grupo gnaoua. Me lo había enviado a media mañana pero ya sabes que la compañía telefónica marroquí a veces tarda hasta días en remitirlos… Lo guardo en la memoria del teléfono como una reliquia, lo recuerdo palabra por palabras como si lo estuviera leyendo ahora; decía: “Perdiste entre los dedos bellos momentos de amor y vida. Soy toda agua, fuente que mana, cántaro. Cuando te encuentres me reencontrarás”… Me extrañó recibirlo después de nuestro adiós definitivo, así se lo planteé en mayo. Pensé que era una más de sus estrategias melancólicas. Eran frases típicamente suyas: sugerentes, insinuantes, misteriosas, poéticas, puros aforismos sentimentales… Lo guardé; no le respondí ni pensaba hacerlo… Al día siguiente, cuando su hermano Rafael me llamó para darme la noticia, lo primero que pensé, y todavía no sé explicar por qué, es que se había suicidado, que su mensaje era como una macabra despedida con el que me hacía en parte culpable de su decisión. En eso fui pensando todo el viaje de madrugada a Casablanca con Khalid. Estaba conmocionado por su muerte casi segura ––Rafael me había dicho que había sido un accidente de coche y que aun medio quemada mantenía ciertas constantes vitales; pero lo que más me atormentaba es que se hubiera suicidado por algo que tuviera que ver con el final de nuestra loca historia, a lo peor la última gota amarga que rebosó el vaso de su paciencia existencial… Llegué a Madrid sonámbulo y obsesivo, recordando, vaciándome de recuerdos. Por fortuna pude tomar el primer avión que salía a Ibiza, había un único billete, recién habían anulado su reserva ––era veinticuatro de junio, San Juan. Llegué a la isla a primeras horas de la tarde, hacía un calor húmedo insoportable, ni una pizca de brisa ni siquiera en las pistas del aeropuerto. Inmediatamente me dirigí al hospital que me indicó su hermano. Allí estaban Rafael, Rodrigo e Iris, abatidos, abrazados los tres. Hacía poco más de una hora que habían desconectado los aparatos que la mantenían artificialmente con vida. En realidad estaba prácticamente muerta al incendiarse el coche y abrasar casi todo su cuerpo. Como te dije ayer, no la quise ver. Preferí recordarla como la última vez: ambos tristes por nuestro fracaso, pero todavía vivos, ojalá deudores del Destino… Rodrigo y yo nos abrazamos, entendí que era un abrazo cómplice por nuestro extraño amor compartido. Nos hablamos con los ojos, nos dijimos todo. Punto. Sin rencor… Iris me abrazó tiernamente, como nunca hubiera imaginado, y me dijo al oído unas palabras que de inmediato me hicieron llorar: “Saskia te quiso mucho, a lo peor demasiado”… Tan desconsolado estaba que Rafael me sacó a la calle de la cintura, a caminar alrededor del hospital y decirnos palabras. Ya sabes lo bien que sientan las palabras en esos momentos, decirlas, escucharlas. Un silencio de muerte es puro veneno. Lo primero que le pregunté es si se había suicidado… Rafael me miró extrañado y exclamó un “¡noooooo!” tan largo como convincente… Había muerto en un accidente con un coche, no se conocían bien las causas, se había despeñado por un precipicio e incendiado el coche por el golpe… ––“¿Estás loco, Pablo? Ha sido sólo un fatal accidente… ¿Por qué iba a suicidarse Saskia? ¿Tú sabes algo más?” ––Callé, no le hablé del SMS, tampoco acerca de mis suposiciones durante mi insomnio desde el día anterior… Rafael supo cuidarme aquellos primeros minutos, aquellas horas hasta la mañana siguiente que me fui a mi casa en Mallorca. Saskia y Rafael se habían distanciado hacía años por no sé qué motivos, nunca me lo supo explicar. Algo muy importante debió pasar entre los hermanos para que temblara ese gran amor que se tuvieron ––también “más que fraternal”, pues Saskia había tenido que hacer de madre de Rafael cuando aquella murió, el chico apenas tenía 12 años y su padre era una ruina de hombre. Tampoco supe discernir nunca quién estaba más dolido de los dos. Siempre me he llevado muy bien con Rafael desde que Saskia me lo presentó al poco de iniciar “lo nuestro”. Rafael es un gay muy guapo, como su hermana, y muy juerguista, le gusta provocarme, jugar conmigo, lo que le fastidiaba a Saskia. No me gustaba verles así de distantes, incluso propicié algunas situaciones divertidas para ver si se descongelaba la situación… Rafael no soporta a Rodrigo, tan frío, tan distante, tan “fracasado”, dice… Así que no era extraño que mantuviera conmigo una confianza a veces excesiva, desde luego muy superior a la que tenía con su hermana entonces y no digamos con Rodrigo… ––Te cuento todo esto, Aícha, porque es necesario, no me voy por las ramas ni un milímetro, créeme––… La incineración y el funeral en Madrid se demoraron cinco días por la autopsia que tuvieron que hacerle y unos estudios complementarios que ordenó el juez antes de quemar finalmente sus restos. Los resultados definitivos los comunicaron un mes después, a finales de julio. Rafael me llamó para darme cuenta de ellos. Se los había proporcionado el juez, al igual que a Rodrigo, ya que era el único familiar directo de Saskia ––su padre había fallecido en enero pasado… ¿Recuerda Aícha que vinimos juntos por última vez a Essaouira unas semanas después de la muerte del padre de Saskia para intentar superar su depresión entonces?... Bueno, sigo… Los resultados de la autopsia… Lo primero que me dice Rafael es que estaba embarazada de casi dos meses… ––Qué cara ha puesto Aïcha al oír mi confesión; los ojos le saltan de las órbitas y dibuja una mueca grotesca con sus labios y barbilla, de estupefacción, de sorpresa mayúscula, de absoluta incredulidad a mis palabras… ––Sí, Aïcha, Saskia estaba embarazada…
––Perdón, Pablo… ¿Estaba embarazada de un hijo vuestro? ––acierta a preguntarme con exquisita precaución. Intuye que la respuesta está en la pregunta, por eso su signo de interrogación verbal es prácticamente imperceptible… Un silencio de tres segundos puede ser un cataclismo de emociones; lo fuimos aliviando mientras tanto con los ojos. Cuando le contesté ya sabía mi respuesta.
––Sí, Aïcha, eso creo… aunque el secreto se lo llevó prendido a la tumba. Pienso que éste era el motivo por el cual se fue a Ibiza, para estar sola, para decidir…Es posible que se lo dijera a su amiga Iris, ella le organizó el viaje. Se lo pregunté poco tiempo después; mejor dicho, le pregunté si le había contado algún secreto que nos perteneciera y creyera que debía conocer… Tan enigmática como siempre me contestó que si Saskia no me había contado nada, ella tampoco debía hacerlo… añadiendo unas palabras que insistentemente me golpean desde entonces: “No obstante, el secreto que quieres saber no te salvará la vida si tú mismo la pones en peligro”… ¡Cabrona de Iris, jodida manipuladora! ––exclamo en castellano que por supuesto Aïcha no entiende…
––Pablo, imagino que usted está seguro de ser el padre… ––interrumpe Aïcha, expectante…
––No tengo esa completa seguridad, Aïcha. Si hubiera un tercero desconocido… De su marido es casi imposible, ellos tenían cierta incompatibilidad; Digamos que los espermatozoides de Rodrigo eran masacrados nada más aparecer por las defensas femeninas de Saskia. Intentaron durante años tener niños y no habían podido aun con los tratamientos que se aplicaron. Eso afectó mucho más a Saskia que a Rodrigo. Se distanciaron. Entonces aparecí yo en su vida…
––Sí, entiendo… ¿Pero en qué basa su seguridad? ¿Había un tercero?
––No sé, Aïcha… Ella decía que no, pero yo intuyo que sí… De lo único que estoy seguro es de aquello que sólo yo conozco, el resto son sólo datos concurrentes, complementarios. Te cuento… Hicimos el amor por última vez el día 14 de mayo, mi cumpleaños. Sabíamos que era la última vez; bueno, es un decir… siempre dejamos una pizca de esperanza a salvo para que el Destino haga de las suyas, quién sabe cómo y cuándo podía haber una nueva oportunidad para un amor como el nuestro… Aquella noche nos regalamos todo, Aïcha, todo lo que uno puede regalarse en el amor… Desde que nos conocimos hacíamos el amor libremente, a nuestra manera, sin precauciones. Saskia no tomaba anticonceptivos ni usaba DIU, tampoco usábamos preservativos. No es el momento de dar más explicaciones. Sólo quiero decirte que llevábamos un cierto control, aunque al igual que pasábamos semanas juntos había otras que nos amábamos a distancia. Era muy distraída para sus cosas, especialmente para sus ciclos fértiles. Yo era quien llevaba sus cuentas. No te rías, es verdad. Siempre ciclos cortos, de 26 días, como mucho 27. En mi agenda marcaba los días de su regla. Yo era quien deducía sus días fértiles aproximadamente. Nunca tuvimos un error de cálculo, y mira que hilábamos fino algunas veces… Pues bien, luego que Rafael me dijera que Saskia estaba embarazada busqué en mi agenda cuando había apuntado por última vez su regla. Había sido poco antes de venir a Essaouira, el 9 de febrero. Así que anoté sus ciclos desde entonces y resultó que el día 14 de mayo estaba en medio de su periodo fértil. No tomamos ninguna precaución aquel día; tampoco hizo sus acostumbradas duchas vaginales luego de hacernos el amor durante toda la noche hasta el amanecer. Así que si estaba embarazada le habrían faltado sus reglas del 24-25 de mayo y del 19-20 de junio, aproximadamente. ¡Coinciden las fechas, Aïcha! Es casi seguro que Saskia se hiciera una prueba de embarazo entonces al no venirle la regla y al darle positivo decidiera refugiarse sola para decidir qué hacer. Por eso se fue a Ibiza tan de repente. El 21 de junio ya estaba en la isla; el 22 me envía su mensaje por teléfono, ¿recuerdas?: “Perdiste entre los dedos bellos momentos de amor y vida. Soy toda agua, fuente que mana, cántaro. Cuando te encuentres me reencontrarás”… Con esos datos interpreté de nuevo sus palabras que por supuesto no eran de suicidio, sino al contrario, de vida… Un cántaro de agua, lleno de vida, rebosante de amor y vida como siempre había deseado; embarazada bajo la forma de un cántaro. Me decía con su estilo poético que había sido un gilipollas, había perdido esos primeros momentos de revelación del misterio de la vida, cuando el amor fructifica en un nuevo ser que asegura el milagro de la creación natural una vez más, esas palabras que se dicen los enamorados cuando se anuncian un hijo. Había derrochado ese caudal de agua viva entre mis dedos por tantas estupideces que hasta entonces me parecían decisivas y no eran más que impaciencia, exclusividad, celos… Sí, todo eso que aborrecía y creía estar inmunizado… ¿Entiendes mi relativa seguridad de que esperara un hijo nuestro?
––Sí, es muy probable… Ese mensaje dice muchas cosas que las mujeres sabemos interpretar mejor que un hombre. Pero sigo sin entender por qué el que estuviera embarazada significa que ha sido asesinada… Faltan más datos, ¿no?
––Claro, Aïcha… La autopsia dio otras pruebas más significativas para la investigación. Encontraron en sus restos una gran cantidad de drogas muy fuertes. Así que dedujeron que su accidente había sido a causa de un excesivo consumo de drogas, que había perdido el control. Saskia había consumido drogas, pastillas, hace años, antes de conocerla, pero desde entonces las aborrecía; no tengo dudas de que le obligaron a tomarlas antes de despeñarle por el precipicio de esa carretera infestada de curvas. También tenía antecedentes policiales por consumo, incluso por tráfico, pues la habían cogido con una bolsa de éxtasis en una fiesta que organizo hace muchos años en Tarifa cuando vivía con un novio músico y frecuentaba esos ambientes. No le costó mucho al Juez decidir que ésa era la principal causa. Además en Ibiza… era fácil hacer tal suposición…
––Ahora sí que me has convencido, Pablo. Una mujer recién embarazada que ha escrito el mensaje que te envió un día antes no va a drogarse sin más, y menos aún si no consumía drogas desde hace años. Tampoco creo que se suicidara. ¿Entonces quién crees que la mató, por qué? ––Aïcha me hace esa pregunta implorando con los ojos tanto como con las palabras. Reconozco su impaciencia…
––No lo sé, aunque tengo mis sospechas más o menos fundadas. Si había un tercero, éste es mi principal sospechoso. Quizás por los mismos motivos que yo reconozco ahora como causas de nuestra ruptura: exclusividad, celos, impaciencia… o por otros que no me atrevo a contarte por ahora. O porque le hubiera comunicado su embarazo y decidiera romper con él… No quiero pensar que aquel hijo fuera de ese tercero asesino, por favor, dios, no… ––y cierro mis ojos abatiendo la cabeza hasta pegar mi frente a la dura tabla de raíz de thuya… La levanto de nuevo y mirando fijamente a Aïcha lleno mi vaso de vodka hasta el borde y lo bebo de un trago largo e inacabable, sin fondo…
––No puedo decirte que comparto tu dolor, Pablo. Mi dolor es otro, diferente… Sólo quiero decirte que no temas más de lo prudente por tu vida aquí en Essaouira. Somos muchos para defenderte, incluso los fantasmas de esta ciudad, de esta casa… Los asesinos de Saskia no podrán hacerte daño en esta ciudad, mientras estés entre gente que te quiere y cuida en silencio… ––y Aïcha me golpea con cariño la mano queriendo trasmitirme seguridad con este gesto tan natural como desacostumbrado entre nosotros. Tendremos que aprendernos de nuevo, pienso…
––Una última pregunta, Pablo… perdóname, es la última, luego iré a casa con mi hijo, me necesita… ¿Su marido y su amiga, no dijeron nada a la policía? Ellos también sabían que no se drogaba… ¿No sospecharon como tú? ¿No sospechas de ellos?
––Sé qué quieres decirme, Aïcha. Sí, he sospechado de ellos… Además ahora mantienen una relación sentimental; me lo dijo ayer una amiga que investiga asuntos relacionados… en fin, algunas cosas turbias… otras historias que puede que tengan que ver… Pero no creo que fueran ellos. No sé como explicártelo. Son aspectos sentimentales que seguramente no entenderías… ––y Aïcha me mira con cierto malestar. ¿O acaso no ha entendido esta historia tan ajena a sus creencias y costumbres y tan distante a su vida normal, cotidiana, en una ciudad de provincias marroquí? Debería disculparme…
––Lo siento, Aïcha, no quise decir… No necesitaban matar a Saskia para vivir juntos… salvo que hubiera otros motivos aparentemente complementarios que en realidad fueran los principales… No creo que los hubiera… pero si fuera así, hoy por hoy no tengo ni la más remota idea de qué se trata. Hay muchos aspectos de esta historia terrible que desconozco o que a lo peor todavía no he sido consciente aunque tenga las pruebas ante mis ojos: en los escritos de Saskia, en sus mensajes, en la crónica de nuestro tiempo juntos que casi puedo recordar día tras día con la ayuda de mis apuntes, mis cuadernos, los textos y documentos que guardo en mi ordenador. Por eso he empezado a escribir una novela, Aïcha, un relato de misterio más o menos autobiográfico a partir del cual espero desenrollar la madeja de nuestra historia, pero no sólo lo que tiene que ver con la muerte de Saskia sino mucho más… desde luego las causas y los culpables de su asesinato, pero también otros crímenes y delitos, otras complicidades también culpables… Esta historia seguramente es mucho más tremenda y peligrosa, Aïcha, de lo que suponemos. Para no ponerte más en peligro administraré la información que te dé, seré cauto. No lo tomes a mal. Ojalá sepa solucionar los enigmas, desvelarlos literariamente, llegar hasta el punto final. Una novela es el mejor lugar en donde se me ocurre guardar mis secretos, tramados, tejidos en y con palabras. Una novela, Aïcha, es un laberinto: Y no hay mejor señuelo, mejor trampa, al tiempo que refugio inexpugnable, que un laberinto construido con palabras. Mis secretos atraen la atención de mis enemigos, eso busco, aunque aparentemente me oculte aquí en Essaouira, en Dar Hadaya Ilahe, en la novela. Sólo podré desenmascararles si les atraigo al centro del laberinto. Sólo así podré destruirles, tambien salvarme… En una novela uno puede escribir casi todo que no se atreve a decir o escribir de otro modo. Respiro absoluta libertad cuando escribo, Aïcha. Cuando escribo no tengo miedo. Ser libre es no tener miedo…
––No tengas miedo, Pablo… escribe. Seremos tus lectores. Nosotros sabemos leer, lo experimentamos sobrenaturalmente en nuestro libro sagrado, el Corán. Tú sabes que “al-Quran” significa leer, mejor dicho recitar… Escribe, sé libre, y nosotros aprenderemos libertad en tu libro. Te creo… Creo todo lo que he leído en tus labios.
––Gracias, Aïcha… Que me leas en mis labios o que otros lean mis literaturas me da la energía suficiente para seguir viviendo, es decir escribiendo. En realidad uno escribe para los demás, por los demás, para que nos lean. Esa es la principal diferencia entre un escritor y alguien que simplemente escribe. También uno vive por y para los demás. Queremos que nos quieran. Eso y no otra cosa significa decir “Te quiero”, es decir “quiero que me quieras”… Sobrevivir para uno solo no es lo mismo que vivir para alguien, con alguien… Me siento solo, Aïcha, y eso me da miedo…
––Escriba pues… Relate encuentros maravillosos, mágicos, tras los cuales todo es posible. Escriba sobre el amor, la alquimia del amor… Escriba sus recuerdos o sus deseos, es lo mismo. El amor cambia el valor de las cosas, Monsieur Pablo, transforma la realidad en sueño, los sueños se hacen realidad en su presencia… ––No me sorprende que Aïcha haya recuperado su costumbre de anteponer el “monsieur” a mi nombre. Al fin al cabo hemos concluido el tiempo de las confesiones, el duelo por Saskia. La vodka hace milagros. Vodka significa “agua bendita”…
––Escribiré encuentros, Aïcha, qué mejor… Luego saldré a pasear un rato. Hassan el yerbatero no estaba en su pharmacie esta mañana. Aziz, su hermano, me ha dicho que me espera después de la oración de la tarde, al ponerse el sol. Estoy impaciente por hablar con Hassan, que me saque de ciertas dudas. Estoy intranquilo por las cosas que me cuentan de él y su gente…
––Hasta mañana, Monsieur Pablo… Mañana será su fiesta, Navidad… Le prepararé un couscous para cenar. Ojalá encuentre alguien para compartirlo. Sólo tiene que desearlo… ––y nos damos tres besos en las mejillas deseando de corazón que mañana todo sea posible…


Desde el racionalismo del s. XVIII una de las mayores ilusiones de los científicos ha sido descubrir y llegar a poseer un perfecto conocimiento del conjunto de determinismos del universo. Pero con el paso del tiempo, una vez establecidos los conceptos de relatividad e incertidumbre, han debido renunciar a este conocimiento tan deseado. Frente a una compleja realidad indescifrable nuestra actitud más coherente y eficaz ha sido la de limitarnos a enumerar y cuantificar sus probabilidades, sus posibilidades. Así pues, gran parte de los esfuerzos de la ciencia han ido encaminados a describir la realidad por medio de sus probabilidades.

Al mirar hacia el universo vemos un mundo que cambia constante y permanentemente. Nuestro conocimiento es limitado; toda información, parcial; el porvenir, incierto… Aunque podamos enumerar una lista de acontecimientos posibles, no tenemos la facultad de anunciar con absoluta certeza un acontecimiento que vaya a suceder. Sin embargo la observación de los fenómenos cambiantes de este universo en expansión nos revela que algunas secuencias se repiten siempre, o se producen en ciertas condiciones, permitiéndonos simular teóricamente algunos procesos por medio del ensamblaje de evidencias sucesivas. Estas aproximaciones no son más que modelos explicativos, apenas una discontinua crónica de los acontecimientos, pero infunden una cierta confianza en nuestro sistema de conocimiento.

A pesar de la imperfección y precariedad de los datos que disponemos, hemos intentado legislar una auténtica ley de las probabilidades en la que pudiéramos creer, mantener un supuesto rigor científico que tranquilizara nuestra conciencia. Esta ley sólo puede fundamentarse en evidencias de una realidad que puede medirse, calcularse, definirse. Definir la realidad es describir las relaciones de causa y efecto por fórmulas, más seductoras cuanto más simples y sencillas. La ecuación diseñada por Albert Einstein que expresa la relación entre masa y energía (E=mc2) y soporta la Teoría Especial de la Relatividad es el ejemplo más afortunado entre todas estas fórmulas que nos fascinan por su aparente frivolidad y brevedad sígnica.

Descubrir en el caos que nos rodea, y nos incluimos, cadenas causales que de alguna forma podemos representar con esta simplicidad algebraica constituye realmente una victoria de nuestra imaginación, más sorprendente si cabe si nos permite prever, elegir, con antelación. Cualquier trampa y jugada de ventaja ante el determinismo del universo satisface nuestro espíritu, nos divierte aunque sea por poco tiempo. En la ley de los grandes números, el azar toma todas las apariencias de un determinismo. Si todo está previsto desde el instante inicial, si toda transformación está rigurosamente canalizada y todo fluye inexorablemente hacia un futuro ya determinado, el tiempo sería una dimensión superflua… Sin embargo la experiencia y nuestro instinto de supervivencia nos dictan la presunta seguridad de que el tiempo es la materia primera y esencial de un universo siempre en proceso, en perpetuo cambio y transformación —construyéndose y deconstruyéndose casi por entero—, en donde todavía hay esperanza. A pesar de las apariencias, a pesar de su arriesgada previsibilidad, el azar sigue siendo un capricho de Dios o el Destino, para el caso da igual…

El azar es el conjunto de factores que intervienen o parecen intervenir en la modificación de un sistema. Para el filósofo A. Cournet el azar es el encuentro de dos series causales independientes. Las causas de estos dos procesos que se encuentran son independientes y autónomas entre sí. Sólo el azar, su fatal encuentro, las esclaviza y determina para siempre. Decir siempre es como decir nunca o todo o nada… o “jamás te olvidaré”… Son las deliciosas coqueterías de los enamorados para los que un instante adquiere la dignidad e indeterminada duración de la eternidad. Dos líneas perdidas en el vacío del universo se encuentran en un punto y dejan de ir a su libre albedrío, es decir dejan de existir autónomos e independientes. Ahora interactúan, se pertenecen…

Los amantes crean hermosas esfericidades con sus cuerpos. Dicen que los puntos son esféricos, al menos se les representa así. Todo punto es el centro de un espacio sagrado. Todo centro es el centro del universo. El amor es el centro del centro del universo. Todo, o nada, gira a su alrededor… es lo mismo. Cada amor es un agujero negro que todo lo atrae y succiona. El Amor es el agujero de todos los agujeros del universo…

Hay situaciones que no podemos ni debemos provocar con urgencia e insensatez, pero tampoco retrasar indefinidamente, no sea que la vida haga de las suyas. Los encuentros necesarios, como los desencuentros inevitables, poseen siempre su tiempo y espacio únicos —irresistibles, irrenunciables, irrepetibles. La justificación del azar sólo es un recurso afortunado que ahorra las palabras y nos permite seguir creyendo en las virtudes terapéuticas del placebo de la libertad. Hay que dejar de tener miedo al destino: nos hace más frágiles, más humanos, sosiega nuestra impaciencia, reconforta nuestra angustia mientras tanto. El destino nos elige; el destino compensa nuestra lealtad con sus regalos inesperados…

El signo de nuestra aparición y encuentro es también el signo de nuestra desaparición y desencuentro, muerte y distanciamiento… Hay cosas que a uno le ocurren sin haberlas querido, y sin embargo ocurren. Es este vértigo de las personas y las cosas apareciendo y desapareciendo con una velocidad que hace inútiles nuestros pobres intentos de comprensión racional lo que nos inquieta y seduce a la vez. Siempre estamos inventando causas para conjurar nuestra manifiesta incapacidad para sentir el natural discurrir del universo… La intuición —en la creación artística, en los afectos, en los más terribles presagios— y la imaginación son quienes imantan las cosas y nos revelan configuraciones inseparables, las que dan esperanza a aquellos objetos y seres erráticos que vagaban por la indeterminación del espacio sin saberse ni entenderse. Su encuentro o desencuentro dependen de su misma vocación de contigüidad, de su humilde condición de acontecimiento natural del proceso de seducción generalizado en el universo…

Un hombre y una mujer se encuentran en el centro sagrado del universo. Son cuerpos y almas vagamundos que han soportado en silencio o con escándalo la tensión entre su soledad interior y el vacío-lleno que les rodea, cuerpos y almas a la deriva en la nada. Su encuentro es un asirse a la esperanza. Sus miradas son un alivio a su ceguera e invisibilidad. Sus cuerpos se reclaman los olores, las pieles, las caricias, el sudor, el calor de las mejillas, la humedad de los besos, el escándalo de los gemidos, todos los líquidos retenidos en sus órganos y vísceras. Se regalan en el sacrificio de un abrazo inextricable. Su destino se manifiesta espléndido en el milagro de las metamorfosis de sus cuerpos y en el destierro de todo razonamiento lógico al abandonarse a su placer. El misterio del encuentro de un hombre y una mujer está en el poder insuperable de su deseo. Un hombre y una mujer se aman a pesar de sus circunstancias, de los demás, de la amenaza del olvido. Un hombre y una mujer se separan a pesar del poder narcótico de sus recuerdos…

¿Recuerdas, Saskia, qué día nos encontramos, dónde, cómo, qué palabras nos leímos en los labios por primera vez? Tengo tan presente nuestro más antiguo pasado que no acierto a escribir su tiempo gramatical más acertado. Antes y ahora se funden, desaprensivos, aquí en Dar Hadaya Ilahe, la Casa Regalo de Dios… Que magia la de la escritura que nos hace dueños del tiempo “kronos” y libera de sus servidumbres. Revivir horas felices en la literatura, a través de las palabras, recitarlas como una oración… Qué poder saber leer como escribir…


Tras nuestro encuentro en Víctor Hugo esquina Gran Vía nos tomamos de la mano con absoluta naturalidad, como si lo lleváramos haciendo años, desde siempre, y nuestros dedos no necesitaran ni aprenderse ni consultar en su memoria digital como se acoplaban y entrometían unos con los otros antes de su ausencia de siglos. Pensándolo ahora, no era fácil que nuestras manos se tomaran así de primeras: su dedo meñique entre mis dedos índice y anular formando como un broche de seguridad, forzando a la vez nuestros pulgares a cruzarse más estrechamente como pestillos curvos que ensamblaran en un todo irrompible palmas, dedos entrelazados y yemas digitándose… El tacto, las manos, las finas terminaciones nerviosas en las yemas de los dedos, seguro que disponen de una memoria de reserva propia de indeterminada capacidad para atesorar tanto las caricias, cada una en su carpeta original, como los tormentos de la distancia ––estos en un único basurero sin fondo ni siquiera ordenados por sus fechas––, además de una ilimitada teoría de archivos independientes para guardar diferenciadas las de orígenes diversos, de recuerdos con distinto nombre, las fórmulas de cada sudor y su distinto pH… Al igual que no existen dos huellas dactilares iguales tampoco hay dos caricias de distintas manos que puedan confundirse, ni dos besos (incluso de las mismas bocas)… ––otras sensaciones y sentimientos no digo que sean comunes, pero pueden parecerse tanto unos a otros que a lo peor alguna vez nos confundimos. Tampoco sugiero que haya que probar para saber si sí o no… pero estoy casi seguro que aun podríamos confundir a nuestros amantes a ojos ciegas e inmóviles al hacernos el amor o mejor dicho al follarnos, pero juraría que nunca confundiremos sus besos, sus caricias más íntimas y personales, sus recorridos, sus entretiempos… ¿O no?

Saskia me llevó de la mano en volandas por las calles traseras de La Gran Vía: cruzamos La Reina, Infantas, seguimos por Barbieri hasta la Plaza de Chueca, a esta hora atestada de gente en las terrazas. Todas las mesas estaban ocupadas; hace calor, la atmósfera presagia tormenta, todo el mundo se demora sentado a la fresca, es un decir… Por suerte una pareja se levantó muy cerca de donde esperábamos y nos sentamos al fin. No es de los mejores sitios pero tampoco estamos en condiciones de elegir. No he cenado, ella tampoco, así que necesitamos reponer fuerzas; a lo mejor la noche será larga, pienso. Estamos en la terraza de la Cafetería Verdoy, al ladito de Sacha’s Disco, un magnífico lugar para contemplar el espectáculo de vanidades que desfila por la plaza sin cesar: rockeros de todas las edades, gays en camisetas de tirantes y minishorts de cuero, punkies de salón, lesbianas de todas condiciones, desde ninfas glamorosas hasta camioneras de perilla afilada, y una dispar fauna de patéticos “rodrígueces” a la búsqueda y captura de extranjeras extraviadas… Nos pedimos un par de pepitos de ternera, una ensalada y un par de jarras de cerveza bien frías, por favor…

La cocina trabaja a destajo y los pepitos llegan relativamente tempranos, apenas tenemos tiempo para relatarnos las peripecias de nuestro encuentro: que si aquel fin de semana tenía una fiesta familiar y le era imposible ir a Estambul, no podía faltar hoy domingo a una comida de aniversario; que mientras me escribía el otro día y luego de ver mi fotografía no pudo por menos decidir sobre la marcha encontrarnos hoy aunque fuera en Madrid por unas horas, al fin al cabo “me lo había ganado” con mi insistencia y mis hermosas cartas ––me confiesa que se “pierde” por las palabras de quien no sólo sabe expresar sus sentimientos poéticamente sino además lo hace con la rara habilidad de parecer que las dice al oído, que por eso me preguntaba cómo sabía mi voz… que intuía que yo trabajaba en asuntos relacionados con el arte, ella también se siente muy próxima a este mundo ––a nadie que no tenga una sensibilidad artística se le ocurre llamar a su perro “Paul Klee”, por ejemplo, me dice sonriendo como cuando la vi por primera vez en la TV… También me comenta que tenemos amigos comunes, que cuando leyó mi nombre recordó cosas que le habían contado de mí unos buenos amigos “artistas”, sin más detalles por ahora, y que entonces había ojeado y leído por encima mi libro sobre Marina Abramovic a la que admiraba como mujer y artista, etc…

Embobado, escucho a Saskia a un palmo y medio, mirándole a los ojos, a los labios, qué pestañeo. Apenas acierto a decirle que este encuentro es un milagro, por lo menos, dadas las circunstancias de nuestro punto de partida televisivo, que fue una extrema casualidad (por no decir un maravilloso regalo del Destino y se asuste) que me despertara aquella madrugada con la televisión encendida precisamente en ese canal y en el programa de Sánchez Dragó que no veía nunca por diversos motivos ––no le dije por cautela que es un personaje que detesto tanto por su literatura como por su carácter exhibicionista y egocéntrico, aunque comparto su pasión por la lectura y devoción por los libros… También le dije que por sus cartas “intuia” que nos veríamos “antes” que en verano en Mallorca…

Los pepitos nos ahorraron muchas palabras innecesarias ––cuántas palabras podemos ahorrarnos con sólo tener la boca ocupada, ¿no?, con un pepito de ternera, por ejemplo, o un beso… Cenamos en un pis pas y nos pedimos otro par de cañas. Percibía vagamente que sucedían muchas cosas a nuestro alrededor pero estaba en mi gloria particular con Saskia, tenía ojos sólo para ella, el único espectáculo que me interesaba era disfrutar para mí solo la dulzura de sus miradas, la acidulada frescura de su sonrisa, sus palabras en sonido estereofónico, las sutiles caricias que nos regalábamos al coger a la vez el mismo tenedor, al retirar levemente la fuente de la ensalada, el erotismo de cruzar y descruzar nuestras piernas rozándonos ligeramente y con tal pretexto pedirnos perdón de inmediato mientras yo posaba con ingenua confianza mi mano en su muslo y ella en mi rodilla… Esta segunda caña la consumimos mucho más despacio contándonos anécdotas de Mallorca, de Japón, de Estambul; como para comprobar en qué cosas coincidíamos, qué paisajes nos conmovían del mismo modo, como compartíamos nuestras risas, si eran corales o desacompasadas; en suma, conocer y experimentar nuestros respectivos sentidos del humor ––qué importante es el humor en el amor, y no digo si nos divierten las mismas tonterías o nos hacen reír las mismas palabras o compartimos el inmenso placer de inventarlas a medias y reírlas duplicadas… Creo que ambos pasamos esta primera prueba con un notable muy alto: fuimos naturales hasta casi el nudismo, nos dábamos la palabra y nos interrumpíamos lo justo, como bailando, cambiando el paso a nuestra medida, a nuestro ritmo, aprendiéndonos sin prisas, pero también ambiciosos, ensayando de vez en cuando alguna figura extravagante, alguna palabra altisonante… En eso estábamos cuando me dijo que estaba casada hacía siete años y su marido se llamaba Rodrigo.

Pedimos la tercera caña, ahora para pasar el bocado nada fácil de contarnos lo suficiente de nuestras respectivas vidas sentimentales. Es mejor decir estas cosas de una vez que no ir dejándolas para más adelante, no vaya a ser que más adelante nos dé vértigo y tengamos que utilizar el socorrido paracaídas de las medias verdades o la indeseable tabla de salvación de las mentiras de conveniencia. Saskia estaba casada y yo divorciado apenas hacía un año, aunque separado bastante más. Yo tenía un hijo, Andros, de casi veinte años, que estudiaba y vivía el Londres. Saskia había querido tener hijos hace tiempo pero ahora ––entonces–– no se sentía con fuerza ni motivación para intentarlo de nuevo. Su padre vivía, recién le había ayudado en una mudanza que intuía por sus comentarios traumática; su madre había fallecido cuando tenía dieciséis años. Mis padres habían muerto: mi madre cuando yo todavía era niño, no la recuerdo; y mi padre hacía tres, de un infarto en pleno sueño, como hemos deseado todos alguna vez… Saskia tenía un hermano menor, Rafael, con el que no se llevaba ni bien ni mal; a lo mejor nos lo encontramos esta noche, ésta es su zona, me dijo, insinuando que era gay con fina ironía… Yo no tengo hermanos ni hermanastros, sólo primos y amigos ––y amantes y ex amantes, pero no se lo dije entonces porque era innecesario y además una estúpida coquetería de la que por cierto no me sentía especialmente orgulloso hacía un tiempo…

Pasaba la una de la madrugada cuando dimos por terminadas las cervezas y la primera sesión de confidencias protocolarias. No sé cómo expresar la volatilidad de aquellas dos horas durante las que apenas dejamos de acariciarnos en y con nuestras manos, caricias-poema, arabescos táctiles sin repetir ni una sola vez sus trayectos, sus figuras, sus demoras ––qué arte el de nuestros dedos tejedores, la de maravillas que dibujaron y tramaron aquella noche de julio. Me dejé llevar por Saskia fuera de Chueca, ella era mi anfitriona. Nos habíamos encontrado esa noche por su voluntad, a ella le correspondía pues oficiar la ceremonia de la primera noche, dictar su encantamiento, hacerlo a su manera. Salimos por Gravina y cruzamos Hortaleza de camino a Fuencarral y Malasaña. Ni un mal paso, ni un tropiezo, paseábamos acompasados; nos hacíamos gracias y reíamos como colegiales, qué adolescentes pensaría alguno. Sólo recuerdo de aquel camino que andamos y desandamos algún tramo, como si hubiera perdido la orientación ––me daba igual, hacía rato que mi brújula estaba permanentemente imantada a su cuello y no me importaban otros puntos cardinales que no fueran los que delimitaban precisamente su rostro. Saskia era muy guapa; me parecía un sueño pasear de madrugada por Madrid de la mano de Brooke Shields.

Por fin encontramos el sitio que buscaba; cómo no, puro ambiente chill out. Sofisticada decoración hindú a base de telas y más telas: coloridos brocados bordados en oro, transparentes sedas multicolores cayendo naturales desde el cielo raso por las paredes, espejos de latón, ghanesas, shivas, saktis por todos lados, grandes divanes, docenas de cojines de todos los tamaños y formatos, rosas, celestes, azafranes… luces indirectas, tenues, cálidas… música house, fusiones… olor a sándalo, a patchouli, palo de rosa, … pétalos de flores esparcidos sobre las mesas bajas… Y afortunadamente sólo un par de parejas en todo el local, abstraídos en lo suyo, entusiasmados en su particular ensimismamiento, y una camarera-sacerdotisa de vientre desnudo tan sensual y hermosa como una estrella de película de Bollywood; vamos, un templo para los amadores del tantra y devotos del kitsch oriental. Aunque parezca más que curioso nunca supe el nombre de aquel lugar ni volvimos allí nunca más. Fue nuestro limbo particular antes de entrar al paraíso, es suficiente. El umbral del umbral…

Recostados hombro con hombro, celosos de nuestra manos y sus familiaridades, cada vez más largos en nuestro diwan, ajenos a nuestro derredor, nos fuimos regalando otras confidencias el resto de la noche hasta que cerraron. Que si ella trabajaba a temporadas en un “chollo” que había inventado: diseñar regalos de navidad especiales para empresas o para gente caprichosa; ediciones exclusivas de sus haikus caligrafiados, encuadernaciones exquisitas de libros en blanco en papel de Amalfi, grabados minúsculos en el interior de marcos excesivos de maderas orientales, calendarios y agendas con santorales conmemorativos sólo de artistas y poetas, acuarelas monocromas ceñidas por cintas de seda de Tailandia, delicatessen visuales como ésas. Aprovechaba las amistades de su padre y se servía de las habilidades de Rodrigo, su marido. Rodrigo Martínez de Cordova había sido un artista con cierto nombre en la movida madrileña a principios de los ochenta. Luego había desaparecido como tantos otros. Entonces montó un taller de grabado y litografías, trabajaba editando obras de otros artistas, él apenas hacía ilustraciones originales, publicaba de vez en cuando sus dibujos en alguna revista de moda. Se conocieron en el 96. Ella quería salir definitivamente de una historia que le había hecho mucho daño. Rodrigo estaba convaleciente de un divorcio traumático. Se encontraron por necesidad, les fue bien durante un tiempo: viajaron juntos, compartían aficiones, semejantes tropismos por el arte, aunque Saskia fuera una amateur y Rodrigo un profesional venido a menos… Me confesó que todo empezó a venirse abajo cuando sintió la ineludible llamada de la naturaleza a ser madre… Sucedieron muchas cosas que algún día me contará, me dice mirándome a los ojos a menos de un palmo de distancia ya como implorando que tengamos futuro, por favor. Quiere mucho a Rodrigo, a su manera. No ha pensado separarse de él, aunque tampoco le gustaría vivir siempre juntos del modo que lo han hecho los últimos meses. Terminar su novela fue una especie de sacrificio dedicado a un futuro mejor, al menos diferente. Mantienen un pacto de libertad “bajo fianza” que no les va mal. Rodrigo está volcado en su trabajo, en sus ediciones para una compañía de inversiones en el mundo del arte bastante conocida ––que por cierto a mí me da mucho que pensar, recelo de su excesivo “amor al arte” hace tiempo–– y también ayudando a Saskia en su negocio a tiempo parcial. Saskia dice que está aprendiendo a vivir ligera, sin demasiado peso a la espalda, a vivir día a día desembarazada de ligaduras e impedimentas. Dedica su tiempo libre, que es relativamente mucho, a imaginar otros proyectos creativos personales fuera del mundo del grabado y los regalos “especiales”: video performances poéticas, simbolistas, acciones “terapéuticas” en la calle, anónimas, graffiti-haiku en muros cualquiera, en cualquier parte… La dejo hablar sin meter baza voluntariamente, quiero aprenderla, saber de ella; de mí estoy harto de leerme y escribirme, de hablar y escucharme a todas horas.
––¿Qué fuiste hacer a Japón, a Estambul? Espero que no sea un secreto profesional… ––me pregunta a bocajarro.
––No sé si sabes que hace años trabajo con Yoko Ono, produzco muchas de sus exposiciones. Hemos hecho más de una docena juntos, creo… Hace un par de años la Japan Society de New York organizó una gran exposición antológica de toda su obra, desde la conceptual y fluxus de los años 60' hasta ahora. Ha estado itinerando desde entonces por museos americanos. El año próximo se presentará en Japón y Yoko ha querido que fuera a ver el espacio del nuevo museo de arte contemporáneo en Tokio para empezar a pensar en su instalación allí… Y a Estambul porque me han invitado los organizadores de su Bienal; quieren que colabore en una de sus secciones pero no hemos llegado a ningún acuerdo. Pagan poco y exigen mucho. Este año es imposible, estoy cargado de exposiciones ajenas a Yoko. Llevo entre manos cinco que deben itinerar todavía: una en Moscú, que presentaré luego en Praga o Karlovy Vary y Barcelona; una muy grande sobre arte español que ha estado en Berlín y en octubre inauguraré en New York; otra sobre las tauromaquias de Picasso que después de Milán itinerará por Italia… y algunas más menores que también he de ocuparme de ellas aunque no me exijan tanto. Ah, y un proyecto con Rebecca Horn que no sé si saldrá…
––Te envidio, Pablo… Tus viajes a cualquier parte con el arte. Eso sí que es verdadero arte de vivir, una vida creativa… Me gustan tus mujeres artistas, Yoko, Marina, Rebecca… son fuertes. ¿Cómo lo haces? ¿Las enamoras con tus palabras también en serbocroata, inglés, alemán, japonés? ––me dice chispeante y pícara.
––Nooooo… ––río abiertamente. Ellas me enamoran con sus obras y su imaginación, yo soy su chevalier servant
––Pues ojalá te enamores de mis cosas como yo de tus palabras… Sólo deseo que alguna vez en un futuro próximo me presentes como haces con ellas, me escribas palabras que me pertenezcan sólo a mí…
––Así sea, así será… inch’Allah… ––y con estas palabras mágicas abolimos la distancia de menos de un palmo que separaba nuestros labios. Un beso largo y sutil, de labios apenas rozándose, dándose tiempo para rezumar sabrosos, de humedades que manan poco a poco, las lenguas desperezándose primero perezosas, luego curiosas, al final caníbales, entrometiéndose por todos los vacíos que encontraban a su alrededor una vez superada la barrera marfil de los dientes, sus ferocidades… Al igual que nuestras pieles, nuestras salivas tenían la misma temperatura, y sabían a mandarina. ¡Qué milagro! Un largo beso, el primero, sellando nuestro compromiso con el arte de amar, por amor al amor, por amor al arte…
––¿Te vas a dejar enamorar? ––le pregunté provocador una vez recuperamos nuestra distancia más larga…
––¿Acaso me preguntaste antes de comenzar a hacerlo? ––me contestó retadora… Tú haz bien tu trabajo que yo haré el mío. Es una cuestión de confianza, mon amour
––Pues entonces juguemos con confianza… Play it by trust

Y unos minutos después estábamos en la calle abrazados por la cintura sin cuidado, desandando el camino hasta el parking donde había dejado su coche. Nos prometimos encontrarnos en Mallorca a finales de agosto. Saskia tiene una amiga, Bettina, ––fotografa, que conozco bien–– y se alojarà en su casa cerca de Deià, frente a Llucal.lcari. Ha posado para Bettina alguna vez, para sus albumes más sensuales, también en su serie de mujeres crucificadas, aunque la suya no ha sido editada finalmente. Mientras tanto nos escribiremos, nos hablaremos por teléfono, como casi todos los enamorados exiliados de sus cuerpos alguna vez. Cuarenta y cinco días son una nadería, nos convencemos sin mucho esfuerzo. Desde el umbral toda distancia y todo tiempo son insignificantes… Una prueba más: la ausencia de nuestros labios y nuestras manos, y ya…

Recuerdo que Petter el Araña dice en su autobiografía: “Cuanto más tienen que decirse dos personas, más despacio andan”… Tanto teníamos que decirnos que ni siquiera empleábamos las palabras, las voces. Todo nos lo decíamos digitándonos caricias… inmóviles. Llegamos lentamente por fin a nuestro destino aquella noche. No sé a qué hora de la madrugada nos despedimos abrazados. No nos dimos un beso, por supuesto… Hubiera sido imposible superar el primero; a ambos nos gustaba el regusto de nuestros besos.
––Bona nit, Saskia…
––Bon dia, Pau…
––Te inventaré en Venecia…
––Te esperaré mientras tanto, mi Odiseo…


Son más de las siete en Essaouira. Anocheció hace más de una hora sin darme cuenta. Vuelvo a la realidad de la noche en Dar Hadaya Ilahe tras mi viaje astral de ida y vuelta a los archivos Akhasa en donde guardamos como intactos nuestros recuerdos más preciosos. Leeré a Petter el Araña una vez más, transferiré sus palabras a mi cuaderno y de allí, reelaborados, transformados con mis acentos, los pasaré como nuevos a mi novela… Ya ves, sigo al pie de la letra tu consejo, tus acciones: “Desembalé el ordenador portátil, me senté junto al escritorio y me puse a escribir la historia de mi vida”… ¿Qué sucederá mañana?

Mañana… Primero tengo que ver a Hassan. Espero que me perdone no haber acudido a la cita que nos preparó Aziz... Mañana es Navidad. Paz a los hombres de buena voluntad… Qué solo me he quedado, Dios…

Foto: Desierto de Essaouira